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'No se puede vivir en campaña'

El Partido Popular emprenderá una corrección de su política en el País Vasco destinada a mejorar la imagen de Mayor Oreja

Javier Casqueiro

'Javier, no ha sido posible, el PNV sube mucho, sobre todo a costa de EH y nosotros, que también mejoramos, no aguantamos ese tirón'. Son las 20.45 horas del domingo 13 de mayo y no hace ni una hora que se han cerrado las urnas. El secretario general del PP, Javier Arenas, recibe ese jarro de agua fría en su despacho de la séptima planta de la sede central del partido en la calle Génova de Madrid a través de una llamada desde la habitación contigua del hotel de Bilbao donde el candidato Jaime Mayor aguarda con toda su familia que un milagro cambie en el último suspiro sus posibilidades de reescribir de otra forma el futuro del País Vasco.

José Antonio Bermúdez de Castro, diputado nacional del PP por Salamanca y secretario del área ejecutiva de Formación del partido, acaba de sumar en su ordenador los últimos datos recabados por teléfono móvil desde tres escogidas mesas de otros tantos colegios electorales muy determinados por su perfil histórico de Vitoria. Con ese universo de apenas 1.400 votos sobre un censo de 1.850 ciudadanos alaveses, Bermúdez de Castro clavó los resultados finales provocados por la participación récord de votantes (80%), con el margen de error de un diputado más para el PP en Guipúzcoa (que al final cayó para el PNV) y de otro para el PSE en Vizcaya (que también fue para la coalición nacionalista).

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Bermúdez de Castro esperó unos minutos más para agregar a su proyección los datos de seis mesas en Vizcaya y otras tres en Guipúzcoa (5.300 votantes más), y trasladó sus conclusiones a Carlos Iturgaiz, el presidente del PP vasco, que comunicó su decepción a Mayor y líderes del PP.

José María Aznar, Javier Arenas y Jaime Mayor hablaron varias veces por teléfono. Aznar también llamó esa noche, sobre las diez, a Iturgaiz y le espetó el mensaje optimista que luego ha querido repetir en distintos foros: 'Carlos, esta no ha sido la última vez ni la última oportunidad de nada, sino la primera, porque habrá más y ya nos cogerán mejor preparados para ganar'.

Iturgaiz, como casi siempre, puso buena cara y asumió el golpe político lo mejor que pudo. El presidente del PP vasco se ha mudado de casa y ha visitado más veces en estos últimos años los cementerios que un parque cualquiera con sus dos hijos. Iturgaiz deseaba muy íntimamente el cambio político en Euskadi. Había depositado en el triunfo de la opción constitucionalista de Mayor un afán que premiase el sacrificio de su mentor político, de sus compañeros y su familia. Iturgaiz quería marcharse del País Vasco tras lograr esas metas para retomar su vida, pero ya con 35 años. De senador, de eurodiputado, a Madrid, a Bruselas, a un lugar con sol, parques y niños.

Ese domingo 13 de mayo, Iturgaiz comió en un restaurante bilbaíno con dirigentes del PP desplazados de otros lugares de España. En la sobremesa, un periodista comentó que había paseado esa mañana por el casco viejo de Bilbao y se había tropezado con Iñaki Anasagasti, el portavoz del PNV en el Congreso, que iba con su hijo. Iturgaiz enmudeció a sus compañeros cuando confesó con sinceridad y cierta ingenuidad que él hacía años que no paseaba en su ciudad con sus hijos.

La apuesta vital de Mayor tampoco era menor. Si hubiese vencido, su futuro habría quedado 'muy abierto' para pujar en la subasta por la sucesión de Aznar cuando deje La Moncloa. Ahora, tras padecer la peor de las derrotas, tras obtener el mejor resultado de una fuerza no nacionalista (323.000 votos) y quedarse casi con los mismos escaños que Iturgaiz en 1998 (19), Mayor se ha visto impelido a destinar los mejores años de su carrera política a la labor de jefe de la oposición en el Parlamento vasco.

¿Qué ha fallado?, se preguntan en el PP. No hay una respuesta. Nadie asume en público que la estrategia frentista fue equivocada. Aún no se quiere aceptar que no se podía acorralar de esa manera tan feroz a un partido centenario y democrático, además de nacionalista, y salir indemne.

