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Columna
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Por tontos

Elvira Lindo

Leí el otro día en este mismo periódico una carta al director, breve y vehemente, de Antonio Elorza en la que demandaba solidaridad con el pueblo palestino. Elorza intentaba despertar las conciencias para que volvieran la vista a las víctimas de los que fueron víctimas, las conciencias de los lectores y de los que tenemos la oportunidad de expresar nuestras opiniones públicamente, pero ante todo creo que era una sacudida de hombros a los que trabajamos en este alimento diario que es el periódico. Que las voces de los contertulios, periodistas, intelectuales, incluso cómicos, hayan apoyado causas políticas es algo casi tan antiguo como la propia política. Esta misma mañana el corresponsal italiano de Il Corriere della Sera nos hablaba de ese batallón de intelectuales que han escrito con furia contra Berlusconi durante la campaña electoral, sin ningún éxito, como se ha visto después de que el pueblo italiano alzara al poder a este peligroso empresario multimediático.

Es común a las gentes de la cultura que, una vez que se adquiere cierta notoriedad, un montón de causas justas o absurdas llaman a tu puerta para que estampes tu firma en un manifiesto. Hay profesionales del manifiesto. Los firman todos: el de Chiapas, la legalización del cannabis, contra los chirimbolos, Sintel, el libre horario de los bares, etcétera. La primera vez que te dan a firmar un manifiesto te sientes importante, y al décimo manifiesto empiezas a sospechar que las firmas no valen nada, no suponen ninguna responsabilidad, nadie te pide cuentas. Un día llega un manifiesto donde la adhesión de uno se convierte en un pasaporte para hacerte amigos o enemigos, para ser hermano o sospechoso. Los manifiestos que se firman suelen ir en una línea 'izquierdosa' en la que casi nada hay que discutir y que, por otra parte, no te perturban la vida: que si con los zapatistas, vale; que si contra el alcalde Manzano, por supuesto.

Pero un día, digo, llega el manifiesto que te puede suponer alguna molestia, que tu postura pública te depare algún disgustillo. Ese manifiesto llegó a mi casa de las manos del colectivo ¡Basta Ya! Vinieron a Madrid a grabar a unas cuantas gentes para que apareciéramos públicamente en el acto -ahora vapuleado- del Kursaal. Y algunos dijimos que sí, que dábamos nuestra cara y nuestro nombre. Hoy he leído dentro de esta maraña de análisis con los que quienes predicen el pasado nos están deleitando que los intelectuales se pegaban por estar en el Kursaal. ¡Lo que hay que oír! Ya sabemos que la política no está hecha de buenas intenciones, es más, nos lo recuerdan los políticos y los periodistas políticos que tantas veces se ríen de ellas, pero a los que no nos dedicamos ni a la política ni al oficio de opinar empieza a escocernos que a toro pasado se nos tilde de tontos por haber apoyado, sobre todo, a los que hoy por hoy son víctimas del terrorismo (y ya sé, también se repite mucho que el hecho de ser víctima no te da la razón).

Nos llaman tontos los contertulios, nos llaman tontos desde las radios, las columnas, nos llaman tontos muchos socialistas de Madrid por haber apoyado a sus camaradas del País Vasco. Ignorantes, como escribía el otro día Javier Tusell, que hablaba de esos intelectuales que han querido meterse a políticos.

No me tengo por intelectual, pero sí que respeto a muchos de esos intelectuales que se han atrevido, desde la Universidad del País Vasco, por ejemplo, a disentir de la opinión allí dominante. Unas veces se pide a intelectuales y famosos que se definan políticamente y otras veces se les dice: zapatero a tus zapatos. Habrá que pedir una lista para ver a quién se considera apto para opinar y a quién se considera un ignorante que no conoce la realidad vasca. Pero, por Dios, que no se conozca la realidad china, todavía, pero la vasca, con lo cerca que pilla. A mí esto me recuerda a aquel chiste de Gila: sale un señor con su mujer del cine, en la puerta hay cuatro tipos pegándole a un señor bajito; el señor dice: esto es indignante, voy a intervenir; por Dios, Pepe, no te pierdas, le suplica la señora. Pero el señor ya no puede soportarlo y se une a los cuatro que pegan al bajito.

Eso te pasa por tonta, me decían de pequeña, cuando me metía en una pelea con los chicos, a ti quién te manda.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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