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Reportaje:

Un 'búnker' zapatista en la capital

Marcos y los 'comandantes' zapatistas viven en una universidad protegidos por policías, indígenas y estudiantes

Juan Jesús Aznárez

Protegido como un jefe de Estado desde que el 11 de marzo llegara a Ciudad de México y sujeto a una apretada agenda de entrevistas y reuniones, el subcomandante Marcos despacha y reflexiona a diario en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), situada en un barrio popular de la capital federal. Granaderos y policías apostados en las inmediaciones y un cordón de indígenas zapatistas y estudiantes radicales en las rejas de entrada vigilan la estancia del jefe rebelde y de los 23 comandantes que le acompañan. Sólo un pequeño grupo tiene acceso a las dependencias donde los encapuchados reciben a los invitados especiales, se duchan, comen, duermen o departen sin embozos.

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La revisión e identificación de quienes acuden a las instalaciones del centro escolar oficial, que cuenta con 1.200 alumnos, es minuciosa, y a veces se ve sobresaltada por la irrupción del asilvestramiento ultra, mayoritariamente procedente del Consejo General de Huelga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). '¿Y tú quién eres?'. 'Periodista'. 'Prensa. Aaah, ¿que no lees cómo nos trata la prensa, compa?'. La guardia del EZLN más arisca recela de la prensa que percibe crítica; tuerce el morro, se encoge de hombros o no contesta. Las imaginarias frente a las rejas del búnker de la ENAH son disciplinadas y permanentes, y muy profesionales.

'Aquí nadie entra si no hay una orden de la comandancia (del EZLN), ni siquiera nosotros, que somos parte de la seguridad', informa Alberto Buenrostro, estudiante de Antropología. Regularmente, solidarizándose con la causa, mexicanos o extranjeros llegan a la posada de los insurrectos con garrafones de agua, comida fresca o enlatada, vegetales, productos de limpieza, medicinas o aquellos elementos requeridos en sus comunicados por las comisiones que se ocupan de atender a la delegación rebelde. El mundo del rock también se hizo presente en la meca de la contestación. Rocco, solista del grupo La Maldita Vecindad, acudió, con otros, para ofrecer 32 toneladas de víveres: para los dirigentes zapatistas y el resto para enviar a Chiapas.

Marcos ocupa buena parte de su tiempo diseñando reacciones y tácticas políticas, escribiendo discursos o declaraciones a la prensa. Gente de su entorno asegura que los servicios de espionaje del Estado acechan las instalaciones tratando de anticipar sus intenciones. Cientos de indígenas llegaron con la expedición que salió de Chiapas el pasado mes y, aunque muchos regresaron a sus comunidades de origen, otros llegaron para reemplazarlos.

Poco a poco, los comandantes mejoraron su condición física gracias a la atención de la comisión médica, que integra facultativos y universitarios de confianza. No pocos sufrieron afecciones intestinales al alimentarse durante semanas sólo con frijoles, arroz y café, y su dieta debió ser enriquecida con carne, frutas frescas y vitaminas. Comerciantes ambulantes, mientras tanto, ofrecen en la zona paliacates (pañuelos) zapatistas y pasamontañas, y las calles del epicentro alzado albergan una parafernalia revolucionaria que incluye imágenes del Ché, una de las referencias de Marcos.

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