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'La moratoria de los transgénicos favorece a las multinacionales'

El grupo de Daniel Ramón, biólogo del CSIC, investiga la mejora del aroma frutal del vino con enzimas modificadas

Si no fuera por la mala prensa de los alimentos transgénicos, la investigación del biólogo Daniel Ramón (Valencia, 1959) despertaría el interés de más de uno. Con su grupo del Instituto de Tecnología de los Alimentos de Valencia trabaja en la producción de enzimas transgénicos para mejorar los aromas frutales de los vinos. Ramón no sólo conoce los alimentos transgénicos desde el banco del laboratorio. Ha sido coordinador del área de tecnología de alimentos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas durante los últimos cuatro años y medio.

Como científico, afirma que no hay ninguna evidencia de que los alimentos transgénicos autorizados sean más o menos peligrosos que las variedades convencionales de las que proceden. 'Alguien en su día les puso el nombre de veneno, la gente se lo creyó y los medios de comunicación lo han vendido como tal', añade.

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Ramón comprende la desconfianza de los consumidores, pero considera que se debe enjuiciar en cada caso y con datos, y en este momento el nivel de información sobre alimentos transgénicos es mínimo. 'A los que venden el miedo, la alarma social actual les viene muy bien. Los medios de comunicación no han ayudado; la mayoría publica noticias sensacionalistas, pero información racional se da con cuentagotas'.Los alimentos transgénicos son, en su opinión, los más evaluados de la historia de la tecnología de los alimentos. 'A la soja autorizada en Europa se le han hecho más de 1.800 analíticas de composición nutricional, y a la soja convencional, ninguna. Tiene gracia que algunos grupos pidan que paren la comercialización de un producto porque 'podría ser peligroso', y no la de una planta que sabemos con datos científicos que mata, y esa planta se llama tabaco', se queja.

España es uno de los países de la UE con más hectáreas plantadas de maíz transgénico, aunque Ramón afirma que no son tantas como se ha dicho: 'Hasta el año pasado se habían plantado 22.000 hectáreas, y 250 para investigación desde 1993. Cifras ridículas si las comparamos con las de EE UU, Australia o Argentina'. En cuanto al nivel de investigación, 'en España hay grupos líderes y buenos profesionales, pero estamos detectando un bajón en la inversión de fondos públicos en este campo, y es preocupante. En la Unión Europea es casi imposible conseguir un proyecto de investigación sobre alimentos transgénicos, porque se puede superar la evaluación científica, pero no la repercusión socioeconómica. Ahora no le damos importancia, pero en unos diez años veremos si el sector alimentario europeo no se tiene que echar a llorar y pedir responsabilidades a los que están satanizando sin ningún motivo estos alimentos, coartando el desarrollo de investigaciones públicas que podrían ser de utilidad'.

¿Para qué necesitamos los alimentos transgénicos? Ramón sostiene que no acabarán con el hambre, pero en los países del Tercer Mundo van a ser muy útiles. 'Es cierto que se están construyendo semillas transgénicas de soja, maíz, patata y tomate, que es lo que comemos en Occidente, donde tenemos la barriga llena. Pero hay otros desarrollos que pueden ser de gran utilidad para los que no la tienen', explica. En Chiapas (México) han desarrollado una papaya transgénica que crece en suelos ácidos; en China hay cinco variedades de arroz transgénico resistentes a cinco plagas; y en India han conseguido una patata con un incremento de composición nutricional. 'Las plantas transgénicas pueden tener aplicaciones buenas o malas, y entre las primeras está también la posibilidad de generar cultivos que tengan un menor consumo de insecticidas químicos. El maíz Bt, que porta un gen de una bacteria, es en sí mismo un insecticida biológico', explica.

Sin solución

Los que se oponen a los trangénicos temen que las patentes de las semillas mejoradas queden en manos de un puñado de multinacionales. 'A mí no me gusta cómo está montado el sector industrial agroalimentario europeo', afirma Ramón; 'lo que nadie dice es que las mismas compañías venden tanto las semillas transgénicas como las convencionales'. Ramón lamenta la desaparición de la pequeña y mediana empresa biotecnológica que se estaba generando en Europa: 'Si a alguien va a favorecer esta moratoria es a las multinacionales, que pueden aguantar mucho tiempo sin obtener beneficios'.

Como científico, se siente sobrepasado por un debate tan polarizado como éste. 'Los que se oponen no aceptan ni uno solo de los datos que ofreces', explica, 'nadie mueve un milímetro en sus posiciones. Es un problema económico donde todo el mundo tiene intereses: los de las multinacionales, los de las organizaciones ecologistas (muchas de las cuales tiene una estructura de multinacional), los de los científicos públicos que vemos peligrar nuestra investigación, y los de la clase política, que no quiere perder un solo voto. Es un problema sin solución'.

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