Público de todas las edades llena la exposición de Ramon Casas
Para Margarita y Jordi, un matrimonio con dos hijos, éste era el segundo intento fallido de entrar. 'Teníamos que haber venido más pronto', dijeron cuando ya era mediodía, 'porque los días laborables nos es imposible'. De Mataró había llegado Miquel Alcaraz con su mujer y su hija de 19 años, instigadora de la visita. 'Seguramente no nos dará tiempo a entrar, pero compraremos la entrada para venir un día entre semana'. Las entradas, una vez adquiridas, tienen una vigencia de dos semanas.
Los que habían llegado a una hora prudente circulaban ya por las salas de exposición en una marcada procesión junto a las obras. El colorido era uno de los aspectos más comentados. 'Qué azul tan bonito el de los pantalones', decía una de las numerosas señoras de mediana edad que habían acudido con sus amigas. Los integrantes de otro grupo tomaban nota de lo que veían. Eran alumnos de segundo de bachillerato del colegio Sant Ignasi de Sarrià que tenían que realizar un trabajo escolar. A la joven Marta Boteller le sorprendían los peinados de las muchachas que pintó Casas. Otra joven, Helena Coma, de 16 años, celebraba junto con su madre la emoción de su primera exposición. 'He ido a museos, pero nunca había visto una exposición dedicada a un artista tan importante'. Junto a ella, un matrimonio mayor confirmaban una vez más su gusto por Casas.
La última cola de la mañana era optativa. Se podía escoger entre pedir la vez por el catálogo, por una taza de desayuno con la imagen de El tàndem, por una bandeja con el anuncio de Codorniu o por un cartel de una ilustración de Pèl & Ploma. La tienda del museo, a rebosar.
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