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Reportaje:

Barcelona crece hacia arriba

Los arquitectos debaten la conveniencia de construir rascacielos en la ciudad

En Barcelona no se proyecta ningún rascacielos, se proyectan torres. Por torre se entiende el edificio cuya altura ronda los 100 metros. Barcelona, pues, tendrá torres, pero no rascacielos. Hasta ahí estuvieron de acuerdo los arquitectos que el lunes intervinieron en una charla celebrada en su colegio profesional. El resto fue casi pura discrepancia.

Abrieron la sesión tres autores que explicaron sus respectivos planes. Óscar Tusquets (que ha diseñado un hotel que se levantará en el número 1 de la avenida Diagonal), Enric Massip (ganador del concurso para otro hotel en la Diagonal, junto a la plaza del Fòrum) y Benedetta Tagliabue (coautora, junto con el fallecido Enric Miralles, de la torre de Gas Natural). Cada uno de ellos explicó cómo ha concebido sus edificios y, en el caso de Tusquets, cómo ha evolucionado hasta acabar siendo un proyecto de dos torres conectadas piso a piso por pasarelas de vidrio: una grieta que debe dar paso a la luz.

Massip y Tagliabue fueron más imprecisos o, si se prefiere, más poéticos. El primero explicó que ha pensado su edificio como inicio y, en cierto sentido, al margen de la avenida Diagonal; Tagliabue evocó la importancia que tenía para Enric Miralles la silueta y cómo, al concebir el edificio de Gas Natural, lo pensó como una puerta, en línea como está con ese otro portal ciudadano que es el Arco del Triunfo.

Si los tres arquitectos se centraron en su propia obra, Juli Esteban, arquitecto que trabaja para el Ayuntamiento de Barcelona, y Joan Antoni Solans, que fue durante 20 años director general de Urbanismo (ambos abrieron el debate posterior), prefirieron llamar la atención sobre el contexto de estas obras y plantear si Barcelona en general y el frente marítimo donde se han proyectado varias de ellas son el lugar idóneo para su construcción.

Y ése fue ya el punto al que se agarraron para discutir los asistentes que llenaban la sala del Colegio de Arquitectos de Cataluña.

Juli Esteban defendió que Barcelona puede y debe admitir edificios singulares, pero cumpliendo determinadas condiciones. La primera, respetar la edificabilidad. En varias intervenciones flotó el fantasma de edificios singulares de la ciudad construidos en un pasado relativamente reciente, en el límite mismo de la legalidad e incluso más allá de ella.

La segunda de las condiciones que, a juicio de Esteban, deben cumplir estos edificios es la de respetar la morfología de su entorno. Éste es un hecho difícil de determinar. Una parte de los asistentes sostenía que Barcelona entera es un entorno reticente a los edificios de altura singular, mientras que otros afirmaban que, sin excesos, podría abrirse la mano a algunas de estas construcciones.

Sobre si la legalidad permite sin más estas soluciones o hay que forzarla se explayó Joan Antoni Solans, firmemente convencido de que, en ciertos casos, la legalidad ha sido claramente forzada hasta puntos en los que los tribunales pueden acabar diciendo algo.

Esteban, obviamente, estaba convencido de que la legalidad ha sido claramente respetada y, más allá de este asunto, también de que las torres son una excelente solución para determinadas zonas de Barcelona, en especial el área de Diagonal Mar, quizá también Sant Andreu-Sagrera y, en menor medida, el futuro 22@ en Poblenou.

Estos edificios, sostuvo, 'no deben ser monumentos en sí mismos'. Y a ello habría que añadir una cuarta y última condición: en la medida en que se trata de construcciones singulares, tienen que estar sometidas a una 'exigencia de calidad absoluta'. Y por si no quedaba claro, añadió: 'No pueden ser vulgares'.

Los asistentes al debate, arquitectos en su mayoría, plantearon no pocas objeciones a las torres, y también a la ruptura de la cuadrícula pensada por Ildefonso Cerdà para el ensanche barcelonés.

Una de las voces más crítica fue la de Ferran Sagarra. En su opinión, detrás de los proyectos que florecen en Barcelona hay fuertes dosis de 'provincianismo', como si la ciudad quisiera colocarse en el mapa arquitectónico universal a base de crecer hacia el cielo, rompiendo con una tradición clara que no incluye grandes edificios.

Por el contrario, Óscar Tusquets sostuvo que la integración de las construcciones en el panorama de la ciudad no resulta en absoluto traumática, como lo demuestra la asunción de las dos torres olímpicas. Más aún: Tusquets defendió que hay edificios bajos que resultan mucho más agresivos y horrorosos, y citó específicamente la construcción de más de 150 metros que se ha realizado junto al nudo de la Trinitat.

Tusquets defiende la arquitectura de Benidorm

El arquitecto Óscar Tusquets nunca ha construido un rascacielos, aunque no le importaría. Eso sí, procuraría que fuera especialmente esbelto. Esta parte de su intervención del lunes en el Colegio de Arquitectos de Barcelona no movió a la polémica. En cambio, una frase dicha como sin querer (aunque luego reconoció que perfectamente pensada y con claro afán provocativo) motivó no pocas respuestas. Tusquets defendió la arquitectura de Benidorm. Y lo hizo con dos argumentos: se trata de un tipo de construcción idónea para el turismo de masas, aunque desaconsejable para Cadaqués, que permite a los más la visión del mar y deja grandes espacios entre edificios. Además, la normativa urbanística es sencilla y clara. Entre quienes intervinieron, varios aseguraron que Benidorm es el perfecto ejemplo de lo que no hay que hacer en arquitectura. Más tarde, ya en el fragor de la discusión, el propio Tusquets reconoció su escasa voluntad de integrarse en la masa y aceptó que él tampoco veranearía en Benidorm, aunque reiteró el elogio hacia sus soluciones arquitectónicas. La visión del mar ha estado muy presente en los diversos proyectos diseñados por el arquitecto para el inicio de la Diagonal, donde en un principio se pensó construir un edificio de oficinas, después viviendas y finalmente un hotel. En todas las ocasiones Tusquets ha previsto que la zona de ventanales esté orientada directamente hacia el Mediterráneo, de forma que quienes ocupen el inmueble 'vean el mar'.

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