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Tribuna:REDEFINIR CATALUÑA
Tribuna
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El último que tire de la cadena

El planteamiento de una ácida lengua que de vez en cuando cafetea conmigo era éste: 'Lo peor no es lo que cuesta que se vayan, lo peor es el solar que nos van a dejar'. Y añadía: '¿Has visto la vergüenza de lo de Subirà?: ya ni se esconden...'. Por supuesto hablaba de Pujolandia y su feliz entramado de amigos, influencias y escandalitos varios, todos divinamente instalados en los opacos despachos donde vive el contrapoder. Ciertamente, los alegres 20 años han creado una red tan estrecha de privilegios y privilegiados, que casi forman una Cataluña dentro de Cataluña, una Cataluña cara, bien nutrida de fondo público, sobrealimentada de amistad influyente, el consejero, el hijo, el amigo del hijo... La telaraña que la araña madre ha tejido y ha dejado tejer... es quizá lo más sólido de los 20 años, su obra de gobierno más tangible, ¡el legado! Un legado que va a luchar con uñas y dientes para no perder su privilegiada sillita en el espectáculo, y ahí está una de las claves del éxito o el fracaso del oponente: ¿será capaz Maragall de ganar la partida del poder con todos los poderes del poder en contra de él? Porque el poder, cuando tiene centenares de nombres propios preocupados por sobrevivir, es de extrema virulencia. No solo l'hereu tiene los innombrables en el cuello, también los cien mil hombres de San Luis están preocupados: esos asesores que cobran el maná mensual con pujoliana generosidad..., esos empresarios de tan preclara influencia en determinadas decisiones laborales..., esos notables abogados tan bien relacionados..., esas escuelas privadas tan públicas..., esos glamourosos intelectuales tan bien alimentados por el poder..., esos periodistas de convergente neutralidad..., esos centenares de segundos metidos por compadreo con los primeros... esos, esos. Miles de cargos más o menos públicos, más o menos transparentes, que tienen su zona de influencia, su artículo periodístico, su programita de radio, su ratito de tele, su grupito de notables afines, sus amigos de sus amigos, sus... Luchar contra la telaraña es realmente lo difícil, especialmente si hablamos de 20 años de meticulosa arañita tejedora, 20 años de colocar piezas en el gran rompecabezas, 20 años de otorgar privilegios arbitrarios, que ésa es la gran sabiduría de los dioses menores: el poder de la arbitrariedad. Creo que podemos afirmar, con preocupante rotundidad, que el pujolismo ha tejido extraordinariamente bien esa red de autoprotección que se ha dado en llamar, históricamente, la repartidora.

¿Hemos pensado, por una sola vez, que no sabemos qué va a significar el cambio de régimen en referencia a todo esto? Cataluña nunca ha desmantelado una red de poder como ésa, si exceptuamos, por comparación incorrecta, los 40 años de franquismo. No sabemos qué tipo de conmoción colectiva vamos a vivir, qué energías liberaremos, qué nuevo flujo de ideas y personas vamos a contemplar, pero es seguro que estamos hablando de un cambio profundo de paradigma.

¿Una nueva sociedad? Ahí voy, si me permiten. Habrá dos maneras de contemplar la caída del imperio y la posterior reconstrucción: con mirada depredadora o con espíritu de renovación. Me explico: la tentación, por parte de los nuevos, de tomarse la revancha y hacer lo mismo que el pujolismo, pero con los propios, es tan posible como altamente probable. Algunos ejemplos más que significativos, en las redes del poder socialista, hemos atisbado... Sería aquello del 'ahora nos toca a nosotros, nuestros intelectuales, nuestros empresarios, nuestros asesores, nuestra telaraña...'. La Cataluña largamente cabreada ante la contemplación del privilegio ajeno, reclamando el botín de la conquista... Y sin embargo, eso es lo que no puede pasar de ninguna manera, lo que no podemos permitirnos si no queremos morir definitivamente de bajo techo moral, instalados en el paraíso de una mediocridad que empieza a ser nuestro sello más genuino. ¿O es que no sabíamos que no hay nada más castrador para la vitalidad de un país que un país secuestrado con privilegios?

Lo decía un día de estos Ramón de España en un corrosivo artículo dedicado a don Pasqual: ¡ay, los peligros de los que nos quieren salvar del peligro pujolista!

A pesar del bolero, 20 años son una eternidad. Por ello creo que podemos afirmar que estamos ante un momento clave de la vida colectiva, quizá ante una oportunidad histórica. Y ello porque no hablamos de simple alternancia entre partidos, sino de la posibilidad de una nueva cultura política; en realidad, hablamos de madurez democrática. Cataluña cerrará definitivamente su transición y entrará finalmente en la modernidad si rompe con el paradigma que el pujolismo ha significado y crea unas nuevas bases de pensamiento. Ése es su momento único, raro, su segunda oportunidad para ser un país de una cierta categoría, y no esa cosa tan provinciana en que se ha convertido.

Pero para ello, para saberle coger los cuernos al momento, habrá que nutrirse de política de mucha altura, de políticos de muchas miras, de horizontes realmente lejanos. Si lo que se instala es el puro revanchismo y la sed largamente padecida en esos lustros de desierto de poder, entonces habrán pasado dos cosas: que Pujol se habrá ido, pero el pujolismo se habrá quedado, y que el momento histórico se habrá dado de bruces con la pared de nuestr mezquindad. Veremos...

Pilar Rahola es escritora y periodista. pilarrahola@hotmail.com

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