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Columna
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Ultracuerpos

Atención al vecindario, que corra la alarma entre el resto de la población. No debo ser la única en situación de alerta, pero yo es que les estoy viendo, desde hace días, con mis propios ojos: envueltos en sus gigantestas placentas de plástico y cinta aislante, se acercan irremediablemente a la ciudad a bordo de camiones medianos, pequeñas furgonetas, grandes remolques articulados (mucho madrugón este año la pre-primavera, y cada vez se adelanta más la cosecha de vainas gigantes).

Ahora componen un paisaje rodante de figuras desmembradas, como pasadas por los demoledores caninos de Hannibal. Sin embargo, su proceso de creación es justamente el contrario: un rompecabezas en el que se encaja este hígado, aquella mamella o esa cabeza de chorlito.

Antes de llegar ahí, cada crisálida ha crecido en la oscuridad y privacidad de los talleres-capullo. Pero es junto y ante los humanos donde toma su forma definitiva y su existencia adquiere el sentido final. Es al salir al exterior, plantar sus raíces en el asfalto, y rematar un largo proceso de clonación, cuando la materia que está bien moldeada se enseñorea del alma individual del retratado y de la admiración del espectador. Gracias a ese soplo de vida, cuando lo hay, no han de explicarnos demasiado qué hay tras el insulso bigote, la papada bronceada o las rotundas caderas que se reclinan sobre una caja de caudales.

Dicen que ésta es la fiesta de la purificación, pero no sé. Año tras año veo 'flagelar los vicios' y 'criticar las costumbres'...y las envolturas del siguiente vuelven a vomitar, con ligeras variaciones producto de la coyuntura, figuras muy semejantes.

Para quien no conozca el paño, añadiré que estos conjuntos inanimados suelen compartir calle con una especie de invernaderos que invaden los dominios públicos poco después del año nuevo, y donde otros curiosos seres celebran saraos privados. De modo que, aunque sólo sea por liberarnos de tales madrigueras, vale la pena prenderles fuego, en la noche del 19, a los ultracuerpos invasores.

En cuanto a acabar con la codicia y la mentecatez, sospecho que tendremos que buscar otras fórmulas.

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