Palabras y silencios
No es sólo padre de todos los diccionarios gallego-castellanos. Al don Eladio, como le llaman los gramáticos, aún se le toma más afecto cuando se conocen las fichas originales. Escritas con gracia y excelente caligrafía, empezamos a comprender entonces la paciencia benedictina del personaje, y por qué llegó por sus pasos a oficial mayor del Ayuntamiento de A Coruña. Se intuyen también los ¡30 años! de dura tarea que supuso al periodista a tiempo parcial, de excelente oficio, escribirlo en el mismo castellano, sencillo y elegante, con que redactaba las noticias. Con el que trazó la primera anónima silueta del sinnúmero de contemporáneos de renombre. En definitiva, allí está el irmandiño da fala galega. De los viejos tiempos. De cuando no había ni Irmandades. El inventor de la denominación Nos, que apropiaría la generación subsiguiente. Pero también está el cervantista... Todo se contiene en esa joya de la cultura instrumental, por la que fue abandonando lo demás. Incluso los versos, tardorrománticos, que decía como pocos en su tiempo. El orgullo de las tradiciones, los refranes, los poemas, los cantares de su tierra, allí están, para gozo de los lectores de ¡cada palabra! Por esa tarea callada, más de artesano que de poeta, académico, ensayista, lexicógrafo, y por la capacidad para conciliar contrarios, presidió distintas instituciones, y sirvió lealmente a los grandes nombres de A Coruña republicana. A pesar de sus ideas reaccionarias y su integrismo religioso. Pero fue por el diccionario por lo que se convirtió en el primer presidente dimisionario de la Real Academia Gallega en 1934. En plena República.
El poeta carvajaliano de las Oraciós campesiñas desde muy pronto, como tantos y tantos galleguistas, puso todas sus esperanzas en el catalanismo de Cambó y en las reformas de Calvo Sotelo. Fue fiel al primero hasta que se enfrentó con éste en la dictadura de Primo de Rivera, y siguió al segundo hasta más allá de su martirio. Cuando Joaquín Martín Martínez, su jefe y valedor de media vida, fue ejecutado por los militares alzados contra la República, aceptó sustituirle. Sin embargo, cuando los franquistas lo relevaron de esas funciones, pidió el cese en la carrera administrativa, pasó al Ejército del general Franco todo el sobresueldo de la Secretaría, y se fue a casa...
Nació en 1864 junto al puente de San Clodio (Ourense). Al final de su vida consciente, además de manifestarse como orensano añejo, confesaba dos orgullos: la unidad sin fisuras de su familia y haber servido 'a la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de La Coruña, Cabeza, Guarda y Llave Fuerza y Antemural del Reino de Galicia'. Pero sentía también una amarga decepción, con la que fue enterrado en el cementerio coruñés en 1949: que el diccionario, bloqueado por un sector de los que él había contribuido a convertir en figuras de su patria galleguista, permaneciera inédito.
José Antonio Durán es historiador.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.