Berlusconi está dispuesto a vender su imperio televisivo tras las elecciones, según sus socios
El líder de la derecha cedería su participación en Mediaset a sus hijos en una nueva sociedad
La campaña electoral italiana volvió a gravitar ayer sobre Berlusconi y las hipotéticas soluciones que podría estar preparando para resolver de una vez por todas el conflicto existente entre su dimensión empresarial y la política. Los restantes trapos sucios aireados por The economist pasaron a un segundo plano, como si la clase política italiana tuviera una única obsesión, que Il Cavaliere se deshaga cuanto antes de su imperio televisivo. En dos entrevistas a los diarios económicos The Financial Times y The Wall Street Journal, Confalonieri reconocía la dificultad que representa para Berlusconi mantener al mismo nivel su perfil de empresario y de político.
'La suya es una especie de esquizofrenia', aseguraba el presidente del grupo Mediaset, uno de los más veteranos amigos de Berlusconi. 'En él hay una especie de Doctor Jekyll que quiere pasar a la historia, ser una gran personalidad política respetada y admirada. Pero le atormenta continuamente Míster Hyde, que representa al Berlusconi poco querido, el del conflicto de intereses entre la política y sus televisiones'.
Otro estrecho colaborador de Berlusconi, Giulio Tremonti, el ministro de Economía in pectore de su hipotético futuro gobierno, considera que no existe riesgo alguno de perder el apoyo popular 'porque la gente no vota pensando en el conflicto de intereses' y, por tanto, no habría por qué tomar ninguna decisión urgente. 'La venta de su patrimonio antes del 13 de mayo sería el arma final de Il Cavaliere para no perder las elecciones', señalaba ayer el diario La Stampa, citando a otro anónimo aliado del líder de la derecha.
El problema de la cesión de Mediaset no será fácil de resolver en ningún caso, porque el grupo televisivo es la estrella indiscutible entre las numerosas posesiones de Berlusconi que comprenden la potentísima Mondadori, que controla el 30% del sector editorial en Italia, la Banca Mediolanum, la productora-distribuidora cinematográfica Medusa, el club de fútbol Milan, la cadena de tiendas de vídeo Blockbuster Italia, además de una empresa de construcción, portales de Internet y una pequeña participación, recientemente adquirida, en Olivetti. Precisamente esta última operación ha desatado no pocas especulaciones ya que Olivetti es dueña de Telecom Italia, el ex monopolio de telefonía que está haciendo sus primeros pinitos en el ámbito de la televisión, tras adquirir el año pasado Telemontecarlo, un deficitario tercer grupo de televisión privada italiano.
Roberto Colaninno, presidente de este coloso, hombre muy próximo al centro-izquierda, declaró la semana pasada su interés en entrar en el capital de Mediaset. Aunque Colaninno dio marcha atrás enseguida, todo apunta a que hay en marcha un proyecto de colaboración entre el ex monopolio telefónico y la televisión de Berlusconi para desarrollar proyectos conjuntos, algo que necesita no sólo Telecom, sino también Mediaset, obligada a expandirse en otras áreas de las telecomunicaciones si quiere seguir siendo rentable.
Alianza con Murdoch
La hipótesis avanzada ayer por el diario La Repubblica se basa en un plan reservado supuestamente preparado por la banca Lehman Brothers, que ha asesorado ya en otras ocasiones al Cavaliere. En síntesis, se trataría de trasladar el paquete de acciones que posee Fininvest en Mediaset, y que ascienden a un 48,3% del total (con un valor de mercado en torno al billón de pesetas) a una sociedad de nueva creación. Las acciones de esta nueva sociedad serían redistribuidas, dejando la mitad (24% de Mediaset) en manos de los hijos de Berlusconi (son cinco: dos de su primer matrimonio y tres del segundo) y de Fininvest, mientras a los aliados de Berlusconi, el príncipe saudita Al Waleed al Saud, el alemán Leo Kirch y, sobre todo, al magnate australiano de las telecomunicaciones Rupert Murdoch iría la otra mitad (el otro 24% del grupo). Berlusconi se ha declarado ya en otras ocasiones dispuesto a sacrificar su fortuna en aras de su futuro político, pero ha dejado claro también que no está dispuesto a malvender su patrimonio, ni siquiera bajo la presión de The Economist.
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