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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

El triunfo de una dinámica frentista

Aunque, como se preveía, el PNV no ha cargado con el grueso del programa soberanista pretendido por EA, la coalición electoral aprobada por ambos partidos consolida sus posiciones en el terreno supraestatutario y acentúa el compromiso en esa vía de la formación que preside Xabier Arzalluz. El pacto con EA, buscado por el PNV para asegurarse la condición de lista más votada y encauzar bajo la pantalla del 'frente nacionalista' el supuesto caudal de votos de los desengañados de EH, oscurece aún más la hipótesis de un futuro acuerdo de Gobierno con el PSE-PSOE. De hecho, EA, el socio con el que acaba de formalizar sus relaciones, es claramente refractario a gobernar con los socialistas y se distingue precisamente por su disposición a recorrer la vía soberanista dentro de los plazos establecidos en el calendario independentista.

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Por muchas cautelas y ambigüedades calculadas que pueda adoptar durante la campaña -con vistas a frenar esa hemorragia de votos que las encuestas detectan en la periferia de su electorado-, el PNV va a quedar marcado por la efervescencia nacionalista desatada por él mismo. Y, desde luego, envuelto en los compromisos soberanistas adquiridos no sólo con EA, sino también, implícitamente, con esos supuestos votantes descolgados de HB a los que tendrá que habilitar una plaza teórica en el solar patrio del 'nuevo marco político' después de haberlos atraído con el señuelo del diálogo, diálogo con ETA, naturalmente. Así, y aunque la campaña del partido de Arzalluz parece mucho más orientada a remover los fondos de la sociología nacionalista -agitando el espantajo de la 'pérdida de la identidad' pretendidamente derivada de un 'triunfo españolista'- que a hacer grandes proclamas soberanistas, el efecto final puede situar al PNV en un punto sin retorno del camino abierto en Lizarra. Cabe pensar, igualmente, que en el supuesto de un evidente triunfo electoral, la coalición PNV-EA se sentiría, seguramente, impelida a responder a las expectativas creadas y a buscar resueltamente un terreno de negociación con ETA más avanzado para evitar que su Gobierno quedara empantanado en el puro continuismo.

En esta perspectiva, los verdaderos críticos del PNV -hay cargos internos que defienden únicamente una reconducción táctica limitada al periodo electoral- no pueden contar con la ayuda del lehendakari Ibarretxe, que se sitúa 'por encima' de las tendencias internas, pero sigue al pie de la letra la representación dispuesta para él por la línea oficialista. La manifestación del próximo día 10 que él mismo ha convocado contra ETA y contra las fuerzas no nacionalistas, a las que acusa sistemáticamente de 'rechazar el diálogo', es la última y más clamorosa prueba de esa disposición que ignora deliberadamente los efectos que estas dinámicas producen en una sociedad tan cuarteada ya como la vasca.

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