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Entrevista:NICHOLAS CRAFTS | Catedrático de la London School of Economics

'La desaceleración puede ser profunda'

El profesor Crafts alerta de los riesgos de volver al proteccionismo y, aunque no prevé que se produzca una recesión, afirma que en Estados Unidos ya se están dando los síntomas previos

La globalización, un fenómeno que parece lo último en moda económica, es algo tremendamente conocido para los historiadores en la materia. Muy fuerte a comienzos del siglo XX, se detuvo en el periodo de entreguerras, y ahora, de nuevo en pleno auge, deja asomar algunos puntos inquietantes. Nicholas Crafts, catedrático de Historia Económica de la London School of Economics, se ha referido a ellos en un seminario organizado en Madrid por la Fundación BBVA, en el que ha hablado de Globalización y crecimiento en el siglo XX.

Pregunta. Usted afirma que el actual proceso de crecimiento puede llevar a una reacción contraria a la globalización. Me gustaría saber por qué.

Respuesta. En primer lugar, porque si se llegara a una recesión, una poderosa recesión mundial, se desencadenarían respuestas proteccionistas de todo tipo. Eso es lo que ocurrió en los años de entreguerras. La segunda cuestión es que creo que el apoyo de Estados Unidos al libre comercio es menos sólido de lo que era hace 30 o 40 años. Si las cosas fueran mal, no me sorprendería descubrir que el Congreso de Estados Unidos se mostrase mucho más contrario a la globalización. En tal caso, lo interesante sería ver qué tipo de coaliciones políticas se formarían. Es decir, considero que la globalización no es solamente un fenómeno tecnológico, sino también un fenómeno político. Y si el apoyo político en diversos países clave de todo el mundo se debilitara, o incluso si diera marcha atrás, no creo realmente que se corriera el riesgo de una reacción tan severa como la que vimos en el periodo de entreguerras, pero sí creo que podríamos ver sitios en los que la liberalización del comercio se detendría.

P. También alerta de posibles resentimientos hacia las multinacionales, algo que suena antiguo por una parte, y por otra, contradictorio, porque parece que la aspiración de las empresas es precisamente convertirse en multinacionales.

R. Las multinacionales tienen múltiples factores positivos. Han sido muy importantes a la hora de difundir la tecnología por todo el mundo de una forma bastante eficaz. Pero la movilidad del capital ha modificado el poder de negociación entre los gobiernos y las grandes empresas. Esto es inevitable si la globalización continúa y conlleva unos riesgos, no grandes, pero que hay que tener presentes.

P. ¿Se están gestionando bien esos riesgos para evitarlos?

R. Dentro del contexto europeo, creo que muchos de estos fenómenos deben afrontarse en el ámbito supranacional, a la vez que desde cada uno de los gobiernos nacionales. Y me pregunto si en realidad somos capaces de proporcionar respuestas supranacionales. Habría que volver a reflexionar sobre algunas cuestiones que tienen que ver con la subsidiariedad en Europa, cuál es el nivel adecuado en el que deberían tomarse distintas decisiones. En términos comunitarios, esta idea está vinculada con cuestiones de armonización fiscal o social y aún no se ha tomado una decisión.

P. ¿Cree que la globalización empieza a mostrar su peor cara?

R. No. Creo que asoman las preocupaciones por lo que podría ocurrir, no por hechos que hayan ocurrido ya. Por ejemplo, hasta la fecha, dentro de Europa seguimos manteniendo sustancialmente el Estado de bienestar, y seguimos teniendo gobiernos europeos capaces de tomar distintas decisiones de política, pese a todo lo que se diga.

P. ¿Cree justificados los movimientos antiglobalización?

R. Sólo en cierta medida. En términos generales, creo que un comercio más libre es algo que crea unos mayores ingresos y prosperidad para el mundo. Una vez dicho esto, sin duda existen algunos aspectos de las relaciones internacionales que no se encuentran perfectamente cubiertos por los acuerdos como el GATT o la OMC, y que precisan más reflexión y esfuerzo. Como el medio ambiente, por ejemplo. En lo que respecta a la deuda de los países del Tercer Mundo, sin lugar a dudas simpatizo con la idea de que cuando se trate de los países más pobres, Occidente debería favorecer su condonación. En definitiva, admiro el idealismo de algunos de los manifestantes, pero no creo que hayan valorado las cuestiones en toda su magnitud como para percibir las dificultades de lo que están intentando defender.

P. El liberalismo es la ideología dominante. ¿También la única?

R. La economía de mercado ha dejado al margen la alternativa comunista, o lo que sea. Pero lo que también sabemos es que las economías de mercado necesitan regulación.

