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'¡Y pensar que estuvo 5 años en prisión!'

Los padres de Joaquín José Martínez lloran tras culminar la gran cruzada que desempeñaron para lograr su libertad

Pese al veredicto de inocencia, Joaquín José Martínez, de 29 años, no recuperó ayer su libertad. Con los ojos hinchados de lágrimas fue esposado de nuevo y trasladado a una prisión de las afueras de Tampa, mientras Sara, su madre, rodeada en plena sala de familiares, amigos y periodistas, sufría un colapso.

Para la excarcelación de Martínez son precisos algunos trámites administrativos, en particular que el departamento estadounidense de Inmigración (INS) reciba la comunicación oficial de la absolución y levante las medidas cautelares que adoptó contra el español al ser procesado. Sara, la infatigable ecuatoriana de 50 años que, antes del veredicto y pese a la valeriana, estaba comida por la ansiedad, sólo tenía anoche palabras de agradecimiento para los abogados Peter Raben y David Parry y los periodistas y ciudadanos españoles que han acompañado a los Martínez en la ya victoriosa cruzada por la libertad de su hijo Joaquín José. Algo más calmado, Joaquín, el padre, reflexionaba en voz alta: 'Y pensar que mi hijo haya pasado cinco años en prisión, tres de ellos en el corredor de la muerte, y que hemos tenido que gastar 100 millones de pesetas para probar la inocencia de mi hijo'. Antes de la lectura del veredicto, EL PAÍS había podido preguntar al acusado, a través de sus padres, cuál ha sido la principal lección de estos cinco años largos de encarcelamiento. Ésta fue su respuesta: 'Antes yo era un gran partidario de la pena de muerte; ahora soy un opositor total. Ahora sé que cualquier inocente puede ser ejecutado'. Para la opinión pública española y europea, asqueada por el mantenimiento de la pena capital en EE UU, el caso Martínez se ha convertido en un nuevo argumento de envergadura. Hace un año, el mismo Martínez al que 12 ciudadanos ordinarios de Tampa exculparon ayer por completo tenía cita con el verdugo. Joaquín José se metió en líos por su compleja vida amorosa del otoño de 1995, cuando ya mantenía relaciones con Laura Babcock y seguía viendo a su ex esposa, Sloane Millian, con la que tiene dos hijas, Jordyn, ahora de ocho años, y Katherine, de siete. Fue Sloane la que le delató por celos a la policía y luego Laura, por los mismos sentimientos, ratificó la denuncia. Pero una vida sentimental complicada no convierte a nadie en asesino, y jamás hubo pruebas serias en su contra. Sin embargo, él no es el verdadero protagonista de esta historia con final feliz. Los grandes héroes son Joaquín y Sara, los padres. Su campaña ha sido tenaz, eficaz, maravillosa. Joaquín, de 65 años, perito mercantil de carrera, conoció a Sara en el país natal de ella, Ecuador, donde trabajaba como periodista y organizador de concursos de belleza. Allí nació su hijo Joaquín José, que siempre mantuvo la nacionalidad española, y desde allí la familia se trasladó a EE UU, donde Joaquín trabajó en el Banco Atlántico de Nueva York antes de trasladarse a Miami. Una vez absuelto su hijo, este periódico también preguntó anoche a Joaquín por la principal lección que saca del drama. 'Saber quién es quién', respondió. 'Nuestros amigos de antes de la detención de Joaquín desaparecieron y, en cambio, en estos últimos años hemos hecho montones de amigos nuevos'. ¿Y Sara, que aprendió Sara? 'A valorar la vida y a compartir el sufrimiento de las personas. No quisiera que nadie sufriera'.

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Peter Raben, también conversó anoche con EL PAÍS. 'Yo creo que no tengo particular mérito, cualquier profesional hubiera desmontando igualmente la acusación tan débil de la defensa y hubiera convencido al jurado de que solo tenía un veredicto posible: la absolución'.

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