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Los 'afterhours' exceden incluso los horarios que el Consell extiende en casos extraordinarios

Diego López Garrido

¿Puede un local de copas permanecer abierto 24 horas? Con la ley en la mano la respuesta es no. Sin embargo, muchos de los llamados afterhours no sólo sobrepasan los límites horarios extraordinarios de los que gozan sino que burlan la normativa hasta dar entrada a clientes durante las 24 horas del día.

Los excesos horarios de los afterhours provocan las iras, por lo que consideran competencia desleal, de las discotecas. Éstas tienen permiso de apertura, en fines de semana y verano, hasta las 6.30 horas. Así lo marca una orden reguladora de los horarios públicos para el 2001 aprobada por la Comisión de Espectáculos y Actividades que preside el consejero de Justicia y Administraciones Públicas, Carlos González Cepeda.

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Esa norma permite, en el máximo, a los pubs, cafés-teatro, cafés-concierto, cafés-cantantes, locales de exhibiciones especiales y locales de atracciones abrir hasta las 3.30 horas. Y a las discotecas hasta las 6.30 horas.

El modelo afterhours no aparece como tal. Y tampoco en la normativa del Ayuntamiento. Sin embargo, algunos gozan de permisos especiales hasta las 9.00 y en un caso concreto, según la Consejería, hasta las 10.00 horas.

La inspección de la Generalitat impuso el año pasado alrededor de una docena de sanciones por violación de la normativa vigente. A su vez, desde el área de Disciplina Urbanística del Ayuntamiento, en manos del concejal Alfonso Novo, se han realizado un sinfín de inspecciones cuyo gran obstáculo para prosperar es la complejidad burocrática.

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La trampa en el caso de los afterhours es compleja. De entrada, son locales discretos, bien insonorizados, con escasos reclamos externos, no concentran aglomeraciones en las entradas ni congestión de vehículos. Por tanto, a no ser que en una inspección rutinaria se advierta la irregularidad -que muchas se camufla exhibiendo una licencia de bar, que permite abrir desde las 6.00 ó se explica que los clientes son los últimos que se resisten a marcharse- o por protestas vecinales. Pero aún coincidiendo ambos supuestos, las inspecciones se realizan y tras un largo proceso se insta al cierre voluntario. Si no se cumple, se exige el cierre. Y, por último, se procede al precinto. Como al final todo se reduce a mayores o menores sanciones económicas, todo vuelve a empezar porque para la caja de estos locales no suelen suponer desembolsos imposibles de asumir.

Además de la casi impunidad legal que ampara los afterhours desde el punto de vista administrativo, el gran problema es destapar y acabar con muchas de las prácticas que encubre su discreción.

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