'Hoy no se baila mejor que antes. Eso es un sueño'
La vitalidad de Maurice Béjart deja para el arrastre a todos sus colaboradores. Su capacidad de invención es paralela al brillo de su mirada, que algunos han calificado de luciferina y otros de celestial. El caso es que este hombre escudriña implacable cuerpos y músicas, argumentos y realidades, extrayendo siempre para la danza una materia preciosa por su autenticidad y su alcance. Su obra coreográfica es un verdadero monumento de las artes que abarca el drama, la ópera, la plástica y la literatura. Comprendido por todos y criticado en voz baja por los puristas de siempre, el marsellés ha resucitado varias veces desde los rescoldos de sus creaciones, sorprendiendo y demostrando que la danza no es minoritaria ni exquisita, sino universal.
La aventura coreográfica de Béjart -que mantuvo una entrevista telefónica con este periódico- abarca toda la segunda mitad del siglo XX y se proyecta sobre el XXI con igual grandeza. Su papel ha sido y es esencial. Si hay que poner las cuatro columnas salomónicas del baldaquino del ballet moderno, tres son sin duda Fokin, Balanchine y Béjart. La cuarta está aún en disputa. Entre todos ellos, Béjart destaca claramente por su portentosa humanística. Y precisamente Le Presbytère...! es un decálogo expresivo de amor a la vida a través de las artes donde se trata descarnadamente del drama del sida, de los muertos y de la reacción social ante la pandemia.
Pregunta. Este ballet viene a Madrid con algo de retraso...
Respuesta. Lo importante es que llega y que lo podréis disfrutar. Lo concebí hace más de tres años y hemos estado, con éxito, en todas partes: París, Moscú, San Petersburgo, Canadá, Tokio... en fin. Es, de mis obras, una de las que ha logrado mayor unanimidad. Dura una hora y cuarenta minutos y ese título tan largo tiene su explicación, fuera de toda lógica [Le Presbytère n'a rien perdu de son charme, ni le jardin de son éclat] procede de una frase de una novela negra de Gaston Leroux en los años veinte, que explotaron los surrealistas y que luego, en plena resistencia cuando la Segunda Guerra Mundial, vuelve a figurarse como lenguaje cifrado en la radio de la Resistencia. Yo era un niño, y oíamos la radio con gran expectación, con un entorno de misterio.
P. Y es así que en el ballet un personaje ofrece a otro una radio de consola antigua...
R. Exacto. Todo es como un mensaje secreto que se transmite.
P. Su trabajo creativo no cesa a pesar de que, generalmente, hoy se habla de crisis del ballet.
R. No veo una crisis real en el ballet. Podemos hablar de popularización y de la calidad, pero no de crisis. Hay demasiados grupos pequeños, algunos muy buenos y algunos muy malos; tantos, que el público está despistado.
P. Aun así, un sector profesional insiste en que hoy se baila mejor que antes.
R. ¡Eso es un sueño! No es verdad. Hoy no se baila mejor que antes. Le pongo un solo ejemplo. Hace algo más de 30 años Maina Gielgud hacía la variación de Bhakti con su técnica prodigiosa. Hoy hay muy buenas bailarinas, pero ninguna puede hacer aquella variación como Maina.
P. Hay nuevas creaciones pero usted repone parte de su repertorio, es como si mirara al pasado...
R. El repertorio lo piden de muchos sitios. Ahora, el próximo mes de junio, en el Teatro Romano de Lyon, haremos una creación que se llama Luz, pero al mismo tiempo reponemos para otras giras El pájaro de fuego o La consagración de la primavera. Son obras que no pasan de moda, como el Bolero, que quieren que lo hagamos en todas partes.
P. ¿Y de qué trata esta luz bejartiana?
R. Trata de todas las luces, las reales y las imaginarias, tanto en la ciencia como en el arte.
P. ¿Tiene alguna opinión sobre los brotes xeonófobos y racistas que asolan Europa?
R. ¡Me horrorizan, naturalmente! Yo siempre he tenido, desde los tiempos iniciales del Ballet del Siglo XX en Bruselas, una compañía plural y multirracial, internacional. Allí siempre han bailado hombres y mujeres de Japón, Brasil, España... de todas partes donde se encontrara un buen bailarín.
P. Volviendo a Le Presbytère... Es todo un lujo: Mozart, Queen, los trajes de Gianni Versace, que ya había colaborado antes con usted en Pyramide .
R. Jorge Donn estaba siempre oyendo, a todas horas, a Queen. Y luego están las circunstancias de que Freddy Mercury y Jorge mueren al mismo tiempo y a la misma edad. El ballet habla de esto, y es por eso que incluyo la película de Jorge Donn.
P. Y nadie se esperaba una obra así...
R. Sorprendió mucho, hasta el punto de que enseguida en Londres decidieron hacer una película .
Entonces el coreógrafo se queda un largo momento en silencio. Un silencio que borra las demás preguntas pendientes, pues a lo lejos se oye, casualmente o no, una pieza de Queen.
Las funciones del Béjart Ballet Lausanne con Le Presbytère...! en el Teatro de La Zarzuela de Madrid serán desde el próximo miércoles día 7 hasta el domingo 11, a las ocho de la tarde, menos la última, que comenzará a las seis. Entre otros artistas conocidos del público madrileño, estarán la zaragozana Elizabet Ros y la cubana Catherine Zuasnábar.
Un hombre en guerra
El ballet Le Presbytère...! ha dado ya la vuelta al mundo y ha dejado al público conmovido en todas partes. París, Tokio, Buenos Aires, México, Londres y ahora Madrid. Desde hace algo más de tres años, Maurice Béjart ha trabajado en él y ha habido ligeras variaciones, como cuando en París apareció Elton John junto a los tres supervivientes del grupo Queen. Esto no es nuevo en el creador marsellés. Tal como sucediera con Don Juan, Bolero o Bakhti, Béjart retoca y amplía, sintetiza y busca prismas nuevos sobre la misma creación, considerando, de base, que la coreografía como tal es un arte vivo que admite esa dinámica constante, ese juego de espejos sobre la misma sustancia. Es así consustancial a su estilo que en Le Presbytère...! aparezcan elementos y figuras, módulos y transportes, que parecen extraídos del tiempo o de coreografías anteriores; es el eterno juego de las referencias: la camilla de hospital de Fausto, la máscara de Nijinski, la seducción del Mandarín Maravilloso o la elevación sumaria del Pájaro de Fuego. Béjart se cita a sí mismo en una soberbia ampliación del lenguaje.
A pesar de ello, puede parecer contradictoria su declaración parisina de 1996 cuando se repone su Novena sinfonía en la Ópera de París: 'No cambio mis obras, lo que hago es darles la vuelta como se hacía con la ropa durante la guerra'. Está claro. Béjart vive en guerra fraternal con la danza, con su revolución interior. En eso no se falta a sí mismo, a su naturaleza contestataria, a su rigor expositivo, a los compromisos morales con su tiempo. La ropa coréutica de Béjart es transmutable en sí misma, dúctil por mor de su genio, capaz de recoger la complejidad del mundo contemporáneo y hacer del ballet un discurso universal sin fisuras ni otro privilegio que la calidad desnuda.
Nadie saldrá indiferente de ver Le Prebystère...! Allí, entre Mozart y Queen, con los insinuantes ropajes de Gianni Versace, la guerra del arte vuelve a cobrar su más elevado sentido.
Babelia
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