Tozudo nacionalismo
Lizarra entendida como experimento y voluntad de diálogo. Lizarra entendida como prólogo al coche bomba, las ha perdido estrepitosamente.
Arzalluz advertía a Aznar que no puede ir a Cataluña o a Galicia como ha ido a Euskadi porque se va a cargar España. No es un mal consejo, dirigido a alguien que tiene precisamente la obsesión de la unidad. No se puede ir a sitios donde existe un nacionalismo fuerte y arraigado con un tren en marcha dispuesto al choque y con una campaña de acosos que hiere y moviliza más de lo que desactiva. En Euskadi ha triunfado la tozudez de un nacionalismo que no es un capricho, alimentada por una hostilidad agresiva de un nacionalismo de signo contrario. A partir de aquí, todos tenemos que ponernos a estudiar qué ha pasado, por qué ha pasado y qué pasará. Y cómo conducir el proceso para que lo que pase sea, precisamente, el final de la violencia.Debo confesar que seguí la noche electoral vasca con alegría creciente y con euforia final. La victoria del nacionalismo democrático, el fracaso de una estrategia de enfrentamiento antinacionalista, el hundimiento del apoyo popular a la acción violenta dibujan un cuadro especialmente grato y que, honestamente, me parece que abre un camino útil para la paz. El resultado de las elecciones, pero sobre todo las reflexiones a las que obliga, puede contribuir mucho a un final a medio plazo de la violencia. No está en manos solamente del PNV-EA, aunque le corresponda liderarlo.
En Euskadi ha ganado la tozudez de un nacionalismo frente a otro contrario
Los nacionalistas democráticos pueden estar satisfecchos de muchas cosas que sucedieron el pasado domingo. Es importante para ellos la victoria en todos los territorios, incluso Álava. Es importante que el nacionalismo democrático recibiese muchos votos que estuvieron con EH cuando la tregua, pero que no han querido quedarse allí al lado de la violencia, y que al mismo tiempo haya generado voto nuevo. Es importantísismo y muy práctico que su representación parlamentaria se sitúe por encima de la que ha obtenido la suma PP-PSOE, y que de hecho este espacio político -voluntariamente unificado- no crezca en número de diputados. Pero para mí lo más significativo es que un incremento importantísismo de la participación, hasta situarse en el 80%, no haya supuesto una derrota nacionalista, sino todo lo contrario. El mito de unas bolsas de abstencionismo antinacionalista se ha derrumbado. El voto nacionalista no se ha redistribuido, sino que ha crecido, en términos absolutos.
El nacionalismo es tozudo. El nacionalismo es resistente. No es una moda pasajera ni un invento de los políticos para obtener privilegios, sino un sentimiento profundo y una aspiración arraigada. Es tan tozudo que ha resistido una campaña pésimamente planteada en contra. Al contrario: el voto nacionalista no es que haya crecido a pesar del acoso al que se le ha sometido, sino que ha crecido gracias a este acoso, que ha motivado y ha movilizado a un electorado que en parte se ha arrancado de la abstención. Las elecciones las ha ganado sobre todo Ibarretxe, atrayendo voto moderado, y un poco menos Arzalluz, compatibilizándolo con otro voto ideológicamente radical, pero contrario a la violencia. Pero las han perdido activamente Aznar, Mayor Oreja, Redondo y todo el entramado político, mediático e intelectual que ha planteado la campaña en términos profundamente equivocados.
Los autodenominados constitucionalistas plantearon la campaña vasca como un proceso a Lizarra y como un referéndum sobre el nacionalismo. Esto es un error técnico y político a la vez. Socialistas o populares ganarán unas elecciones en Euskadi -Cataluña no es igual, pero tampoco es absolutamente lo contrario- cuando no se discuta de la cuestión nacional, sino del eje derecha-izquierda y se hable de gestión de sanidad, de escuelas... Al PP y al PSOE no les conviene focalizar el debate en la cuestión nacional, sino que pase inadvertida. Aznar-Mayor Oreja-Redondo se equivocaron planteando un referéndum sobre el nacionalismo. Y es un error técnico que sólo se entiende por razones ideológicas, políticas: éste es el asunto que de verdad les importa, éste es su mayor signo de identidad política.
Los autodenominados constitucionalistas plantearon la campaña como si se tuviese que votar en Salamanca. Pero se votaba en Euskadi. El acoso, los telediarios monográficos y propagandísticos, los libelos insultantes, etcétera, tal vez enardecían a los no electores salmantinos -perdón por la metáfora-, pero herían a los vascos, incluso a los menos vasquistas. Plantearon la campaña electoral como si el nacionalismo fuese una majadería, una patología extirpable, una superestructura generada desde el poder. ¿Proceso a Lizarra? Pues resulta que Lizarra ha ganado las elecciones.
Vicenç Villatoro es escritor y diputado por CiU.
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