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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Zapatistas en el Zócalo

¿Cuál será el próximo movimiento del subcomandante Marcos una vez completado el zapatour con la llegada triunfal a Ciudad de México? El objetivo de la larga procesión de los jefes zapatistas desde las profundidades de Chiapas a la capital es persuadir al Congreso mexicano para que apruebe la ley de reconocimiento de los derechos de los indios enviada por el presidente Vicente Fox. Algo que comenzará a verse a partir del día 15, cuando el legislativo reanude sus sesiones. El zapatour ha intentado en estos 15 días galvanizar anticipadamente a la opinión pública y poner a prueba las prioridades de Fox.

Ninguna reforma constitucional de las habidas en México ha provocado tanta polémica como la que pretende ahora el reconocimiento de los derechos de los indios -10 millones de seres absolutamente postrados, la décima parte de la población- como sujetos históricos y sociales y su autonomía dentro del país. Los indios nunca han sido ciudadanos plenos para las Constituciones mexicanas, espejos opacos a su realidad multiétnica y multicultural. El Parlamento tiene ahora la posibilidad de reparar una injusticia histórica y de allanar el camino a la paz en Chiapas. A la postre, el proyecto remitido por Fox está basado en un acuerdo que el Gobierno de Zedillo alcanzó con los zapatistas hace cinco años y que nunca cumplió.

Con su salto a la capital y su recibimiento como héroes con acompañamiento de celebridades del areópago de la izquierda mundial, los rebeldes han abandonado el terreno militar, en el que no tenían posibilidad de victoria, y se internan, siete años después de su alzamiento, en el territorio de la política. Aquí deberán dar la batalla a la luz del día a un presidente democráticamente elegido que no sólo ha jaleado la marcha zapatista, sino que se presenta a sí mismo como otro campeón de la causa que Marcos pretende monopolizar.

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Está por verse si, como ya ha sugerido el subcomandante, el periplo zapatista señala la transformación de unos revolucionarios que anticiparon en la selva del más pobre Estado mexicano el derribo del Estado en reformistas que buscan su lugar al sol. El jefe rebelde, por si acaso, ha descalificado a quienes en el Gobierno quieren llevarle ya a la mesa de negociación sin haber cumplido antes las condiciones estipuladas por su movimiento: aprobación de la ley proindia, retirada del Ejército de Chiapas y liberación de sus presos. En dos meses, Fox ha cerrado cuatro de las siete bases militares, excarcelado a medio centenar de prisioneros y llevado al Congreso el ansiado texto.

Nunca han sido mejores las posibilidades para poner fin al sangriento conflicto, pero el desenlace depende tanto de la flexibilidad de Fox como del giro que Marcos esté dispuesto a dar. Uno de los méritos de la rebelión zapatista fue el de sacar a primera página la cuestión indígena en México. Pero, siete años después, el momento de la verdad se aproxima para Sebastián Guillén, alias subcomandante Marcos, perfecto líder guerrillero en una dictadura perfecta que deberá elegir ahora entre mesianismo y política. México ha cambiado en este tiempo, aunque no sea más que por haber hecho posible el seísmo que en julio pasado cuarteó al PRI, el partido que siempre lo controló todo. Un Marcos sin capucha debería abrazar los vulgares materiales de que está hecho el pragmatismo. Personajes más relevantes han escogido antes el compromiso que el enfrentamiento.

El zapatour se ha convertido en una gran batalla mediático-política entre dos hombres ávidos de protagonismo, Fox y Marcos. La mayoría de los mexicanos, según las encuestas, aprueba este rito de pasaje que concluyó ayer en la capital como si Emiliano Zapata regresara. Pero también dudan de que sirva para pacificar Chiapas pronto. Fox probablemente puede permitirse un revolcón político con el proyecto de ley de los indígenas, al que se oponen muchos diputados, no sólo del PRI. Pero el subcomandante, como mito que todavía es, ha sellado su suerte abandonando Chiapas. No puede regresar a la espesura de Lacandona con las manos vacías y retomar las armas sin el gravísimo riesgo de tornarse irrelevante o folclórico.

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