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El mensaje de los vascos

I. La ciudadanía vasca, en un ejercicio encomiable de civismo, ha acudido masivamente a votar en unas elecciones realizadas, no se olvide, en el marco legal democrático del Estatuto de Gernika, cuyas instituciones salen reforzadas. Y el primer mensaje que ha lanzado, con evidente contundencia, es que las cuestiones políticas deben ser decididas por las urnas y no por las armas. En este sentido, las elecciones autonómicas del 13-M han significado una derrota sin paliativos de ETA y las posturas violentas. Cuando ETA dejó de matar, durante la tregua de 1998, EH / HB logró su mejor resultado electoral; cuando la banda terrorista ha vuelto a asesinar el descalabro ha sido espectacular. Si se respetase la voluntad de los electores, que se ha manifestado en este 'espacio vasco de decisión', la conclusión no podría ser otra que el abandono de la violencia; un camino que ETA ha vuelto a despreciar con el atentado a Landaburu.

Entre otras circunstancias que explican el masivo trasvase de votos de EH al PNV / EA se encuentra el temor suscitado, en una parte significativa de la sociedad vasca, ante la torpe cruzada antinacionalista del PP y acompañantes, que ha movido a concentrar el voto útil nacionalista, sin fisuras, en la coalición liderada por Ibarretxe. Pero no todo el crecimiento del PNV procede de EH. El electorado ha premiado la campaña en positivo de su candidato a lehendakari, con su rechazo a cualquier acuerdo directo o indirecto con EH -incluso obligando a rectificar a Arzalluz- y, de una tacada, dejando fuera de juego y, por lo tanto, haciendo inútil el voto a EH. No debería olvidar Ibarretxe que los electores le han premiado cuando ha dicho netamente no a EH y se había desmarcado de Lizarra. Situación diferente a las elecciones de 1998, vigente aquel pacto, cuando quien creció fue EH y el PNV se apoyó en sus votos para poder gobernar en una legislatura agónica y nefasta. No es menos cierto que en esta ocasión la coalición nacionalista se ha presentado con un programa más autodeterminista, si bien el resultado de las urnas no ha dejado un mensaje claro en esta dirección y tampoco ha sido el centro de la campaña del lehendakari en funciones. Los partidos que defienden esa posición sacaron en el 98 el 60% de los votos y ahora han obtenido el 58%.

II. La ciudadanía vasca ha dado la espalda, también, a la estrategia de la confrontación, y a los 'frentes', practicada sobre todo por el PP. Los vascos han demostrado ser y querer ser una comunidad plural y no dos comunidades. Oponer al nacionalismo como un todo -sin distinciones claras- un bloque llamado constitucionalista ha sido un error serio, aparte del daño que se hace a la Constitución y la confusión que introduce. Se ha lanzado el mensaje de que la batalla no era contra los violentos -prácticamente no ha habido campaña contra EH-, sino contra el nacionalismo o contra un nacionalismo que, en el fondo, legitimaba a los terroristas. Idea que no ha calado en los electores, sino todo lo contrario. Ha sido contraproducente, al igual que acaba siendo todo lo que es incierto, como también lo ha sido la desbocada campaña mediática -y de bienintencionados publicistas inexpertos en política- que ha asustado más que ha convencido. El comportamiento de las televisiones gubernamentales, y sus acólitos, ha sido deleznable, por su falta de sensibilidad y conocimientos de la realidad vasca. En este sentido, la estrategia Aznar / Mayor ha fracasado, lo que demuestra una vez más lo delicado que es dejar en manos de la derecha española el manejo de esta cuestión. Ni han logrado la 'alternancia', ni han debilitado al PNV, ni han convencido a los vascos de que con ellos las cosas irían mejor. En su equivocada línea política han arrastrado, en parte, al PSE-EE. Bien es cierto que éste lo tenía muy difícil, con una polarización creciente en la sociedad y, no obstante, ha mantenido los electores. Pero no ha sido capaz, a pesar de sus esfuerzos, de aparecer con un perfil nítidamente propio y, en ocasiones, parecía que marchaba en coalición con el PP. Por otra parte, la insistencia desde valiosos y valerosos sectores sociales en pedir el voto para los 'constitucionalistas', sin más distinciones, beneficiaba sobre todo al PP, que aparecía como la cabeza de ese supuesto bloque. Hay que comprender las terribles condiciones en que los militantes del PSE y del PP desarrollan su labor en Euskadi y el enorme mérito que tienen. Pero por eso mismo la unidad de los demócratas debe de ser la línea maestra y no la división entre nacionalistas y no nacionalistas, que es la estrategia del adversario.

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III. La sociedad vasca, según estos resultados, quiere decidir y, posiblemente, más autonomía, pero sin aventuras. Rechaza la violencia, desea el diálogo y no hace avanzar el independentismo. Si los nacionalistas, en el 98, sumaban el 55%, hoy suman algo más del 53%, y si los no nacionalistas entonces eran el 45%, hoy son el 47%. Tampoco hay que olvidar que si los nacionalistas -incluyendo EH- han ganado 59.532 votos en comparación con el 98, los no nacionalistas han aumentado 94.532, incluyendo los 7.384 de IU. De la misma manera han dicho con claridad que desean que el proceso político, en los próximos cuatro años, lo dirija el PNV con Ibarretxe a la cabeza. Pero un PNV / EA al que no han otorgado mayoría absoluta y que se ha comprometido formalmente a no contar para nada con EH. La dirección del mensaje es muy clara: el PNV debe de encabezar el Gobierno autónomo y los partidos democráticos deben recomponer su unidad. Ahora bien, cuando existe una amenaza terrorista de carácter totalitario o bien se crea un gobierno de concentración democrática -que en el caso de Euskadi es muy difícil en estos momentos- o se aplica la tesis de 'los dos gobiernos', para entendernos. Es decir, un pacto democrático para resolver el problema de la violencia, que deberían suscribir y 'gobernar' todos los que rechacen aquélla y un gobierno que, entre otras cosas, defienda con eficacia la vida y seguridad de todos.

IV. ¿Cómo articular los objetivos que los vascos han marcado con su voto? De entrada, mediante un amplio diálogo político que podría proyectarse, en el futuro, a través de una Mesa, de la que deberían formar parte todos los que rechacen la violencia. En sus posibles contenidos deberían aparecer dos puntos esenciales: qué hacer, entre todos, para acabar de una vez con el terrorismo y cómo pueden las aspiraciones plurales de la sociedad vasca encontrar el mejor acomodo en España y Europa, en el desarrollo de las potencialidades del marco constitucional y estatutario. No nos parece realista pensar que no hay alternativas entre una independencia, que sólo conduce al enfrentamiento y al aislamiento de Europa, y el Estatuto de Gernika en versión inmovilista.

No debería ser un obstáculo para el diálogo la idea de que no se puede conceder un precio político al terrorismo. Estamos de acuerdo, pero no se trata de esto, sino de responder al mensaje que la sociedad vasca ha lanzado el 13-M en el sentido de que los partidos deben encontrar juntos el camino de la paz y de la plena libertad para todos. Ello requeriría una nueva actitud del Gobierno de Aznar y una recomposición de las relaciones institucionales con Ajuria Enea. En el horizonte que se abre, sería conveniente un nuevo protagonismo del partido socialista, en una política progresista y nacional vasca y en la intermediación con el nacionalismo, pues por historia y sensibilidad es el mejor situado para lanzar y liderar un proyecto armónico para Euskadi y para España.

Diego López-Garrido es diputado por el PSOE y Nicolás Sartorius es abogado.

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