La crisis turca tumba el optimismo sobre la recuperación argentina
Empeoramiento de las cuentas públicas con fuerte incremento de los diferenciales con la deuda norteamericana y rebaja en las recomendaciones de la banca de inversión
Tal vez queden menos dudas de lo inestable de los mercados financieros internacionales si se observa la evolución de su confianza en los bonos de deuda argentina. Hace tan sólo un mes, la inmensa mayoría de los operadores se atolondraban para comprar títulos de este país suramericano con un pasivo externo de 126.000 millones de dólares. En febrero, en cambio, roces políticos en la coalición gobernante que encabeza el radical (centrista) Fernando de la Rúa y, sobre todo, la nueva crisis financiera turca ampliaron la diferencia entre las tasas de los papeles argentinos y los norteamericanos -el llamado riesgo país- de 650 puntos básicos a 735 la semana pasada. Ahora son los bancos de inversión, JP Morgan y Merrill Lynch, los que 'castigan' a Argentina por la crisis turca con una rebaja en sus recomendaciones para la deuda soberana del país.
Argentina, que había comenzado el año con una perspectiva favorable, acaba de recibir un auxilio financiero de 39.700 millones de dólares, orquestado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), para evitar una obligada cesación de pagos de la deuda externa durante año y medio. El contexto internacional también la beneficiaba porque las reducciones de las tasas de interés norteamericanas atraían capitales a los mercados emergentes y reducía los intereses de su deuda. También desalentaba al dólar, moneda a la que está atada el peso desde 1991, lo que abarataba las exportaciones argentinas.
Ilusiones perdidas
Todo aquello permanece, pero los buenos ánimos de enero, el mes de las vacaciones de verano, pasaron. La alicaída Bolsa de Buenos Aires, que había subido el 28% el mes pasado, ya retrocedió el 15% en febrero.
Las primeras inquietudes surgieron después de que un informe del Senado norteamericano involucró en una investigación de blanqueo de capitales a tres bancos locales, entre ellos la filial del Citibank. La tasa de riesgo país empezó a subir cuando, en el oficialismo, el ex presidente radical Raúl Alfonsín (1983-1989) y el ex vicepresidente centroizquierdista Carlos Chacho Álvarez pidieron la cabeza del presidente del Banco Central, Pedro Pou, por presunto encumbrimiento del lavado de dinero del narcotráfico y supuestos sobornos de las privatizaciones en el Gobierno del peronista Carlos Menem (1989-1999). De todos modos, hasta el crítico economista Miguel Ángel Broda reconoció que el final de los más de dos años de recesión no depende de la supervivencia de Pedro Pou, férreo defensor del régimen de convertibilidad, la paridad entre el peso y el dólar que sepultó la hiperinflación hace casi 10 años.
Los ruidos políticos, como llaman los hombres de finanzas y negocios al debate dentro del Gobierno, pueden subir en decibelios porque en octubre próximo se celebran elecciones para renovar el Senado y la mitad de la Cámara de Diputados. Además, legisladores peronistas y de la Alianza gubernamental reincidieron esta semana en su amenaza de derogar el decreto presidencial que recorta las pensiones futuras, una de las condiciones que impuso el FMI para otorgar el llamado blindaje en diciembre pasado.
La crisis política turca de esta semana, sin embargo, se convirtió en el principal virus para Argentina. La inestabilidad por las acusaciones de corrupción del presidente turco, Ahmet Necdet Seze, contra el primer ministro, Bulent Ecevit, se globalizó y castigó fundamentalmente a Rusia y Argentina. Al igual que este país austral de 36 millones de habitantes, de los cuales un tercio vive en la pobreza, Turquía necesitó el año pasado de un rescate del FMI.
El director gerente del Fondo, Horst Köhler, desestimó que también la tercera economía latinoamericana vuelva a caer enferma. 'No creo que la crisis de Turquía tenga un efecto contagio en Argentina', declaró Köhler a la prensa en Tanzania.
El secretario de Finanzas argentino, Daniel Marx, comparó la debacle en los mercados de aquella lejana nación euroasiática, seguida de una devaluación de su moneda, con el efecto tequila que sufrió México en diciembre de 1994. La caída del peso mexicano de aquel entonces no derribó a la convertibilidad en Argentina, pero provocó una caída del 4% de su PIB en 1995, desvió unos 8.000 millones de dólares al extranjero y eliminó 40 entidades financieras, con lo que terminó fortaleciéndose el sistema bancario.
Marx, no obstante, consideró que su país está en mejores condiciones que hace seis años. Broda y sus colegas Juan Alemann, Adolfo Sturzennegger y el analista del ABN Amro Bank, Arturo Porsecansky, coincidieron en que la convertibilidad se encuentra fuera de peligro, aunque la economía continúa dormida.
La actividad industrial cayó el 4,2% en enero, con respecto al mismo mes de 1999. Las exportaciones de carne vacuna a Brasil, Japón y Corea del Sur se suspendieron esta semana porque reapareció un brote de fiebre aftosa, enfermedad que no afecta a los seres humanos.
Los índices de confianza de los consumidores subieron, pero incluso el ministro de Economía, José Luis Machinea, ha descartado una explosión del consumo. Las tasas de los créditos bajaron, pero aún resultan caras. Los tipos de un préstamo para adquirir un coche, por ejemplo, se redujeron del 23% al 18%.
El Gobierno insiste en esperar que transcurra este mes para que se adviertan los primeros signos de una reactivación gradual. La previsión oficial de crecimiento asciende al 2,5%, pero los bancos de inversión calculan, como máximo, el 2%. Mientras tanto, la población, con una tasa de paro que ronda el 15% desde hace seis años, también aguarda con algunas protestas callejeras que engorden las vacas flacas.
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