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LA CRÓNICA
Columna
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Viaje al sur

Confirmado: en el sur de Cataluña hay un cabreo espeso. Y cansancio, mucho cansancio. La gente del Ebro lleva cuatro meses movilizada por el agua y ya no puede con su alma. Hay sentimiento de abandono por parte de los centros que deciden -Barcelona, Madrid- y también orgullo porque esas tierras, tras las movilizaciones de los últimos días, por fin han saltado al cicatero mapa de la actualidad.

Ayer por la mañana, en Amposta, cundía cierto sentimiento de final de ciclo, de que protestarle el trasvase a Pujol era la culminación de un proceso. 'La verdad es que no podemos más', confirmaba una señora. 'Zaragoza y Madrid fueron los dos grandes momentos, pero aquí hemos estado cada fin de semana en pie de guerra'. La concentración era a las diez en una zona de campos de juego de las afueras de la villa. De ahí la comitiva -unas 400 personas- partía ordenadamente hacia el instituto de bachillerato Montsià, donde media hora después estaba previsto que llegara Jordi Pujol para inaugurar la línea ADSL que alimenta los 120 ordenadores del centro.

Pujol informó de que había viajado en 80 ocasiones a las tierras del Ebro, la primera en 1956...
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Pancartas: 'Riu mort, delta perdut, Catalunya sense sud'. 'L'AVE al Prat, tot arreglat. I pel transvassament, Jordi, no t'has mullat'. Otra, más inquietante: 'Primer la sang que l'aigua'. Viendo las caras de los manifestantes, se diría que entre la sangre que corre por sus venas y el agua que lleva el río no hay diferencias apreciables: llevan el río muy dentro.

Los organizadores pedían comedimiento en las consignas. Incluso, antes de que llegara el Audi oficial, ensayaron una unitaria. Ésta: 'Som Catalunya, no al transvassament'. Otras frases, más duras, quedaron aparcadas, como 'volem polítics dignes, no compensacions'.Dio para poco Amposta. Entre el griterío general y las futbolísticas tarjetas rojas de expulsión que esgrimían los disconformes, Pujol desfiló raudo al interior del instituto. Interior de instituto, mañana de sábado (instituto, por cierto, inaugurado por el propio Pujol el 27 de junio de 1981). Un alumno espabilado mostraba al presidente las ventajas de la banda ancha, 30 veces más rápida que la línea convencional. Al cabo, parlamentos protocolarios, sin referencias al agua. Pujol proporcionaba en su discurso un dato curioso que luego retomaría: de los 51 pueblos de las comarcas del Ebro, dijo, él los ha visitado todos salvo dos. No dijo cuáles.

A la salida, los concentrados habían desaparecido. Siempre les quedaría Tortosa, adonde el presidente se dirigía seguidamente para reunirse con los líderes de la Plataforma de Defensa del Ebro. El lugar en que lo hacía sonaba a chascarrillo poco adecuado a los ánimos: Institut per al Desenvolupament de les Comarques de l'Ebre.

Allí protestaban no ya los 400 de Amposta, sino un millar largo, y la llegada del Audi oscuro y su comitiva ya no coló con la suavidad de la primera vez. Cuando Pujol asomó en el coche arreciaron los gritos gruesos: 'traidores', 'vendidos'. Al mismo tiempo, una pequeña avalancha obligaba a los mossos, que no iban provistos de material antidisturbios, a cerrar filas. Nervios momentáneos, protestas de periodistas confundidos con nativos contestatarios. Nada particularmente amenazante, pero sí un síntoma claro: la temperatura tortosina de la protesta había subido varios enteros con respecto a la ampostina.

Quedaba todavía un trecho delicado por recorrer: el kilómetro escaso que separa el instituto desarrollista de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación. El Audi y la escolta cubrieron ese trecho en un suspiro. Pero un suspiro incómodo: a lado y lado de la calle -la avenida de la Generalitat: así se llamaba, para mayor inri- las palabras de protesta llovían con rabia. Pero eran sólo eso, palabras.

El momento más tenso se vivió cuando, con Pujol ya encerrado a cal y canto en la cámara, entre las palabras, que a esas alturas ya pedían la dimisión del presidente, volaba además una bolsa de sal, elemento que se ha convertido en un muy preciso símbolo del rebote sureño. Esa sal fue a dar en el rostro de un mosso de paisano, lo cual provocó algún forcejeo. A esas alturas de los acontecimientos se habían reforzado las dotaciones de seguridad. La mayoría de los nuevos incorporados no vestían el uniforme -¿no les dio tiempo a ponérselo?-, pero su oficio se reconocía a la legua por el corte de pelo y la planta atlética y chulesca. Había en el ambiente ciertas ganas de informar a esos muchachos del precio de los peines, por lo que, rápidamente, los organizadores optaron por desconvocar: 'Hemos demostrado que la gente no está de acuerdo con el trasvase, pero ahora es conveniente guardar energías y mantener la imagen de que nuestra protesta ha sido siempre pacífica', se escuchó tronar a un megáfono. Mano de santo.

Interior de la Cámara de Comercio, mediodía de sábado. Hablaban el presidente de la entidad, la cual recibía el certificado de calidad europea ISO 9002, y el consejero Subirà. Pujol les escuchaba con rostro cariacontecido. Tomó la palabra y advirtió que su discurso no sería breve: cerca de 45 minutos duró; cuando acababa, daban las tres de la tarde. De los contenidos políticos informa ya el compañero de página. Aquí conviene retratar al Pujol que da la cara, por un lado, y al Pujol evocativo, por otro. El que da la cara: 'Yo no puedo comprometerme a reformar el plan hidrológico, les engañaría si les dijera que sí'; 'me resultaba muy fácil quedar como un señor y no mojarme'. El evocativo retomaba por su parte las anteriores visitas a esas comarcas, con alguna novedad añadida a la alusión anterior: 'He viajado a estas tierras en 80 ocasiones. Solamente no he visitado dos municipios, de los 51 que hay. Uno es Corbera: he pasado por allí, pero no me he detenido'. No aclaró cuál era el otro pueblo que no ha conocido su epifanía, pero sí que su primera visita a la zona fue en 1956: a tan atrás se remontaba su preocupación por el Ebro...

A la salida, le aguardaba junto al Audi oscuro una solitaria pancarta con la siguiente pregunta: '¿Ens haurem de fer aragonesos?'. Tanto viaje al sur para eso, debió de pensar.

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