El país de las fundaciones
En Cataluña se crean cada año 124 patronatos. El número de entidades avanza conforme aumentan las necesidades sociales y disminuye el peso del Estado de bienestar
Detrás de cada fundación hay un desgarro. Jaume Iglesias, el hombre fuerte en España de la multinacional Anheuser Busch, la primera cervecera del mundo (Budwaisser), fabricante de la marca Bimbo y promotora de parques temáticos, creó la Fundación Maite Iglesias, que lleva el nombre de la hija fallecida del empresario. Esta fundación se ocupa de la lucha contra la bulimia y la anorexia, dos enfermedades que hacen estragos entre las jóvenes. Hace algunos años, Iglesias compartió el podio -junto con Enric Massip, de Nestlé, e Ignacio López Arriortúa, de Volkswagen- de los ejecutivos españoles situados en el top internacional. Hoy, la fundación creada Iglesias es una de las más dinámicas del llamado tercer sector, el de la economía social, una actividad que avanzan a la velocidad en que aumentan las necesidades y retroceden las conquistas del Estado de bienestar.
El caso de la Fundación Enriqueta Villavecchia es parecido. Esta institución se ocupa de los niños enfermos de cáncer. Les atiende en los centros oncológicos y proporciona pisos para ellos y sus familiares si vienen de lejos a tratarse en los hospitales de Barcelona. En la misma línea trabaja la Fundación Montserrat Montero en el ámbito de las drogodependencias, o la Fundación Anne, en los niños con deficiencias.
En cualquier caso, las citadas y otras muchas forman la larga lista de fundaciones asistenciales sin las que la red asistencial catalana no sería lo que es. Pero también son fundaciones las instituciones que tutelan muchos de los hospitales concertados de la red sanitaria, pues la mayoría de ellos surgieron por iniciativa de la sociedad civil.
La región metropolitana
La figura de las fundaciones se extiende también, con la misma intensidad, a otros ámbitos, desde la cultura a la enseñanza. En la actualidad, en Cataluña hay cerca de 1.600 entidades de este tipo que dan trabajo a 50.000 personas y disponen de un presupuesto cercano a los 300.000 millones de pesetas. La actividad fundacional es frenética: se crean 124 fundaciones por año. En estos momentos existen 2,5 fundaciones registradas por cada 10.000 habitantes, una proporción muy considerable si la comparamos con el conjunto de España, donde la proporción es inferior a 1,2 entidades por el mismo número de habitantes.
Más del 75% de las fundaciones catalanas tiene su sede social en la región metropolitana de Barcelona y el 58% se concentra en el Barcelonès; es decir, estas entidades reflejan una territorialidad paralela a la de la población.
Este mismo análisis, contenido en las resoluciones del Congreso de Fundaciones 2000, celebrado hace unos días en Barcelona, destaca la distribución comarcal. En zonas como la Alta Ribagorça, Pla d'Urgell, Ribera d'Ebre, Montsià o Terra Alta, las fundaciones son casi inexistentes, mientras que en otras, como en el Solsonès, hay seis fundaciones por cada 12.000 habitantes, un promedio superior a la media catalana.
La tradición del tejido asociativo tiene mucho que ver con todo ello. Cataluña es un país de fundaciones, y cada día lo es más en la medida en que el marco legal vigente 'resume la eficacia que tiene para cualquier asociación convertirse legalmente en fundación y traspasar la gestión a un patronato, dispuesto a financiar las finalidades exclusivas de la entidad', explica Àngels Valls, secretaria de la Coordinadora Catalana de Fundaciones.
El 47% de las fundaciones catalanas se dedica a tareas docentes, otro 40% promueve actos culturales y el restante 37% ofrece servicios sociales de una u otra índole, básicamente en el ámbito de la sanidad y de la educación. Este tercer sector es el que crece más rápidamente y de forma muy vinculada a la transferencia a manos privadas de iniciativas tradicionalmente públicas.
Además de las citadas, entre las asistenciales destacan la Fundació de Malalts Mentals de Catalunya, la Catalana Tutelar Aspanias y la Adolf Montanyà Riera, que comparten tareas como la asistencia a domicilio de personas desvalidas con otras labores no sanitarias, como la tutela jurídica de personas abandonadas y con minusvalías de algún tipo.
