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Columna
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Ave central

Hace unos años trabajé en un sitio donde unos cuantos creíamos, entre otras cosas, que la Comunidad Valenciana -para unos reino y para otros paraíso- sería aquello que los valencianos quisiéramos hacer de ella. Y una de las iniciativas por la que nos desvivimos fue lo que ahora llamamos AVE y que en aquel tiempo no pasaba de ser Tren de Alta Velocidad.

Ya en las conclusiones de 1989 se vio con diáfana claridad que el tren de alta velocidad estaba ligado a las zonas con mayor futuro de la Europa comunitaria, aquel club internacional de élite en el que había ingresado.

La segunda asignatura nos enseñó que el trazado del AVE tenía sentido en la Comunidad si se contemplaba con el corredor mediterráneo como prioridad. El trazado por la costa mediterránea se inicia en la frontera francesa, desde el Rosellón hasta los confines de la Comunidad Valenciana.

La excentricidad de aquel año tenía tres precedentes. Por un lado, ser la conexión más corta con el resto de Europa; por otro, coincidir con el primer trazado largo de ferrocarril que se construyó en España a finales del siglo XIX; y, finalmente, superponerse sobre el recorrido de la primera autopista, la del Mediterráneo, construida en España, en la década de los 70, bajo los auspicios del Banco Mundial (BM).

Afortunadamente hoy, el presidente de la Asociación Valenciana de Empresarios, A.V.E., Federico Félix, se está empleando a fondo en este tema, defendiendo las premisas de tren de alta velocidad como sea y por donde sea, pero pronto.

No le falta razón, porque a los valencianos se nos acaba pasando el arroz, casi siempre. Y nos podemos mirar en ese otro espejo de doble fondo, que es el proyecto central de la ciudad de Valencia -el Parque Central- en el que nos están toreando al alimón RENFE y el Ministerio de Fomento.

Pase de pecho o natural, en cuya faena ya se enzarzaron José Borrell, a la sazón Ministro de Obras Públicas y Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, en otros tiempos que el PSOE era todopoderoso.

Los temas cuando se enquistan, acaban solucionándose si se reconducen bajo otro nombre.

Así podríamos llamar al proyecto urbanístico de la capital valenciana: Parque de Alta Velocidad y a ese tren, que tanto necesitamos, como AVE Central.

Cualquier derroche de imaginación está justificado para aproximarnos de verdad a Europa, aunque sea dando un rodeo por Cuenca y por la capital de España.

Madrid sigue creyéndose el ombligo de la Península Ibérica. Es posible que nos vaya mejor si les seguimos la corriente, porque cada día es más probable que no les falte razón.

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