Armas
Se van a forrar. Mientras Intermón Oxfam, la ONG represaliada en subvenciones gubernamentales por su independencia política y religiosa, se entrega a su campaña para que los países disminuyan su gasto armamentístico en favor de la educación de la población infantil mundial, los amos del mundo se disponen a militarizar el espacio. El Pentágono ha anunciado que creará una fuerza espacial dotada de armamento específico, y ya empiezan a aparecer imágenes (como cuando la operación Tormenta del Desierto) de los prototipos que compañías como Boeing, Rockwell y Lockeed Martin, entre otras, construirán en colaboración con la NASA y el Ejército de Estados Unidos. Otra colección de cromos para la insensatez, la supremacía de la fuerza y el desdén hacia cualquier pensamiento humanista que pueda infiltrarse en un programa de gobierno.
Sin embargo, que los amos del mundo se metan en semejante despilfarro armamentístico entra dentro de la lógica del poderoso. Lo que resulta del todo ridículo es que el Ministerio de Defensa se empeñe hasta el cuello y agreda los presupuestos por la compra de unos juguetillos extras (87 cazas EF-2000 y cuatro nuevas fragatas F-100) que cuestan dos billones de pesetas y que maldita la falta que nos hacen, considerando que, a la hora de la verdad, cuando el dueño del planeta tiene ganas de armarla, le basta con nuestro apoyo moral. La lógica de los países lametraseros debería consistir en reducirse a no disponer de más armas que la de la lengua.
Resulta bastante deprimente contemplar cómo regresa lo más reaccionario del siglo pasado; ver cómo se desandan los tímidos pasos progresistas. Y todavía más desalentador es asistir a la conformidad con que son aceptadas tales regresiones. Como si el péndulo de la historia fuera una irreversible fatalidad que ahora nos golpea en la cabeza porque le toca lanzarse a la derecha. Como si el péndulo no perteneciera a un reloj y no hubiera relojeros ajustando su inclinación.
Se van a forrar, los fabricantes de armas. El dinero que reciben tiene el valor añadido de no servir para paliar las desigualdades de países cuyos conflictos, cuando estallen, requieren de más armas que fabrican los mismos. Negocio redondo.
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