China exige a EE UU que ponga fin a los vuelos de espionaje
Pekín desea compensaciones por la muerte de un piloto y la pérdida de un caza
La lectura de las autoridades chinas era distinta, confirmando que el caso del avión espía, la primera crisis internacional de envergadura de la presidencia de Bush, es un síntoma de que la relación entre Washington y Pekín en el siglo XXI es una delicada mezcla de intereses compartidos y rivalidades explosivas. Aunque en China se alzaban voces criticando la liberación de los tripulantes del EP-3 sin que EE UU haya pedido perdón, el Gobierno de ese país insistió en que lo importante -el aparato e instrumentos de alta tecnología- sigue en su poder.
Pekín confirmó el jueves que en sus negociaciones de la próxima semana con Washington reclamará el fin de los vuelos de espionaje. 'Estados Unidos debe dejar de enviar aviones a las costas de China en misiones de reconocimiento', declaró Zhang Qiyue, portavoz del Ministerio de Exteriores chino. Pekín también desea una compensación económica por la muerte de un piloto y la pérdida de un avión en la colisión.
Desde Uruguay, una de las etapas de su actual gira por América Latina, Jiang Zemin, el presidente chino, declaró el jueves que el contencioso 'no está arreglado por completo'. La misma idea, pero sobre otro asunto, la expresó el secretario de Estado, Colin Powell, en París. 'Esto no ha terminado, nuestro avión sigue ahí'.
Powell señaló que, en las negociaciones que comienzan en Pekín el día 18, EE UU reclamará la devolución del EP-3. O de lo que quede de él, después de que sus tripulantes destruyeran datos, códigos y programas durante el aterrizaje forzoso y los chinos hayan desguazado y analizado el resto.
Los 24 tripulantes del EP-3 llegaron a Hawai el jueves y, tras ser interrogados a fondo por especialistas militares y de espionaje, viajarán el sábado a la base aérea de la isla de Whidbey, en el Estado de Washigton, donde se celebrará la gran ceremonia de bienvenida a casa. Ésa es la foto que buscaba Bush. Según los analistas de The New York Times y The Washington Post, el presidente republicano no ha salido demasiado malparado de su primera crisis. Si no hubiera adoptado un tono muy duro en los primeros días, podría haberla acortado, pero, al final, tiene la imagen del regreso de la tripulación sin haber llegado a pedir explícitamente perdón. La Casa Blanca subraya que las amenazas norteamericanas, jamás efectuadas en persona por Bush o Powell pero sí por congresistas de la derecha republicana, han funcionado.
El Gobierno chino, que desea culminar este año su entrada en la Organización Mundial de Comercio, tiene un gran superávit comercial con Estados Unidos y propone a Pekín como sede de los Juegos Olímpicos de 2008, ha sido sensible a esas amenazas y, para liberar a la tripulación, se ha contentado con el doble 'lo lamentamos mucho' de la carta estadounidense del miércoles.
Pero la crisis ha mostrado también que Bush carece de una política coherente respecto a China y de especialistas en el gigante asiático. Bush no ha llegado a usar el teléfono rojo que establecieron a finales de los noventa su predecesor, Bill Clinton, y su homólogo chino, Jiang. Ha querido evitar que le ocurriera como a Clinton, cuando éste, en la crisis del bombardeo norteamericano de la Embajada china en Belgrado, usó el teléfono rojo sin que Jiang le contestara. Si ha salido bien del paso ha sido gracias a la habilidad del embajador norteamericano en Pekín, Joseph Prueher, nombrado por Clinton al final de su mandato.
La vaga política de competencia estratégica con China propuesta por Bush como alternativa a la de asociación estratégica de Clinton ha mostrado sus riesgos. China es demasiado grande, poblada y poderosa, y exige un gran respeto, como para plegarse a las iniciales amonestaciones de Bush para que devolviera sin más el avión y sus tripulantes. El equilibrio en su cúpula de poder es, además, muy delicado. El presidente Jiang ha recibido fuertes presiones de la cúpula del Ejército Popular de Liberación para que no se ablandara.
Antes de fin de mes deberán conocerse las lecciones que ha aprendido Bush. El presidente norteamericano debe tomar una decisión sobre la venta de armas de alta tecnología a Taiwan, que China considera 'una provincia renegada'. Una fórmula salomónica podrá ser venderle a Taiwan los destructores que desea, pero sin el avanzado sistema de misiles Aegis. Si el Aegis va al final en el paquete, el caso del avión espía habrá sido tan sólo el comienzo de una seria enemistad.
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