Una España bicolor
Cada vez está más claro que la gran misión que Aznar ha escogido para pasar a la historia es conseguir la plena nacionalización de España, la generalización de una conciencia nacional española unificada que -como pretenden conseguir todos los nacionalismos- haga coincidir la nación con el Estado. La cruzada tiene frentes diversos, culturales, simbólicos, económicos, incluso futbolísticos. Pero tiene también frentes estrictamente políticos. Una de las muestras visibles de que la nacionalización que pretende Aznar todavía no se ha conseguido del todo es el mapa político del Estado que podemos ver después de las elecciones. Es un mapa básicamente bicolor, popular y socialista. Pero con unas manchitas de color distinto en Euskadi y en Cataluña, donde unos partidos políticos raros cuyo ámbito no coincide con el, digamos, nacional no sólo se presentan a las elecciones, sino que a veces incluso las ganan y, encima, gobiernan.
Desde la perspectiva de Aznar, un Maragall presidiendo la Generalitat en coalición con alguna fuerza nacionalista es una bomba en el proyecto de Zapatero
Tengo la impresión de que, como un aspecto más de su proyecto unificador, Aznar desea para España un mapa político bicolor. Sospecho que éste es el principal objetivo de su política en Euskadi, por encima de otros objetivos muy importantes, pero subsidiarios del principal. Las próximas elecciones son el intento más serio hasta ahora de conseguir integrar Euskadi en el mapa político bicolor. Si lo consiguen, la única mancha de color distinto que quedará será Cataluña. Y encima resulta que es una mancha importante por territorio, población y peso económico.
¿Cómo puede afectar esta vocación de Aznar, que es la única que explica el fondo y la forma de sus recientes declaraciones a Josep Puigbó, a la política catalana? Si el proyecto de Aznar prevé también incorporar Cataluña a este mapa en dos colores, puede tener dos vías. La primera, la desactivación del nacionalismo mayoritario, al que ve prisionero de los votos populares, si va diluyendo sus planteamientos nacionalistas, hasta acabar en un futuro como una especie de Unión del Pueblo Navarro. Los populares han intentado avanzar en esta línea y han conseguido algunos éxitos, pero no sé si pueden ir mucho más allá. O, dicho de otro modo, el que no puede ir mucho más allá -y probablemente debe volver un poco más acá- es CiU, que se enfrenta con el riesgo de perder su perfil político. Si esta vía no funciona, la alternativa es desalojar a los nacionalistas del poder y esperar que una derrota electoral les lleve a una casi disolución, en beneficio de un PP catalán que heredaría el espacio entero de la derecha.
Hasta ahora ha sido un axioma de la política catalana que el PP sostendría a Pujol para evitar una victoria de Maragall que se pudiese interpretar como un inicio de la recuperación socialista en España. Según cuáles sean los resultados de las elecciones vascas, con un PSOE todavía muy débil, el PP puede tener la tentación contraria, y algunas cosas hacen pensar que ha empezado a contemplarla. Si cree que es el momento histórico para teñir Cataluña con uno de los dos colores del mapa nacional de España, el PP puede forzar -o intentarlo- la caída del Gobierno nacionalista, aunque sea en beneficio de Maragall. ¿Una reedición del viejo 'antes roja que rota'? Ni tan roja ni tan problemática. Desde la perspectiva de Aznar, un Maragall presidiendo la Generalitat en coalición con alguna fuerza nacionalista -y si es posible, con los independentistas- es una bomba política en el proyecto de Zapatero. Un Maragall gobernando con Esquerra y con un discurso catalanista regala al PP centenares de votos en la España castellana y el monopolio del discurso de la vertebración nacional.
Tengo la sensación de que esto es lo que le pide el cuerpo a Aznar, convencido de su misión casi mesiánica a favor de la españolidad de España. No creo que lo plantee a fondo antes de las elecciones vascas y, en cualquier caso, el resultado de estas elecciones va a influir en su política en Cataluña. Pero en según qué condiciones, puede ser su tentación. Puede que Aznar lo intente. No está tan claro que lo consiga. Al margen de las políticas de partido, la fuerza de las ideas transversales del catalanismo -que tiñen a los nacionalistas, pero también a socialistas e incluso a populares catalanes- hace difícil una operación que lo que pretende es precisamente acabar con el catalanismo político, es decir, con la reivindicación catalanista. Aznar dice que los tiempos de la reivindicación se han acabado. No sé si los catalanes también lo creen. Algunos, no.
Vicenç Villatoro es escritor, periodista y diputado de CiU.
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