El PP está ahora especialmente preocupado ante el riesgo evidente de desbandada de sus cargos electos frustrados y desanimados por el calado de su derrota. Lo dijo María San Gil, la candidata por Guipúzcoa y auténtico símbolo del PP, harta de vivir amedrentada por los terroristas y sus cómplices: '30 muertos después, ha vuelto a ganar Estella'.

El PP desarrollará ahora en Euskadi una cadena de actos para homenajear a sus cuadros dirigentes en cada provincia, para no dejarles desamparados. También se festejará la participación de los casi 2.300 interventores y apoderados que vigilaron el proceso hasta en los pueblos más radicales. El diputado nacional del PP Rafael Cámara, amenazado y escoltado, coordinó el día electoral en varios de esos pueblos y optó por no retornar a la sede del partido esa noche cuando comprobó cómo varios hombres y mujeres hechos y derechos rompieron a llorar al conocer el sentido del voto.

El PP también está alerta ante el odio antivasco y antinacionalista que ha podido provocar su posición y la del Gobierno central. Lo dijo en el Comité Ejecutivo Nacional del PP del pasado martes ni más ni menos que Luis de Grandes, su portavoz en el Congreso, quien reclamó una gran labor didáctica para explicar por toda España lo ocurrido y no generar más divisiones enconadas.

En el PP está ya digerido que hay que revisar la relación con el PNV y con el Gobierno vasco presidido por Ibarretxe. Lo ha reiterado Aznar casi cada día de esta semana: las relaciones institucionales y parlamentarias están garantizadas. Pero se ha negado a rectificar ni sus convicciones y principios (la validez de la Constitución y el Estatuto) ni el sentido del posible diálogo entre las formaciones democráticas: sólo para acabar con ETA y mantener las actuales reglas de juego.

En los primeros análisis, el PP ha corroborado por un lado que su alianza de intereses con Unidad Alavesa 'ha sumado cero'. Es decir, que esa coalición no le ha aportado nada: ha cosechado ahora los mismos nueve escaños que recabaron en 1998. El impulso que había tomado el PP en Álava, donde lleva dos años gobernando el Ayuntamiento de Vitoria y la Diputación, está estancado: 'Nos ha quedado un mal sabor de boca porque no hemos sabido rentabilizar esos gobiernos'.

El siguiente paso a corregir es más complicado. Tiene que ver con 'el estilo, ritmo, modo, tono y manera de hacer oposición, más desde la sensatez y las propuestas que como si viviéramos siempre en campaña'. Los mensajes que se le encargaron durante estos años a Iturgaiz eran directamente insultantes hacia Arzalluz, Egibar e Ibarretxe. Les llamó de todo y les identificó, indirectamente, con ETA. Cumplió su papel. La irrupción de Jaime Mayor ya como candidato tampoco fue para suavizar las relaciones.

Ahora, hasta en el propio PP aceptan ese fallo. La figura de Jaime Mayor, el ministro mejor valorado del Gobierno de Aznar durante cinco años, no encaja en Euskadi como 'el candidato de la porra', como le tildó Arzalluz.

En el PP entienden que esa disfunción se puede resolver 'en cuanto Jaime deje de vivir políticamente sólo de su etapa como ministro del Interior y de sus réditos antiterroristas'. Uno de los dirigentes del Comité Ejecutivo Nacional del PP resume así los méritos y las carencias de Mayor: 'Jaime era un candidato cojonudo para el resto de España, pero hemos mandado a Euskadi al guardia y sin tiempo suficiente para construirle una imagen institucional'.

De ese examen de conciencia surge también la decisión, primero personal del propio Mayor y luego colectiva del partido, de que ahora debe quedarse estos años en Euskadi a ejercitar otro estilo de oposición, desdibujar su imagen de paracaidista y dejar de dar miedo.

Un colaborador de Mayor lo teoriza a su manera: 'El PNV ha hecho una campaña anti Jaime como ministro del Interior que ha tenido éxito. No se ha votado por la independencia sino contra el cambio. Se ha identificado al PP con la derecha, incluso con la ayuda de equivocaciones como la de Manuel Fraga al decir que el euskera es una lengua muerta, y lo que se ha movilizado y concentrado ha sido el voto nacionalista en el PNV'.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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