San Isidro para todos
San Isidro. Madrid celebra sus fiestas al estilo de una capital europea. En estos días, las calles desprenden felicidad, libertad y multiculturalidad. El concierto del sábado en Las Vistillas fue un éxito. El presentador que anunció con orgullo a las Hijas del Sol llevaba su mejor traje. Un sentimiento de vergüenza se asentó en nosotros. Vimos con asombro cómo el Ayuntamiento utilizaba, fíjense en esta palabra, a estas cantantes de Guinea Ecuatorial para vender su imagen de respeto a las minorías y una serie de valores tan políticamente correctos hoy día como contrarios a la nueva Ley de Extranjería. Veamos cómo:
El público, alentado por las cantantes, cantaba la frase 'pasaporte mundial'. 'Pasaporte mundial' significa, si no nos engaña la lengua con sus inevitables intenciones, lo mismo que se gritaba en las anteriores manifestaciones contra la Ley de Extranjería: 'Papeles para todos'.
Algunos asistentes se dieron cuenta de esta similitud y comenzaron a gritar: 'Papeles para todos', en lugar de 'pasaporte mundial', ante la incomodidad del presentador y todo el equipo organizador. ¿Qué está pasando? La mayoría del público aplaude sin pensar en el lavado de imagen de un Gobierno mediante estas mujeres guineanas. ¿Lo sabrían ellas?
Basta con mirar por los barrios castizos para ver la otra realidad: personas sin papeles llamadas por la ley 'ilegales', defendidas unas veces por unos manifestantes contra el Gobierno, otras veces por el público de este concierto o de este Gobierno, que viene a ser lo mismo. Antes: expulsiones y dificultades. Ahora: una imagen positiva de solidaridad. La diferencia entre 'papeles para todos', lema de las manifestaciones, y 'pasaporte mundial', frase principal de este concierto, es abismal a nada que se analice con un poco de atención.
Desgraciadamente, la ironía y la crítica no es lo que se busca con este concierto. Con la sobreutilización del título del nuevo disco Pasaporte mundial, la crítica pasa inadvertida, ante las verdaderas razones y motivaciones, todas ellas propagandísticas, de este espectáculo, de este Ayuntamiento y de este Gobierno. El poder de la lengua es claro. La manipulación de los discursos está a la orden del día. Y es, curiosamente, lo políticamente correcto.
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