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Barbara Kingsolver denuncia en una novela la agresión de la cadena alimenticia

Se publica en España 'Verano pródigo', de la autora estadounidense

De su anterior novela, La biblia envenenada, Barbara Kingsolver (Kentucky, 1955) vendió más de cinco millones de ejemplares en EE UU y 17.000 en España. Con su nuevo libro, Verano pródigo (Ediciones del Bronce), que presentó ayer en Madrid, quiere alertar sobre una idea que expresó en la presentación: 'Una especie tan ignorante y agresiva con su cadena alimenticia como es el ser humano posiblemente no merece persistir'.

La escritora estadounidense, que se expresa en correcto español, explicó que siempre basa su escritura en el tema, no en los personajes. En Verano pródigo, que se desarrolla en el ambiente rural de las pequeñas granjas del sur de las montañas Apalaches, Kingsolver se sirve de tres historias de amor entremezcladas para 'desafiar la idea de que los seres humanos funcionamos de forma independiente a otras formas de vida en este planeta'. La autora aseguró que los problemas alimentarios de las vacas locas y la fiebre aftosa que preocupan a Europa 'no son muy diferentes a los de EE UU'.

Con nueve libros a sus espaldas, traducidos a varios idiomas (Verano pródigo será editado por Proa en catalán), Kingsolver recela de la etiqueta de autora de best sellers. Admitió que a veces le preocupa que sus libros sean tan populares, y antes de precisar que es muy importante no subestimar a los lectores confesó que se pregunta: '¿Pueden comprar mis libros y entenderlos los mismos que votan a George Bush?'.

Abuso y vergüenza

La escritora, bióloga y celosa ecologista, considera 'abominable' el rechazo del presidente de su país al Protocolo de Kioto sobre reducción de gases de efecto invernadero. 'Es un abuso no sólo de la vida de nuestros hijos, sino también de los vuestros, y para mí es una vergüenza', declaró. Activista contra la guerra de Vietnam en sus años universitarios, Kingsolver está convencida de que el capitalismo representa una agresión contra los derechos humanos y el medio ambiente, y afirma que nunca ha dejado de enfrentarse a los problemas que genera, pese a quienes niegan en su país la compatibilidad de los temas políticos y la literatura. Su conclusión es que 'el arte puede tratar de cualquier cosa siempre y cuando sea arte'.

Incómoda por el dinero que ganó con La biblia envenenada, la escritora creó un premio bianual, dotado con 25.000 dólares (4,6 millones de pesetas), que reconoce las obras de autores noveles estadounidenses que abordan 'temas de cambio social'.

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