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Entre la museofobia y la museomanía

En 1909 se publicaba el Manifiesto futurista, fruto de una revolución que pretendía romper lazos con el pasado. Al grito de ¡Museos: cementerios!, Marinetti y sus adláteres exponían su visión acerca de todo lo clásico (lo cual consideraban prácticamente sin valor, tanto que llamaron a quemar los museos).

También en el siglo pasado, en plena efervescencia de las vanguardias, Marcel Duchamp disponía una serie de objetos de uso cotidiano como un urinario o un portabotellas para convertirlos en objetos de arte por simple deseo del artista.

He elegido dos ejemplos llamativos por ellos mismos para expresar la importancia de los museos tras la ruptura que se intentó con motivo de la aparición de las vanguardias de principios del siglo. Los ismos con sus innovaciones y su fe ciega en el futuro buscaron la forma de arrasar con el pasado. Pero pese a ello ¿por qué continúan vigentes los museos? Buena pregunta, si tenemos en cuenta que Marinetti tras su furibundo hachazo al museo -eso sí, a través de un manifiesto- dio con sus huesos en la dirección de un museo -aquel mismo museo que antes había querido reducir al fuego fatuo-, y el famoso urinario de Duchamp ha acabado en el Museo de Arte Moderno de Estocolmo.

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Desde la creación del Louvre, los enfrentamientos entre la modernidad y el museo han tenido que librar muchos asaltos. Algunos de ellos despiadados como los que acabo de mencionar. Pero no es menos cierto, que los museos se han convertido en puntos de irradiación de una nueva manera de entender la ciudad, la cultura, el arte y también la convivencia. Los propios museos han alcanzado el valor de obra de arte, monumento artístico civil, difícil de atisbar hace tan solo un siglo. Valga como ejemplo lo que han representado el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou para París, el Guggenheim para Bilbao, el recientemente inaugurado Modern Tate para Londres o lo que ha significado como revulsivo para una ciudad como Valencia el IVAM.

No sólo se han revitalizado culturalmente cada una de estas ciudades -y la lista de ejemplos podría ser prolija-, sino que han abierto una nueva concepción de la ciudad basada en el contenedor cultural. Este tipo de museos tiende a mostrar el espíritu nuevo de la ciudad y sus habitantes. Dejan de ser armarios empotrados de la ciudad para convertirse en puntos de irradiación de una nueva manera de ser y sentir. Atraen por si mismos la atención de un público que antes se reducía a los especialistas, a la élite. El museo ha dejado de ser un santuario para convertirse en ágora.

En estos cambios, que alguien ha bautizado como el paso de la museofobia a la museomanía, se percibe con claridad la famosa ley del péndulo tan común en la historia del arte que en su reflujo no hace sino sosegar su movimiento hasta llegar casi al no-movimiento. En ese momento preciso se produce la democratización del museo, lejos de la ruptura con el pasado, pero también de la diosa publicidad. Se produce así una comunión entre la institución y la ciudad que lo acoge. El artista presenta su obra y el visitante la disfruta e incluso participa de ella. Las catedrales del siglo XX alcanzan por si mismas un valor artístico, pero para percibir su verdadera función como contenedores es preciso una labor constante de enriquecimiento cultural y artístico como la que en nuestro caso desarrolla el Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana. Una labor educativa. Gracias al impulso, la coordinación, la exhibición y la promoción de nuestros artistas hemos abierto un intercambio cultural con América y Europa que busca la cooperación y la paz entre los pueblos además del goce de nuestros ciudadanos.

El ICOM (el Consejo Internacional de Museos), organismo no gubernamental que forma parte de la Unesco así lo entiende y por ello en el Día Internacional del Museo que hoy celebramos desde hace 24 años quiere recordar la función de los museos y su labor constante para 'estrechar los lazos de amistad y cooperación entre los museos y sus profesionales'.

Este año, además, vamos a tener la oportunidad de abrir los museos durante cinco meses a la I Bienal de Valencia. Comunicación entre las Artes. Una mezcla innovadora gracias a la que los museos visitarán la calle en un sueño en que la ciudad se transformará en arte momentáneo e intenso solo percibido por la retina afilada del ciudadano. El verdadero público de la extensión del arte nacido de su propia democratización.

Al recordar el Marinetti artista, rompedor en sus propuestas, solo nos queda la visión irónica de haber abandonado el futurismo para acoger el futuro.

Consuelo Císcar es subsecretaria de Promoción Cultural.

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