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La Fiesta de la Diversidad

Por la concurrencia de una serie de motivos técnicos, la novena edición de la Fiesta de la Diversidad, organizada por SOS Racisme, que se celebra este fin de semana en Barcelona, ha cambiado de emplazamiento y en lugar de ubicarse, como era habitual, en el Moll de la Fusta, se realizará en las fuentes de Montjuïc. La fiesta, que de alguna manera había ocupado ya el espacio sociológico, lúdico y reivindicativo que hace dos décadas representaba la Festa de Treball del PSUC, ocupa ahora también la montaña de Montjuïc, donde se realizaba la fiesta de los comunistas catalanes.

Hoy, 20 o 25 años después de aquella época en que el PSUC defendía desde su posición mayoritaria en el movimiento obrero los intereses de la clase trabajadora, pese a que las diferencias sociales continúan existiendo, en la sociedad del bienestar en que vivimos los más oprimidos, los verdaderamente proletarios sin derechos, son los extranjeros irregulares que la Administración califica de ilegales. Y están en esta situación dado que la Ley de Extranjería, aprobada por el PP, les condena a esta proletarización sin derechos como única vía para acceder después, si hay suerte, a la obtención de papeles.

La ley prohíbe y castiga que un inmigrante sin papeles trabaje; pero luego, cuando realiza un proceso de regularización extraordinaria, sea de carácter general para todos los inmigrantes o para un colectivo nacional específico, como los ecuatorianos, el tener la confianza de un empresario es el elemento clave para obtener los papeles. En los casos excepcionales de regularización por motivos humanitarios, o por acreditar el ambiguo concepto de arraigo, la oferta de trabajo de un empresario también es determinante. Y, evidentemente, en la mayoría de los casos si el empresario da esta confianza en forma de oferta de trabajo es porque lo conoce puesto que ya ha trabajado ilegalmente para él. Dado que si exceptuamos las operaciones de contratación para determinadas campañas agrícolas en que agrupaciones de propietarios se desplazan a Marruecos para traerse para dos o tres meses mano de obra que recolecte la cosecha, los empresarios no firman un precontrato en España para alguien que vive en otro continente y al que no conocen. Por ello el actual sistema legal potencia el trabajo ilegal como paso imprescindible para regularizarse más tarde.

Hace dos años la Fiesta de la Diversidad vivía la esperanza de una modificación importante del articulado de la Ley de Extranjería que pretendía acabar con los círculos de ilegalidad y la vulneración de derechos de los inmigrantes extracomunitarios. Esta reforma consensuada fue a última hora frustrada por el Partido Popular y hoy los trabajadores sin papeles son los verdaderos proletarios doblemente explotados y carentes de todo derecho. Y lo más triste de todo es que las pateras y las mafias siguen siendo el único camino que tienen muchos de ellos para llegar aquí. Toda una paradoja para una Europa que dice empuñar la bandera de los derechos humanos y la seguridad jurídica.

Xavier Riu-Sant es periodista.

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