P. ¿Qué clase de regulación y quién la haría?

R. Sin duda, necesitamos algún tipo de institución supranacional.

P. Hace años que se habla de ello, ¿por qué no se pone en marcha?

R. Porque hay intereses divididos. El FMI, o una institución similar, y los reguladores nacionales ¿dicen que el sistema financiero tiene problemas, creando con ello el pánico, o intentan solucionar la situación sin alertar al público en general? Creo que es una cuestión sumamente difícil de resolver. Lo mejor que podemos hacer es intentar diseñar normas e intentar que los principales países del sistema mundial se comprometan con ellas. Creo que tenemos que diseñar, como se dice en esta jerga, una arquitectura mejor.

P. Las nuevas tecnologías han impulsado terriblemente la globalización, pero con la caída de las bolsas parece que ya no son nada.

R. Las nuevas tecnologías generan claramente mejoras en la productividad dentro una economía. Pero, aunque sabemos que son positivas, es terriblemente difícil saber la magnitud que tendrán en el futuro, y en concreto, saber lo rentables que serán. Y los mercados de valores se preocupan por los beneficios inmediatos. No creo que las tecnologías carezcan de importancia, sino que los mercados financieros tienen dificultades a la hora de hacer una valoración correcta.

P. Desde ese punto de vista, me imagino que no pensará que la caída de los mercados esté anticipando una recesión.

R. En lo que respecta a Estados Unidos, el peligro fundamentalmente estriba en que, junto a la valoración excesiva de las acciones tecnológicas, los consumidores se han mostrado demasiado optimistas sobre su futura rentabilidad, y las empresas han invertido demasiado en las nuevas tecnologías pensando que iba a darse un crecimiento que en realidad no será tal. Ahora, la respuesta natural es que las empresas quieran invertir menos y que los hogares quieran reconstruir sus ahorros. Ésa es la receta para la recesión. Incluso en un mundo en el que la tecnología es básicamente favorable se puede desembocar en una recesión muy desagradable, seguida posteriormente por una reanudación del crecimiento. No creo que se trate de un colapso, pero sin duda existe la posibilidad de que la desaceleración de la economía sea profunda. Ya lo estamos viendo en Estados Unidos.

P. Usted dice que la política importa para el resultado del crecimiento. ¿Cuál es la mejor política?

R. En términos generales, los mercados son un buen punto de arranque. Proporcionan crecimiento si están razonablemente bien gestionados y hay un cierto grado de estabilidad financiera. Si nos centramos en una economía europea, creo que tenemos que mantener el orden del día liberal, en el sentido de no volver al proteccionismo. Probablemente no debamos permitir que el Estado se haga demasiado grande, y tendremos que equilibrar menos fiscalidad con nuestros objetivos sociales.

P. ¿Cree que el cambio en la Administración de Estados Unidos afectará al crecimiento?

R. Si nos fijamos en el futuro más inmediato, en Estados Unidos probablemente sea el señor Greenspan quien más importe. A más largo plazo, los gobiernos sí importan desde el punto de vista de crear incentivos.

P. Greenspan parecía casi mago durante los años de bonanza, pero a la mínima caída de la Bolsa parece que ya no lo hace bien. ¿No es un trato injusto?

R. Su reputación quizá se haya visto impulsada por la buena fortuna, y quizá ahora esté teniendo mala suerte. Sería una tontería decir que es infalible. Se dice que es capaz de andar sobre el agua, pero me han dicho que es porque no puede nadar, literalmente. No, en serio, creo que siempre es difícil juzgar cuál es la respuesta monetaria adecuada. La información es imperfecta, y los cambios se desarrollan muy rápidamente.

La dolarización

Nicholas Crafts cree que la dolarización no es un buen sistema para atajar las crisis en América Latina. Pero, al tiempo, advierte de las dificultades políticas para dar marcha atrás.

'Sin querer dar la idea de que soy un experto en América Latina, porque no lo soy', dice, 'creo que la dolarización es una solución imperfecta. Sería preferible crear bancos centrales genuinamente independientes. Es mucho más probable que esto tuviera éxito a medio plazo porque proporciona una flexibilidad considerable para efectuar ajustes ante las crisis. Según el conocimiento limitado que tengo sobre la situación de Argentina, por ejemplo, están atravesando un problema de ajuste muy complicado, que sospecho que en términos políticos resulta muy difícil de solucionar sin modificar el tipo de cambio. Porque si se modificara el tipo de cambio se socavarían las bases de la reforma que han estado intentando implantar en los últimos años'.

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