Lengua y cultura
El 26,5% de las fundaciones catalanas participa en tareas de investigación, el 14% da asistencia sanitaria, el 9% trabaja en cuestiones de cooperación y desarrollo internacional, y, finalmente, el 6% actúa en el medio ambiente. También se han creado fundaciones vinculadas al mundo académico, como la Bosch i Gimpera (Universidad de Barcelona) o la Ramon Llull, en cuyo patronato se concentran representantes de la escuela de negocios ESADE, del Instituto Químico de Sarrià y del Abad Oliva.
En este sector, algunas fundaciones de creación más reciente, como la del Círculo de Economía -sus patronos, Joan Mas Cantí, Artur Suqué, Enric Coromines, etcétera, son ex presidentes de la citada asociación económica-, actúan como conexión entre el mundo económico y las universidades. Otras se han especializado en el apoyo a la investigación: la Uriach, creada por el núcleo familiar que controla la empresa farmacéutica del mismo nombre, o la Fundación Esteve, promovida por los laboratorios Esteve, la Fundación Seny -organizadora de la última Marató de TV-3-, dedicada a la curación de la esquizofrenia, o la fundación Josep Carreras, de lucha contra la leucemia.
En el ámbito cultural, la actividad de las fundaciones se alimenta de dos ejes: la promoción de la lengua catalana y la enseñanza. El Institut Cultural del CIC -Joan Triadú, Rosa Farrés, entre sus promotores-, la Joan Maragall o la Fundació Catalana de l'Esplai se encuentran en el primer grupo. En este mismo segmento se hallan dos perlas de la agitación nacionalista: la Jaume Bofill, cuyo impulso germinal está en deuda con el entronque familiar Vilaseca-Roca y con los apellidos Gomis y Vila i d'Abadal, entre otros; y la Jaume I, impulsada por el empresario fallecido Lluís Carulla, pionero del grupo alimentario Agrolimen, mecenas y socio fundador de Òmnium Cultural. El epígrafe cultura y ocio permitiría incluir en el mismo apartado a la Fundación Barça, una entidad de destino errático, presidida por Fèlix Millet, presidente del Palau de la Música.
Las instituciones vinculadas a la educación son probablemente las más numerosas. Entre ellas, la poderosa Blanquerna, muy impulsada desde el sector público; la Sagrado Corazón, dirigida por Carme Blajot, y la Joan XXIII, creada en Bellvitge por el jesuita Pepe Ituarte.
La tutela pública y el 'caso Olé'
La Fundación La Caixa, que preside Josep Vilarasau, ha previsto para el año 2001 un presupuesto de 27.200 millones de pesetas, y de este total destinará casi 10.000 millones a programas sociales. Detrás de esta entidad líder, otras fundaciones forman la primera línea: Gestió Sanitària de Sant Pau, con 22.000 millones de pesetas;, Puigverd (5.000), ESADE (4.000), Caixa de Catalunya (3.500), Intermón (3.400), Blanquerna (2.500), Institut Català de Tecnologia (2.000), Familia y Bienestar Social (1.500) e Instituto Guttman (1.200). Las fundaciones catalanas tienen carácter privado, aunque el 30% de las registradas fue creado por iniciativa pública. Una de estas, la Fundación Catalana para la Investigación, que cuenta en su patronato con la representación de cuatro departamentos de la Generalitat, está sometida a una investigación originada por la venta del buscador de Internet Olé. Este buscador fue desarrollado por la citada fundación gracias al apoyo de fondos públicos, fue adquirido después por varios empleados de la entidad y más tarde vendido a Telefónica. El caso Olé ha puesto de manifiesto la dificil gestión de determinados usos lucrativos de bienes y servicios elaborados por entidades, como las fundaciones, sin afán de lucro. El 65% de las fundaciones registradas por la Generalitat actúa en Cataluña, aunque sólo una de cada tres cubre todo el territorio. Una de cada 10 fundaciones promueve proyectos de cooperación. Otras de cada diez facilita ayudas individuales o familiares a los más desfavorecidos. El 15% de las fundaciones catalanas trabaja en el ámbito estrictamente municipal. Por su parte, el 12% de las fundaciones que tienen sede social en Cataluña desarrolla su actividad en el resto de España, mientras que de las 1.600 entidades fundacionales censadas, el 23% actúa en la esfera internacional.
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