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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

La dirección del PNV deja las manos libres a Ibarretxe para dirigir la pacificación

El 'lehendakari' ha conseguido aparcar la reivindicación soberanista de algunos sectores

Pero, sobre todo, los nacionalistas sienten un profundo agradecimiento. Porque los nacionalistas saben ahora, ¡y hasta qué punto!, que con Ibarrexte llegó el milagro que nadie esperaba: ganar las elecciones holgadamente, poder gobernar sin hipotecas. Sobre todo sin esa soga del ahorcado que era el apoyo de EH. Por fin...

'Por fin Ibarretxe va a hacer la política que siempre quiso hacer, la de la moderación y el diálogo. Las palabras soberanía e independencia no estarán en su vocabulario; sus prioridades son otras y eso lo va a demostrar desde el primer día'. Así habla uno de los más conspicuos representantes del sector moderado del PNV, interlocutor en largas conversaciones con aquel atribulado lehendakari de hace dos años que apenas lograba hilar la política del día a día. Porque sobrevivía asediado por la oposición y por la trampa mortal del terrorismo de salón que deambulaba, impunemente, por los pasillos del Parlamento vasco. Hoy Ibarretxe se ha podido permitir el lujo de darles con la puerta en las narices.

El 'lehendakari' busca una mesa de diálogo en la que quiere sentar al PP. Puede ser en septiembre
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Pero muchos piensan que fue, precisamente, su insobornable disposición a perder el gobierno si tenía que apoyarse en los votos de EH lo que acreditó su capacidad para ser lo que es hoy: el líder y el poder del PNV. Dirigentes como Juan Mari Atutxa o el ex lehendakari Ardanza reconocen, en privado, que la euforia del triunfo convive con una clara percepción, en el interior del PNV de que su gobierno se ha salvado por la campana. Otros no se andan con rodeos: 'No tenemos motivos para caer en un triunfalismo equivocado, porque sólo los errores del PP y del PSOE y el miedo de la gente, nos han salvado del desastre', dicen.

Apenas repuestos de la sorpresa, y del susto, los miembros de la dirección del partido, el EBB, se han reunido bajo la presidencia de Arzalluz. Hay una voluntad unánimemente compartida: Ibarretxe tendrá manos libres para tomar sus decisiones de gobierno y dirigir la normalización de la situación política, tan deteriorada en los últimos tiempos. Pero también para lograr, y ese es su gran reto, la pacificación del Euskadi.

Gobernará Ibarretxe con EA, su coligado. Pero Gorka Knörr no será vicelehendakari. A pesar de que trata de presionar a un imperturbable Ibarretxe enviando a Begoña Errazti como defensora de la opción soberanista. Pero todos saben que, si siguen por ahí, el lehendakari les dará un frenazo y las cosas volverán a su cauce. Porque Ibarretxe está harto de palabrerías engañosas. Además, él puede descolgar el teléfono y encontrar a alguien, con quien sintoniza personalmente, dispuesto a poner firme al ambicioso Knörr. Ése es Carlos Garaikoetxea, fundador de EA, el único capaz de controlar la situación en el último extremo.

Gobernará también con IU: 'Caben todos, menos EH', ha advertido el lehendakari, 'pero el autobús lo conduzco yo'. Gobernará sin los socialistas. Pero con un objetivo claro y con calendario: las elecciones municipales de 2003. Será entonces cuando el lehendakari vea un escenario idóneo para que los socialistas busquen el reencuentro con el PNV con tanto interés como lo buscará él mismo.

Lo habrá intentado antes para conseguir su objetivo prioritario: una mesa de diálogo en la que también se siente el PP. Será en septiembre. Pero no será fácil. Es previsible que el PP no trague con algo que Ibarretxe pondrá sobre la mesa: 'el derecho de los vascos a decidir lo que quieren ser en un futuro'. Lo repitió hasta la saciedad en la campaña. Es su forma de plantear algo que tiene mala prensa en Madrid: el ámbito vasco de decisión.

Ibarretxe empleará toda su capacidad persuasiva para lograr que el PP no rompa la baraja y se siente a la mesa. Es un riesgo calculado. Más le preocupa que el PSOE logre liberarse del 'abrazo del oso' de los populares, igual que él se ha librado de EH. Pero quienes conocen su pensamiento conocen también su temor a que los socialistas le dejen plantado, como le pasó al lehendakari Ardanza.

Ibarretxe ha encerrado las ensoñaciones independentistas y soberanistas del PNV en el baúl de los recuerdos. Pero se equivoca quien imagine un 'ajuste de cuentas' en el interior del PNV. Es verdad que no pocos dirigentes del partido opinan que es impensable que Eguíbar siga siendo portavoz de una política 'opuesta a la vía de Lizarra por la que él apostó'. Pero no es menos cierto que el clima hoy en el EBB es distendido y que no hay ganas de bronca. Además, Arzalluz no permitiría ese 'ajuste de cuentas': 'Se lo echará a la espalda como tantas veces', afirma un alto responsable de EBB. Y en eso sí que hay consenso: para todos los nacionalistas de todos los sectores, Arzalluz ha sido, sobre todo, las espaldas que han aguantado todos los golpes contra el PNV. Él ha sido y es su punto de cohesión, su referencia esencial que ni los más críticos han negado. Pero el golpe más duro, haber podido dejar a su sucesor una herencia de derrota, se lo ha parado Ibarretxe. Por eso Arzalluz le estará siempre inmensamente agradecido. Incluso estará dispuesto a mirar con buenos ojos al candidato del lehendakari para la presidencia del partido cuando Arzalluz la deje dentro de dos años: Josu Jon Imaz, portavoz de su Gobierno. Aunque hay quien asegura que Eguibar sigue siendo el 'tapado' del todopoderoso del PNV. El portavoz del EBB seguirá, en todo caso, al lado de Arzalluz. Pero no moverá un dedo hacia el mundo de EH sin que lo sepa y autorice Ibarretxe. En cuanto al diálogo con ETA, Ibarretxe y Arzalluz lo tienen muy claro: nunca más un viaje en solitario.

A estas horas Ibarretxe duda si debe tener en cuenta las manifestaciones de cansancio que le ha hecho su consejero de Interior, Javier Balza, que desea irse con su equipo. Ibarretxe no es de los que aceptan presiones externas. Ni las inevitables interpretaciones que se harían si prescindiera de quien ha sido su punto flaco en un Gobierno casi sin estrenar.

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