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Reportaje:

Leída, cantada y recitada

Las mil formas del verso hacen de 'Barcelona Poesia' un verdadero potaje de lo lírico

Escudella barrejada, cocido madrileño, olla podrida. Tanto da el nombre que se dé finalmente a la receta, porque todo es potaje (mestizaje, lo llamamos ahora). Las dos primeras jornadas del programa Set dies de poesia a la ciutat se empezaron a guisar patatas, zanahoria, col y todo lo demás en sendos recitales que, al fin y al cabo, lo que demuestran es la buena salud culinaria de los bardos locales y foráneos, así como el hambre insaciable de los comensales.

La olla empezó a hacer chup-chup el viernes por la noche, en uno de los lugares que ya se han hecho imprescindibles. El vergel del museo Marés es idóneo para la palabra recogida, pausada y a veces fúnebre de los poetas más sintagmáticos: en esta ocasión, Feliu Formosa, que, muy oportunamente, dedicó su primera intervención a Joan Vinyoli, de quien Edicions 62 acaba de publicar la obra completa; Antonio Gamoneda, buen recitador como pocos, que agradeció 'la buena acogida, sin duda desproporcionada', que se dispensa a su obra en Cataluña y se disculpó por lo poco estimulante de su escritura diciendo: '¿Pero qué quieren? Ha sido la vida la que me ha llevado a la conciencia de la muerte'; Esperanza Ortega, que ensalzó a Raimon y Serrat como profesores de catalán de muchos peninsulares como ella misma; y el resucitado Lluís Solà, la Plana Vic hecha voz, que encima tuvo el detalle de premiar a los amantes del pie clásico con un par de poemas en rima, una especie en extinción. Gamoneda, dada su condición de maestro, aprovechó la circunstancia para meter el dedo en la llaga del debate que hoy por hoy divide a los poetas de sofá de los otros: 'No es lo mismo la experiencia de la poesía que la poesía de la experiencia'.

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Teoría de la cortesía

Ardieron de nuevo lo fogones el sábado por la tarde, en un chocante combate simultáneo: mientras los jardines de las Reials Drassanes daban sosegado cobijo a la sesión denominada Imatge i paraula (Ramon Andrés, Carmen Borja, Rosa Font, Joaquim Horta y Vicente Valero); al otro extremo de la calle la poesía regresaba a su etapa juglaresca de la mano de Óscar Bosch, que interpretó romances provenzales y canciones andalusíes y sefardíes. El recital formaba parte de la Mostra d'Entitats de Ciutat Vella, montada en la Rambla del Raval, y había que ver cómo batían palmas los marroquíes cada vez que la guitarra se lanzaba por los ritmos moriscos.

En este caso, el espectáculo no estaba tanto en el escenario como en el patio de butacas (plegables y sin tapizar, por supuesto), empeñado en desmentir clamorosamente las estadísticas municipales que aseguran que en este barrio sólo el 25% de los residentes es extracomunitario.

Finalmente, el último ingrediente se coció, en dos fases, en el Convent dels Àngels. Era la hora del teatro y la danza que usan de la poesía como arma cargada de dramaturgia, puesto que las especiales características de este espacio lo han transformado en un par de años en el templo de lo 'pluridisciplinar'. A ti debida, el homenaje a Pedro Salinas en ocasión del 50º aniversario de su muerte, fue un largo monólogo (casi la mitad de esa maravilla de la lírica contemporánea que es La voz a ti debida) sostenido en solitario por la actriz Rosi Díaz, aunque con un dúo de guitarras extraordinario como broche. La apasionada dirección de Rosa Pons, una chica 'pluridisciplinar' donde las haya, le pareció a algún salinista radical demasiado teatral, pero el llenazo y la ovación final hicieron saber al chef que los invitados habían quedado satisfechos.

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Cerró el gas el espectáculo Domna, una atractiva combinación de poesía, música y danza, sobre composiciones trobadorescas de las tradiciones galaico-portuguesa, andalusí y occitana que tenían en común la imagen de la mujer. Para quien se haya quedado con hambre, la cocina sigue abierta cuatro días más.

La actriz Rosi Díaz, interpretando el monólogo A ti debida.
La actriz Rosi Díaz, interpretando el monólogo A ti debida.

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