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Alemania quiere 'germanizar' a sus inmigrantes

Una comisión del Bundestag estudia fórmulas para integrar y regularizar a los extranjeros

Ése es el retrato ideal del inmigrante que Alemania quiere cultivar en el futuro, una vez que ya se ha impuesto la evidencia de que la sociedad alemana necesitará varios centenares de miles de inmigrantes anuales para evitar un colapso, primero de sus servicios y después de su sistema de pensiones y seguridad social. Incluso con la inmigración de 200.000 extranjeros todos los años, la población caerá en más de 15 millones en los próximos 15 años.

La terca realidad de la última década ha desmentido rotundamente al lema favorito de los conservadores de que 'Alemania ha dejado de ser un país de inmigración' con el que se quería apuntalar una política de cierre de fronteras. No sólo ha resultado ser del todo imposible aplicar dicha política, sino que ya está perfectamente claro que sin esa inmigración la sociedad alemana no puede seguir manteniendo ni el actual nivel de servicios ni, en algunos años, los ingresos para unas jubilaciones cada vez más numerosas y más largas.

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Desde hace más de nueve meses, una comisión de expertos, bajo la dirección de la ex presidente del Bundestag Rita Süssmuth, estudia las fórmulas más eficaces para la regulación de la inmigración y su integración social. Se trata de establecer un sistema que garantice la regularidad y transparencia de esta inmigración y los criterios de selección.

Nadie cree que las conclusiones de esta comisión, que deberán presentarse al Bundestag antes del verano, vayan a solucionar el problema de la inmigración ilegal. Hoy es una industria en la que las mafias mueven miles de millones de marcos y cuentan con un inmenso y sólido entramado de intereses.

La capacidad de subversión de los actuales flujos migratorios prácticamente incontrolados exige, dicen en Berlín, conseguir que la inmigración futura esté compuesta por individuos y familias dispuestos a reconocer que han de responder a la acogida con su compromiso a convertirse a medio plazo en ciudadanos homologables en sus conductas y necesidades a los alemanes nativos. Hay ya gran certeza de que los inmigrantes que no tienen la mínima posibilidad, pero tampoco inducción por parte del Estado receptor a integrarse, crean unas tensiones, racistas o al menos de roce cultural, que pueden convertirse en el principal riesgo de desestabilización social en los próximos decenios.

Evolución histórica

Durante décadas se ha intentado actuar sólo por la vía del tapón a la nueva inmigración. La evolución en los últimos veinte años ha demostrado que esa política no sólo es inviable, sino además catastrófica. Como en el caso de otros países de la Unión Europea, los trabajadores ilegales se han convertido, además, en una fuerza irrenunciable para muchos sectores económicos. Todo el sector de servicios, construcción y agricultura dependen hoy en Alemania de estos trabajadores. E incluso el Estado se beneficia de los bajos sueldos del trabajador ilegal. Es un secreto a voces que todo el barrio gubernamental de Berlín no podría haberse construido con sus presupuestos si no hubieran trabajado allí miles de trabajadores ilegales de bajo sueldo. Y los 3.500 inspectores de trabajo que la Administración alemana tiene permanentemente movilizados para combatir el trabajo ilegal, especialmente en la construcción, no parece que tuvieron allí, como en general, excesivo poder disuasorio.

El Gobierno alemán ha llegado a la conclusión de que, sin una inmigración legal constante y cuantiosa, el mercado laboral queda en manos de las mafias, con lo que se fomenta la clandestinidad, la delincuencia y la creación de bolsas marginales clandestinas no integradas y socialmente peligrosas. La comisión, creada por el ministro del Interior, Otto Schilly, trabaja bajo presión. En muchos sectores sociales está lejos de cuajar la convicción de que realmente es necesaria esta inmigración y consideran que ésta sólo se sumará a la ilegal para acelerar la desalemanización de Alemania. El miedo a la sociedad multicultural se ha puesto virulentamente en evidencia con el debate sobre el concepto de 'cultura alemana' y 'orgullo nacional' que ha enfrentado al ministro verde Jürgen Trittin con dirigentes cristianodemócratas.

¿Hay que obligar a quien voluntariamente llega a Alemania o a Europa a vivir como alemanes o europeos? La comisión de expertos alemanes sigue debatiendo sobre las medidas a tomar ante un fenómeno inevitable e imprescindible, pero de enormes retos para la cohesión de las sociedades europeas, la alemana a la cabeza, que apenas ahora comienzan a ser conscientes del profundo cambio de época, de conceptos de conducta, identidad y sociedad que se avecinan.

Manifestación antifascista en Düsseldorf, tras un atentado racista contra 10 inmigrantes, en agosto de 2000.
Manifestación antifascista en Düsseldorf, tras un atentado racista contra 10 inmigrantes, en agosto de 2000.AP

La fabricación de lealtades

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