Las ayudas agrícolas europeas, en la picota
La crisis de las vacas locas obligará a reorientar los subsidios y fomentar la ganadería extensiva
La crisis alimentaria que vive Europa va a tener consecuencias económicas muy importantes a largo plazo. Las vacas locas, la dioxina, la fiebre aftosa, tantas desgracias consecutivas en el sector ganadero han generado una desconfianza tal que se ha hundido el mercado de la carne y se ha puesto en cuestión el sistema productivo y de ayudas de la ganadería europea.
La Política Agrícola Común (PAC) es desde hace medio siglo uno de los pilares de la construcción europea. Objetivo: mantener el tejido social en las zonas rurales y evitar la emigración a las ciudades. Herramienta: cerrar el mercado a la competencia exterior y subvencionar la producción agrícola y ganadera europea.
Pero las subvenciones -orientadas a incentivar la producción- y la apertura del mercado forzada por la globalización han creado una ganadería intensiva que, a juicio de muchos, es la causa de la crisis al primar la rentabilidad a costa de la seguridad alimentaria.
La ganadería intensiva puede ser el problema al primar la rentabilidad sobre la seguridad
Las productores reniegan. 'No hay que modificar la estructura de la política de mercado porque ni la fiebre aftosa ni las vacas locas son un problema relacionado con los métodos de producción', afirma el belga Noël Devisch, presidente de Copa (Comité de Organizaciones Agrícolas de la UE). Devisch sostiene que la fiebre aftosa es 'un accidente que también puede ocurrir en una granja bio'. Acerca de las vacas locas recuerda que 'hace un siglo que se utilizan los piensos animales para alimentar animales'. 'La ciencia no ha probado aún que los piensos hayan propagado la enfermedad', advierte el italiano Mario Campli, presidente de Cogeca, el Comité General de la Cooperación Agrícola Europea.
'No estamos ante una crisis de modelo productivo, sino de mercado. Antes de noviembre de 2000 no había ni un kilo de carne ni de leche en la intervención. Ha habido una crisis de consumo por razones psicológicas', sostiene un técnico comunitario. Pero, por encima de las resistencias de unos y otros a un cambio estructural, la presión de la opinión pública ha tenido ya una consecuencia: una ministra Verde, Renate Künast, ha tomado las riendas de la agricultura en Alemania y ha forzado un cambio radical en las posiciones del canciller Gerhard Schröder.
Künast quiere que en 10 años el 20% de la producción agrícola sea ecológica o biológica, lo que difícilmente podrá realizarse sin reorientar el conjunto de la PAC a favor de una producción extensiva. Pero Berlín es más claro en los objetivos que en los caminos y cualquier cambio debe tener el apoyo de Francia, país que consume la cuarta parte de las ayudas europeas.
París no va a dejar que nada se mueva hasta que pasen las elecciones presidenciales y generales, en la primavera de 2002. 'La PAC no hay que tocarla en absoluto porque existe y fue acordada por todos', enfatiza un portavoz francés. Pero, a medio plazo, es más flexible. 'Podemos ser favorables a una modulación de las ayudas. Pero no podemos ir tan deprisa como otros porque nuestro sector agrícola es muy grande y sale a la calle con gran facilidad'.
Hasta 1992, el 90% de las ayudas agrícolas eran subvenciones directas a la producción. 'Ahora el 10% se destina a desarrollo rural, el 20% son ayudas directas como siempre y el 70% son subvenciones a la producción pero de forma más indirecta que antes porque son pagos por hectárea cultivada o por cabeza de ganado, no por kilo de producción', explica Gregor Kreuzhuber, portavoz del comisario de Agricultura, Franz Fischler.
La Comisión Europea descarta una reforma a fondo de la PAC de forma inmediata, pero quiere aprovechar la revisión prevista para el año que viene en sectores como la carne de vacuno, la leche y los cereales para profundizar en la política de reorientar las ayudas. 'Queremos gastar más dinero en desarrollo rural, en medio ambiente y en pagos sociales, y gastar menos dinero en producción. Fischler ya quería ir más lejos en 1999. Todo eso se va a tener en cuenta otra vez. Está claro que el camino de 1992 y de la Agenda 2000 se va a continuar', afirma Kreuzhuber
'No podemos incrementar el gasto pero sí cambiar la manera en que gastamos el dinero. El problema también está en el sistema. Tenemos que adaptar nuestra producción a la demanda y es evidente que la gente va a comer menos carne. Y no podemos dedicar el dinero a almacenarla; esa es una medida de urgencia', añade, 'Y si hablamos de reducciones de producción hay que cambiar los incentivos y es lógico dar menos primas a los intensivos y más ventajas a los extensivos. Pero eso no significa que nos queramos cargar a los intensivos. No queremos volver al siglo XIX porque eso no es una solución', concluye el portavoz.
'A España le favorece un reparto de las ayudas que se base más en el productor y menos en la producción', sostiene Fernando Moraleda, presidente de UPA (Unión de Pequeños Agricultores). 'La PAC tiene un problema muy serio de legitimidad social por la manera en que se reparten las ayudas, los fraudes y la seguridad alimentaria', advierte, 'pero si se hace una reforma precipitada se pondrá en tela de juicio su propia existencia'. 'Sin la PAC iríamos al modelo del porcino y el pollo', vaticina: 'Grandísimas empresas, pocos propietarios, concentración empresarial que convierte a los granjeros en meros asalariados que engordan los animales de otros. Es algo que está empezando a ocurrir ya con los cebadores de vacuno'. Eso es precisamente lo que algunos quieren erradicar.
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