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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Realidad frente a oportunismo

Me ha interesado vivamente el debate planteado por Norberto Gallego Parajuá (cartas al Director, 24 de mayo) sobre las denominaciones Latinoamérica-Iberoamérica-Hispanoamérica, que siempre me ha acompañado en mi vida profesional de editor español y de cooperante en una región tan amplia. Lo que ocurre es que sus argumentos -sin duda bien fundamentados- no aclaran el tema y la traca 'des-Cortés' con que concluye traiciona sus buenas intenciones y le obliga a formular conclusiones sesgadamente simplificadoras.

Coincido en afirmar que mi impresión primera es que los americanos de expresión española o portuguesa se llaman a sí mismos latinoamericanos y me temo que cualquier argumentación en contra, me situaría, desplazado, como diría un colombiano, en la pelea de toche contra guayaba madura, es decir, sería una batalla perdida.

Pero... la terminología cuyo uso simplifica presenta muchos más matices:

El término hispanoamericano, al menos en el campo literario, no es el territorio de cuatro carcas. Véase el título del magnífico Diccionario de Literatura Española e Hispanoamericana de Alianza Editorial, publicado el 1993, o la denominación de hispanoamericana de toda la literatura escrita en español en América, hasta la llegada del 'boom latinoamericano' de los años 60. Véase también la excelente y reciente Historia de la literatura hispanoamericana o la Antología del cuento hispanoamericano, ambos de José Miguel Oviedo. En países como México, por ejemplo, hispanidad sigue siendo un término bien corriente.

Iberoamérica parece que responde más al ámbito de la política y que no forma parte del léxico corriente, pero, hoy, creo sinceramente que carece de connotaciones peyorativas para nadie; a pesar de que pudiera remitir a un cierto origen colonial, como si toda aquella región hubiera sido desgajada de la península ibérica. Al haber casi desaparecido el sentimiento de ofensa, resulta un término útil para referirse a todas aquellas instituciones en las que pueden coincidir intereses comunes entre aquellos países y el nuestro, en especial, cuando se desea integrar a Portugal y Brasil. Existen agravios, sin duda, pero éstos son modernos, nacidos al amparo de circunstancias actuales, como el desafortunado incidente de los 'visados'. El uso que hoy se hace de esta denominación -por ejemplo, la Conferencia Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno- ha neutralizado su posible carga negativa.

En esta misma longitud de onda, se emplean términos como interamericano (Congreso Interamericano de Editores, o Grupo Interamericano de Editores: en ambos casos, la presencia de fuera de la región está constituida en un plano de igualdad, por España y Portugal) o panamericano, que remite principal, pero no exclusivamente, a una inmensa vía de comunicación en forma de espina dorsal de casi toda Latinoamérica.

El tema no se agota aquí. Además, habría también que referirse al común sentimiento de usurpación contra los EE.UU. que se han apropiado de la denominación de todo un continente. Nos encontramos, pues, ante una multiplicidad de denominaciones, cien, como destaca el trabajo de Miguel Rojas Mix, citado por el autor de la carta. Existe una identidad múltiple y no excluyente y su uso depende de aquello con que, en cada momento, uno necesite identificarse. Pero no conviene dramatizar ni exagerar, pues por una parte me parece que se trata más bien de algo tan neutro como podría ser la denominación discutiblemente colonial de anglosajón, y por otra no deberíaservir de pretexto para un desahogo tan personal, como nada fundamentado, contra el actual Secretario de Estado para la Cooperación y para Iberoamérica.

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