La fuerza de la ermita de Elizmendi
Contrasta une a su atractivo de villa medieval la leyenda sobre los influjos mágicos de su segundo templo
La Montaña Alavesa cuenta con el misterio que le confiere estar entre dos grandes comarcas (La Llanada y La Rioja) en las que el horizonte se pierde en el infinito. Ahí arriba, sin embargo, el relajo que teóricamente producen los espacios abiertos desaparece. Es más, la pervivencia todavía de muchas zonas boscosas, sobre todo alrededor del alto de Opakua, dispensa a este entorno de un cierto misterio que hace creíbles muchas costumbres olvidadas en lugares más frecuentados.
Este es el caso de la ermita de Nuestra Señora de Elizmendi de Contrasta, uno de los templos marianos más populares de la Montaña Alavesa, cuya construcción se llevó a cabo con piedras de alguna necrópolis romana de las cercanías, tal y como muestran los restos de lápidas que aparecen en su fachada. La de Elizmendi es la única que permanece en pie de las siete ermitas con las que contaba esta localidad en el siglo XVI. Y quizás haya influido en ello, además de su estratégica ubicación, la creencia de que en un determinado punto de la campa cercana la tierra irradia energía.
No es la primera vez que se encuentra este tipo de vinculación entre una iglesia cristiana y otras creencias de origen pagano. Eso sí, en esta ocasión la presunta fuerza energética que se adquiere junto al segundo templo de Contrasta parece no tener un origen tan lejano. Pero lo cierto es que quienes han probado la experiencia de la mano de una de las vecinas del pueblo sí han sentido alguna sensación extraña, que quizás llevó a los primeros pobladores de toda la Montaña Alavesa a establecer un poblamiento sobre esta colina.
Está atestiguada la penetración romana en estos parajes, tal y como señala la historiadora Micaela Portilla, quien considera que una de las vías de La Llanada hacia Estella se hacía a través de los montes de Iturrieta, por el camino que pasaba por las actuales localidades de Contrasta y Ullibarri Arana. La zona, además de poseer estas virtudes camineras, también debía ser un buen lugar de asentamiento.
Villa por Alfonso X
Por lo menos, así lo entendieron los sucesivos habitantes de la zona tras la caída del Imperio Romano, tanto que hasta en la configuración de las villas alavesas, Contrasta figura entre las que creó Alfonso X, cuando la provincia pertenecía casi por partes iguales a Castilla y a Navarra. La fundación oficial de Contrasta fue hacia el año 1256, al mismo tiempo que se crearon Salvatierra, Corres y Santa Cruz de Campezo, en un intento del rey sabio de afianzar sus fronteras con el reino de Pamplona.
Desde su fundación y durante siglos, Contrasta ha estado siempre bien poblada. No se sabe si por la energía que irradiaba de la colina de Elizmendi, seguro que mucho más sentida (si es que existe realmente) en aquellos tiempos en los que el ser humano sufría menos agresiones externas artificiales. O, tal vez, por las ventajas que obtenía el ser paso seguro de las recuas y viajeros que cruzaban la Montaña.
Hay que decir que estaba bien fortificada, como todavía hoy muestran algunos restos de la muralla que rodeaba la villa, con una torre (hoy desaparecida), al norte, y una iglesia, al sur, como principales alturas. Era un espacio relativamente pequeño, pero distribuido equitativamente en parcelas que adquirían para vivir aquellos que buscaban la seguridad en tiempos convulsos. Con todo, Contrasta sufrió las guerras entre oñacinos y gamboínos, por su adscripción a este último bando (por cierto, perdedor en la zona), por lo que sufrió asedio y saqueo en varias ocasiones.
El conflicto llegaba a Contrasta en todo momento en que la zona se hallaba en guerra. Aunque ya no sea así, Contrasta fue un estratégico cruce de comunicaciones hasta hace unos cincuenta años. Lo corrobora su presencia en las crónicas de la guerra contra la Francia napoleónica o las dos carlistadas, primeras muestras de guerra civil definida en el País Vasco, después de las peleas de banderizos de la Edad Media.
La documentación sobre la entrada de los franceses recoge el saqueo del pueblo y el despojo de vasos sagrados de la parroquia por parte de una división de los ilustrados galos. Y ya en la segunda guerra carlista, le toco pasar por las manos del general liberal Córdoba, quien dio buena cuenta de uno de los dos hospitales con que contaba el pueblo, mientras en el otro sus soldados se restablecían de las heridas y del cansancio del combate.
Como se ve, no todos los visitantes que acudían hasta Contrasta lo hacían llamados por la famosa fuerza que emana de la ermita de Elizmendi. Es más, no será hasta la llegada del ferrocarril y el automóvil cuando este paso de la Montaña Alavesa deje de sufrir los embates de su condición de cruce de caminos.
El imán del casco antiguo
Desde la tranquilidad contemporánea, Contrasta ofrece un casco antiguo bien conservado, con alguna entrada en arcada bajo las casas que recuerda sus tiempos de fortaleza. Se nota, también, que parte de las edificaciones construidas camino de la ermita de Elizmendi se levantaron con piedras de la antigua torre o de la muralla. Pero, sobre todo, el pueblo mantiene el imán, ahora pacífico, que obliga a tomar el desvío de la carretera que va a Santa Cruz de Campezo y parar a realizar la visita pertinente.
Si se pregunta por la citada fuerza, los vecinos más cercanos mirarán al forastero con esa extrañeza socarrona de quien no es el primero que escucha una pregunta casi extraterrestre. La respuesta de uno de los paisanos fue la siguiente: 'También decían que en el puerto de Opakua se aparecía una rubia las madrugadas del fin de semana, pero yo nunca la he visto'.
Como se ve, la energía terrenal que emana de la ermita de Elizmendi no está confirmada. Pero este es uno de los principales atractivos de una villa secular, que se presenta como parada indispensable en la ruta de la Montaña Alavesa. Además cuenta con la visita a su iglesia parroquial, de Nuestra Señora de la Asunción, que todavía guarda entre sus muros algo del esplendor de su época medieval.
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