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El paisajismo pugna por tomar el relevo del urbanismo en el diseño del territorio

Una bienal analiza en Barcelona la situación de una disciplina en proceso de expansión

'Preveamos el futuro; si no, llegará el día en que los forasteros que entren en nuestro país se horrorizarán al encontrarse una maraña inextricable de fábricas, pinos, carreteras, pozos de mina, huertos, casas, hilos eléctricos, cementerios, entre los cuales no quedará ni un milímetro libre. Cataluña ya no será una bella tierra, ni podrá serlo nunca más'. Esta advertencia la escribió, en 1926, el conocido paisajista y urbanista menorquín Nicolás Rubió i Tudurí. Como puede comprobarse a simple vista, cayó en saco roto. 'Cataluña, al ser un área rica e industrial, es una de las zonas con más problemas medioambientales de España', reconoce Jordi Bellmunt.

No es causalidad, en este aspecto, que sea también la comunidad pionera en los estudios de paisajismo. Es una disciplina tan nueva que aún no hay un solo paisajista titulado en España. La primera promoción de la Escuela Superior Técnica de Arquitectura de Barcelona, la única que de momento ofrece esta especialidad en el país, estará lista a finales de año para presentar su proyecto de final de carrera. Nada que ver, en este sentido, con los 1.200 paisajistas titulados que hay en Francia o Dinamarca, o en la larga tradición de los países anglosajones.

Campo arquitectónico

En España, segun Bellmunt, se dedican al paisajismo unos doscientos profesionales, entre los que abundan los arquitectos. Algunos, como los madrileños Iñaki Ábalos y Juan Herreros, están demostrando las posibilidades de la disciplina con proyectos como la planta de tratamiento de basuras de Valdemingómez, al sureste de Madrid, que obtuvo una mención en la VI Bienal de la Arquitectura Española por conseguir 'con su tamaño y rotundidad formal establecer un cierto grado de orden y referencia en un lugar tan sórdido de la periferia madrileña'.

En Barcelona, en los próximos años se verán otros ejemplos de esta visión paisajística de los arquitectos con las intervenciones en el área del Fórum 2004 -situado físicamente encima de una planta depuradora y al lado de una planta de compostaje de residuos-, en el proyecto del vertedero del Garraf y en los esfuerzos municipales, poco apoyados por las administraciones autonómica y estatal, del cinturón verde del área metropolitana.

En Canarias y Baleares, en donde el área litoral se ha degradado asimismo de forma alarmante, también se están iniciando esfuerzos para regenerar un paisaje del que, por otra parte, se 'alimenta' desde hace años el sector turístico, la principal fuente de riqueza de España.

'Llevo 20 años trabajando en el paisajismo y aún no sé lo que es', reconocía el ingeniero agrónomo Manuel Colominas en una de las sesiones de la II Bienal Europea de Paisaje, celebrada entre el 19 y el 21 de abril en Barcelona con la asistencia de 300 participantes y 29 ponentes internacionales. 'No comparto el pesimismo de muchos de mis colegas, y creo que es una disciplina con futuro', afirmó la paisajista francesa Karin Helms. 'En Francia la mayoría de paisajistas trabaja en zonas urbanas o suburbanas, pero hay pocas oportunidades de hacerlo en las zonas rurales, en donde se está transformando de forma radical el paisaje debido al cambio del uso del territorio'. 'Ahora cada vez es más difícil separar lo que es la ciudad de lo que es campo, y el mismo concepto de periferia se está perdiendo', explica Bellmunt, para quien el paisajismo aúna los esfuerzos de múltiples disciplinas, desde la jardinería al urbanismo, pasando por la agricultura, la biología o la economía. 'Los paisajistas nos entendemos bien con los ecólogos y no tan bien con los ecologistas. Queremos que se sea riguroso y que se discutan las cosas sin banalizar ni mezclar las cuestiones ideológicas con el medio ambiente. Estamos en el siglo XXI y pensamos que se tiene que ser intervencionista desde la seriedad y el respeto, porque, si dejamos las cosas congeladas, las perderemos. No queremos destrozar nada, sino que pretendemos trabajar con la naturaleza'.

El lema de esta bienal, Jardines insurgentes, pretende precisamente revindicar esta posición intervencionista al proponer que se considere que todo el territorio es un jardín al que hay que tratar con mimo. El mismo que habría que tener con el paisaje urbano, el más poblado y castigado, de momento, no sólo por la especulación urbanística, sino también por el caos visual. El crítico y arquitecto Luis Fernández Galiano optó por la radicalidad al presentar en el marco de la bienal un manifiesto titulado ¡Que se vayan las vallas! 'Si nos enfrentamos a la contaminación atmósférica, acústica y luminosa, no menos debemos oponernos a la contaminación visual del entorno urbano por esa algarabía de mensajes publicitarios de naturaleza comercial o política', señala en el texto. 'Su eliminación es un objetivo modesto y verosímil: una ley las hizo desaparecer de las carreteras, y una ordenanza las puede extirpar de las ciudades'.

Una vista de la planta de reciclaje de Valdemingómez (Madrid), de los arquitectos Iñaki Ábalos y Juan Herreros.
Una vista de la planta de reciclaje de Valdemingómez (Madrid), de los arquitectos Iñaki Ábalos y Juan Herreros.
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