_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un español cabal

Abiertas aún las heridas de la guerra, emprendió Pedro Laín entre las ruinas una larga tarea de reflexión sobre el problema de España. 'Algo hay en los senos vitales del español -escribiría en su ensayo sobre La Generación del 98-, acaso en el mismo fondo social ibérico, que le lleva a considerar hostil lo que no le es propio'. Y, poco después: 'El español que de veras llega a creer en algo, sea en la verdad o en el error, tiende un poco a la consideración maniquea del individuo'.

A eso pretendía enfrentarse, desde una actitud de apertura, sincera por más que condicionada y a trechos equivocada, el grupo de falangistas de la revista Escorial, del que con Ridruejo, Tovar, Torrente y Rosales, formaba parte. Todos ellos ahondaron en la autocrítica, que Laín plasmó de manera definitiva en su Descargo de conciencia. Por las mismas razones tempranamente denunciadas, hubo y hay quien no lo aceptó: para el maniqueísmo militante no hay posibilidad de evolución o cambio, sólo existe la foto fija.

Más información
El académico y escritor Laín Entralgo muere en Madrid a los 93 años

Quienes hemos tenido el privilegio de conocer de cerca a don Pedro Laín sabemos hasta qué punto era militante de la concordia. Lo que Américo Castro llamó 'la edad conflictiva' de España se prolongó, según Laín, en la España contemporánea en tres líneas de tensión: la religioso-ideológica, la socioeconómica y la regional. Si la primera y la segunda no pueden solucionarse más que en la comprensión y el diálogo intelectual, la tercera requiere lo que Laín soñaba en el colofón de su libro A qué llamamos España. Allí, tras el grito de '¡no más sangre!', alzaba el programa de la España unida en la diversidad: 'Una suma de términos regida y ordenada por el prejijo con, una convivencia que sea confederación armoniosa de un conjunto de modos de vivir y pensar, capaces de cooperar y competir entre sí'.

Hace muy pocos meses que nos dejó Rafael Lapesa, con quien Pedro Laín vivía desde hace medio siglo una amistad ejemplar. Ejemplar, digo, por cuanto a ella habían llegado desde posiciones ideológicas distintas, atraídos por un común amor a la verdad, a la liberal comprensión, al servicio, en fin, de una España soñada como espacio de fecunda convivencia. Ambos pensaban también que, como decía Laín, 'mientras el español no se resuelva a traspasar la linde de su horizonte doméstico y a mirarse como ciudadano espiritual de Hispania, seguirá siendo un penoso problema la cultura de España'.

Víctor García de la Concha es director de la Real Academia Española.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_