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Reportaje:MANUEL I. GALÍNDEZ | ARQUITECTURAS

La apuesta por el eclecticismo

Manuel I. Galíndez es uno de los enlaces de la arquitectura bilbaína de antes de la guerra y de la que surge en los años cincuenta. Hasta su fallecimiento en 1980 mantuvo relaciones con los arquitectos más jóvenes,

desde el estudio que mantenía con su sobrino José Chapa.Los ensanches de las ciudades siempre han servido como espacios donde los más prometedores arquitectos presentan sus trabajos más ambiciosos. La tan citada globalización parece que ha llegado también a este campo y los diseños de las nuevas urbes ya no recaen en las figuras locales y se reparten entre los nombres más difundidos en el universo de los medios de comunicación. De ahí que un recorrido por el Bilbao de Manuel I. Galíndez, además de descubrir interesantes aportaciones a la arquitectura del movimiento moderno, tenga algo de recuerdo de aquellos tiempos en los que la aldea era local y lo más que salía un arquitecto bilbaíno, por ejemplo, era a Madrid, Barcelona o a Sitges.

Galíndez es un personaje característico del siglo XX. Pocos hubo en el País Vasco que apostaran decididamente por una u otra vanguardia; tampoco es de los exigentes a la hora de aceptar encargos. Ahí están sus 400 expedientes desarrollados que incluyen edificios de inigualable valor, como el de La Equitativa en Bilbao, junto a trabajos de encargo en forma de viviendas unifamiliares en Getxo o Sodupe. En todos ellos se percibe el denominador común de la calidad en la construcción y una intención deliberada de trascendencia en el tiempo, tal y como señala en distintas ocasiones Jesús María Susperregui en la cuidada monografía que el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro publicó sobre Galíndez hace ahora un año.

A la hora de abordar la obra de este arquitecto vizcaíno lo mejor es remitirse a la década de los años treinta. Es en ese periodo cuando se pueden encontrar las mejores aportaciones del ya reputado Manuel I. Galíndez, nacido en Bilbao en 1892, y que cuenta por entonces con un estudio conocido en la villa y obtiene encargos de entidades de prestigio, como Seguros La Aurora o el Banco Hispano Americano. Atrás queda su periodo como discípulo de Ricardo Bastida y sus primeros años en solitario, a partir de 1922, etapa en la que todavía muestra los tics propios del autor recién titulado.

De este segundo decenio del siglo pasado se pueden citar bloques de viviendas y casas unifamiliares que han pasado sin pena ni gloria a la posteridad. Una excepción puede ser su proyecto para prolongar la calle Ercilla, a través de la Alameda de Mazarredo y sobre la Ría, hasta el Campo Volantín. Esta propuesta, que realizó con el ingeniero Lequerica, en 1920, nunca se llegó a construir, pero ya refleja esa apuesta de Galíndez por integrar algunos de los postulados que se empiezan a manejar fuera de la Península, sin olvidar la tradición local. Así se desprende de las respuestas a una encuesta realizada en 1928 a distintos arquitectos, recogidas por Susperregui en la citada monografía: 'Bien poco pueden enseñar las arquitecturas regionales en el uso del hormigón armado, pero en el empleo de otros materiales tienen experiencia de siglos y en cuanto a sus formas orgánicas y estéticas pueden ser de gran utilidad'.

Sus aportaciones más reconocidas son esas que mantienen una deuda con el movimiento moderno, las que realizó cuando frisaba los 40 años, cuando han madurado ideas como la referida. Ahí está el edificio de La Equitativa, junto a los Jardines de Albia. En un tono sobrio, con la práctica ausencia de ornato alguno, Galíndez se aproxima a la modernidad sin renunciar del todo a sus esquemas clásicos. Quizás en este eclecticismo haya que buscar el sentido a toda la obra del arquitecto bilbaíno.

Javier Cenicacelaya, en un recorrido intenso por seis de sus obras, publicado en la revista Arquitectónica en 1991, recuerda que 'Galíndez no se puede adscribir a un movimiento o estilo. Tiene su manera propia, que se manifiesta a lo largo de los edificios'. Así se puede comprobar en el resto del recorrido por Bilbao: desde la torre de Bailén, que todavía hoy desafía a la Ría desde su ubicación privilegiada, al edificio de la Naviera Aznar, levantado en un solar de forma peculiar, que le permitió a Galíndez resolver la construcción desde distintos puntos de vista.

Y no hay que dejarse en el tintero las oficinas de La Aurora en la Plaza Elíptica, la sede del Banco Hispano Americano en la Gran Vía o la primitiva construcción del aeropuerto de Sondika, hoy en segundo plano tras la puesta en marcha de la terminal de Santiago Calatrava en Loiu. Entre las numerosas viviendas unifamiliares que diseñó mención aparte merece un trabajo de relativa juventud proyectado en Sitges en 1932, quizás la apuesta más decidida por la modernidad en este ámbito, y que, por ejemplo, contrasta con el sabor tradicional de la Villa Hurtado de Saracho, construida en el mismo año en Sodupe.

Galíndez es, efectivamente, una metáfora de la mayoría de sus contemporáneos del siglo XX, participando de una manera u otra en los acontecimientos más señalados, pero sin apostar con pasión por ninguno, siempre a la espera de nuevos acontecimientos. Como conluye Susperregui, 'desde su arquitectura, utiliza la moda aprobando el mundo, compartiendo en su fiesta particular el pasado, y esperando del futuro nuevos datos para ser aplicados'.

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