La asignatura pendiente de las barreras arquitectónicas
Muchas universidades resultan fortalezas infranqueables para numerosos invidentes o minusválidos. Barreras arquitectónicas que suelen ser proporcionales a la antigüedad de los edificios. Fundada en 1996, la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, por ejemplo, no tiene ningún tramo de escaleras, por todas partes hay rampas. En las más antiguas, como los edificios de la Fábrica de Tabaco de la Universidad de Sevilla son 'una pura barrera', explica Rosa Muñoz, directora del servicio de Atención a la Comunidad Universitaria. 'Se hacen verdaderas chapuzas para adaptarlos porque no se pueden destruir', añade. Incluso poner un ascensor resulta a veces un drama arquitectónico.
La mayoría de las universidades están a medio adaptar para los discapacitados. 'Hasta este año la biblioteca era inaccesible', dice Isabel Varela, de 28 años y alumna de 4º de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid. Se trata de barreras que pasan desapercibidas para el resto de los alumnos: botoneras altas en los ascensores, puertas estrechas, aulas con mobiliario fijo, ordenadores en polletes altos y encerados que no dejan acercarse a la pizarra.
No basta con adaptar la universidad. 'La accesibilidad tiene que empezar desde el domicilio de cada estudiante', dice Pablo Campos, arquitecto y autor del estudio La universidad en España. 'Cojo tres autobuses y, como tienen que ser de rampa, a veces espero mucho y tardo casi dos horas en llegar', explica Varela.
'Todas las comunidades, menos Castilla y León, tienen leyes de accesibilidad, pero la realidad es que falta mucho por hacer', concluye Jesús Faucha, técnico del Centro Estatal de Autonomía Personal y Ayuda Técnica.
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