Tres años desperdiciados

El ciclismo tiene un grave problema y, por lo que se ve, poca voluntad de afrontarlo. Tres años después de que las intervenciones policiales y judiciales en el Tour lo pusieran ante un callejón sin salida y obligado a hacer un propósito de enmienda asencial para seguir sobreviviendo con credibilidad, la policía ha vuelto a intervenir en una gran carrera. Como si el tiempo hubiera pasado en vano.
Los registros a media noche, los interrogatorios, las asambleas de corredores, las sustancias prohibidas... las crónicas deportivas han vuelto a pasar a segundo plano, desbordadas por todos los detalles negros de este deporte. Se puede estar en desacuerdo con la intervención policial de la noche del miércoles, generalizada e indiscriminada. También cabría preguntarse por qué el ciclismo, un deporte económicamente débil, es el único que se ve sometido a esta hiper vigilancia, cuando el dopaje existe en todas las especialidades, fútbol, atletismo, natación y hasta golf. Los corredores tenían derecho a quejarse y a plantearse parar la carrera. Sin embargo, mal haría el ciclismo, una vez más, en escudarse en esas excusas para no enfrentarse al problema que pone en peligro su futuro.
Después del Tour del 98, un buen número de equipos y de corredores supieron que los tiempos habían cambiado y rompieron con la cultura antigua y con la tentación del todo vale. Otro buen número se declaró consciente del cambio, pero, al mismo tiempo, desentendiéndose del factor ético, decidió asumir el riesgo de una sanción posible a cambio de una victoria probable. Y un tercer grupo no se dio por enterado. Pasado el chaparrón, plegó el paraguas y siguió como si tal.
El ciclismo, es cierto, ha dado pasos decididos en la lucha contra el dopaje. Es el deporte que más controles efectúa. La UCI es la única federación que ha adoptado el método de detección de eritropoyetina en orina. Hay intentos y hay movimiento. Pero también hay una realidad testaruda y desazonadora: en los dos meses que se lleva practicando el test anti EPO ya ha habido seis positivos, lo que también habla de la extensión del mal Y de que todo es un problema de voluntad: si no hay una decisión firme de todos los estamentos poco podrán quejarse de las intervenciones policiales.
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