El desbordante entusiasmo italiano
Son incontables los sumarios e investigaciones que por asuntos de dopaje ha abierto la justicia de Italia desde 1998
Se felicitaba ayer Marie George Buffet, ministra francesa de Deportes, de que la lucha policial contra el dopaje, modalidad inaugurada por ella misma en 1998, 'se internacionalizara'. Pero no con tanto calor, se aprestó a precisar Hein Verbruggen, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), para quien la operación policial, 'desmesurada y deplorable', estuvo guiada por una ley, la ley penal antidopaje aprobada por el Senado italiano en diciembre de 2000, que es 'incomprensible y contraria a todos los convenios internacionales porque persigue también al deportista que se dopa'.
Evidentemente ni Buffet ni Verbruggen eran conscientes de la capacidad italiana para reaccionar con entusiasmo y dedicación. Porque, ¿en qué otro país del mundo habrían desposeído al ídolo nacional de la carrera más importante la víspera de ganarla como hicieron en Italia con Pantani en el Giro del 99?
El ejemplo del Tour 98 prendió en Italia de una forma rápida y desmesurada. Tan grande que ahora, ni el mejor especialista sabe exactamente cuántos sumarios están abiertos ni cuántos jueces y fiscales tienen en sus manos asuntos de tribunales relacionados con el dopaje en el ciclismo y en todos los deportes. Tampoco sabe nadie cuántos cuerpos policiales del laberinto de jurisdicciones que es Italia está inmerso en la lucha. Pero ningún gran nombre, sea éste el de todo un rector de universidad, como Francesco Conconi, máxima autoridad académica en Ferrara, o sea Marco Pantani, el ciclista que devolvió a Italia un Tour triunfante, se ha podido librar de las investigaciones.
A la manera de la operación manos limpias que buscó acabar con la tangentopolis y todas las tramas, redes y marañas de sobornos públicos y privados, la judicatura y la policía italiana comenzaron en agosto de 1998, pero con efectos retroactivos, a introducir sus métodos en los asuntos del dopaje.
Un fiscal fijó su objetivo en la zona de Parma-Ferrara, en el territorio de Conconi y Michele Ferrari, su mejor alumno, ya médico independiente, a quien acabaron viendo en una caravana, disfrazado con peluca y sombrero, vendiendo EPO en los alrededores de una carrera en Suiza. También siguió sus ramificaciones por una farmacia de Bolonia que vendía de todo alegremente.
Otro juez, el tenaz Pierguido Soprani, logró descifrar el disco duro del ordenador de Francesco Conconi. De allí salieron a la luz datos extraordinarios, como los valores hematológicos, y sus variaciones producidas por el supuesto consumo de EPO, de algunos de los más grandes deportistas italianos de la época.
Un fiscal, incluso, se presentó en bicicleta, y vestido de ciclista, a la salida de una carrera en marzo de 1998. Luego ordenó al responsable de radio vuelta que citara a declarar en su oficina a media docena de corredores, incluido el ganador final, Savoldelli.
Otros han prestado una atención individualizada a Marco Pantani, quien ya ha sufrido una primera condena por correr en 1996 con un hematocrito elevado (síntoma de consumo de EPO) y que espera para el mes de julio un nuevo juicio por los hechos del Giro del 99.
Ninguna, o casi ninguna, investigación termina, pero ninguna se detiene. La espectacular intervención de la noche del 6 de junio en San Remo no es más que un acto más de las investigaciones en marcha, casos que ya habían dejado su huella, aunque pequeña en las vísperas y en el transcurso del Giro.
Antes de empezar el Giro, en marzo, la policía detuvo al médico colombiano del equipo Selle Italia con el coche repleto de medicamentos, algunos prohibidos. El asunto se cerró con la marcha del médico a Colombia y con el despido del corredor Chepe González.
Luego está, por ejemplo, el asunto Rebellin. El ciclista italiano se retiró del Giro hace varias jornadas. Oficialmente por estar enfermo. Sin embargo, y ahora se sabe, el líder del Liquigas ya había avisado a sus próximos que no pensaba poner un pie en la región del Trentino, donde sabía que la policía tenía interés en visitarle. Y precisamente en la noche del miércoles, paralela a la gran operación diseñada en Florencia por el magistrado Bocciolini, la guardia de finanzas de Padua desarrolló su registro específico al hotel del Liquigas.
Tres corredores, Barbero, Hervé y Forconi, han abandonado el Giro por orden de sus equipos, que han recibido la comunicación de que habían resultado positivos en controles antidopaje contra la EPO.
Ivan Gotti no ha abandonado. El ganador del Giro del 97 y del 99 sigue en carrera, pero su suegro puede acabar en el banquillo de los acusados. El padre de su mujer, llamado Arcangelo Gamba, se encargaba de conducir una caravana en la que transportaba aquellos medicamentos que necesitaba su yerno, y que no se atrevía a llevar consigo al hotel. Así lo descubrió la policía de finanzas de Padua, que registró el vehículo hace una semana. Otro caso que ha empezado y que, conociendo el entusiasmo desbordante con que los italianos emprenden sus acciones, no tardará en ramificarse casi indefinidamente.
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