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Reportaje:

El 'Mosca' quiere sobrevolar Madrid

La Fundación Infante de Orleans proyecta comprar el 'caza' más emblemático de la aviación republicana

Maniobrero, bello, veloz. Pero sobre todo, republicano hasta la médula. El Mosca quiere volver a sobrevolar Madrid. La Fundación Infante de Orleans, con una de las diez mejores colecciones de aviones históricos en vuelo del mundo, ha iniciado una suscripción popular para reunir los 300.000 dólares (unos 50 millones de pesetas) que cuesta el caza estrella de la aviación republicana. Se trata, ni más ni menos, que el mismo que salvó al bando de los vencidos de sucumbir a tan sólo cuatro meses del levantamiento militar que partió España en dos.

'El Mosca es el avión más emblemático de toda la guerra civil. Por su silueta y sus características, se le reconoce en cualquier parte del mundo', asegura Carlos Valle, presidente de esta fundación, que pone a volar en Cuatro Vientos cada primer domingo de mes los 20 aviones que tiene. Y da marcha atrás al reloj. Noviembre de 1936. Las fuerzas aéreas nacionales llegan a las puertas del cielo de la capital. Es una victoria segura. O no. De pronto, y 'como surgidos de las alcantarillas', aparecen unos pequeños aeroplanos pintados de verde oscuro. Son los Polikarpov I-16.

'Mosca' viene de Moscú

El bando republicano los bautizará como Mosca, quizás debido a una mala pronunciación al leer el lugar de origen en las cajas de embalaje: Mokva. Es decir, Moscú. Los nacionales buscaron un nombre de enemigo barriobajero y lo apodarán Rata. 'El patrimonio aeronáutico español era de los más ricos del mundo al acabar la guerra. Pero fue esquilmado y sucumbió a la desidia. De ahí la importancia de que recuperemos este avión', asegura Valle.

Los únicos cinco moscas que quedan en estado de vuelo fueron reconstruidos en una pequeña cadena de reproducción en Rusia utilizando los planos originales y restos de moscas que habían combatido en la Segunda Guerra Mundial. El último superviviente de los mosca en nuestro país fue dado de baja en 1953. Los vencedores continuaron con la producción en una bodega de Jerez de la Frontera y le dieron un final poco merecedor: el desguace. Por eso, cuando la Alpine Fight Collection, de Nueva Zelanda, ofreció hace dos años a la Infante de Orleans uno de estos ejemplares reconstruidos pieza a pieza se les pusieron los dientes largos. Y no pudieron aguantar la tentación.

Se lo ofrecieron pintado como el original que pilotó José María Bravo, que ahora tiene 83 años y fue el segundo jefe del Grupo 21 de moscas, además de un as de la aviación. En el aire: 23 derribos, 790 horas de vuelo en combate durante la guerra civil. En tierra: todo un castigador, según su mujer, de nacionalidad rusa. Y así es como aparece en una de las fotos más conocidas frente a su Polikarpov: su mecánico le afeita delante de su avión y él sonríe a la cámara en plena contienda hecho todo un seductor.

De Rusia se recibieron 276 moscas, pagados cada uno a 40.000 dólares a tocateja. El avión que quiere comprar la fundación lleva pintada la matrícula de CM-193, y en la cola, la bandera tricolor y el emblema de la escuadrilla: una ficha de dominó con un seis doble. 'Se me ocurrió a mí. Representa el colectivo, los 12 aviones que componen una escuadrilla. Indicaba que éramos una piña y que la importancia era del grupo y no del as', relata Bravo, y recuerda con orgullo cuando de su instructor recibió la máxima bendición. 'Serás piloto', le dijo. Y lo fue.

El Mosca, que dejó de contruirse con cabina cerrada para que los pilotos republicanos pudieran tocar el cielo, fue el caza monoplano más avanzado de su época, según la fundación. Velocidad máxima: 464 kilómetros por hora. Techo: 10.000 metros. 'Tantos, que algunos pilotos perdían la consciencia al volar muy alto y, si no despertaban al perder altura, se estrellaban', comenta Bravo. Todo eso en una época en la 'que predominaba la idea de no tirarse en paracaídas para salvar el avión'.

'Era un avión muy difícil de volar', relata el as. 'Pesaba mucho, y entraba a tomar tierra a gran velocidad, a 130 o 140 kilómetro por hora'. Y es que, como asegura este veterano del aire, a los pilotos les gustaba jugar. 'Éramos chiquillos y gamberros', dice el que entonces tenía 20 años y el que se puso a pilotar tras un curso de cuatro meses en Rusia en 1936. Su escuadrilla inventó 'la barba de ofensiva', que consistía en afeitarse un lado de la barba y la otra del bigote y se mandó hacer un esmoquin y sombrero de copa para volar.

El Mosca presentaba otras características que lo hacían pionero: fue el primer caza monoplano con tren de aterrizaje retráctil de la historia. Es decir, el piloto tenía que dar vueltas a una manivela para subir y bajar las ruedas al despegar y aterrizar. 'Eran 45 vueltas', exclama Bravo con seguridad, aunque al respecto cada piloto mantiene una teoría. Sobre lo que no cabe discusión es sobre el hecho de que los pilotos llevaban unos alicates en el mono, por si fallaba el sistema. 'Si los pilotos eran veteranos no había problemas, si eran bisoños era otra cosa', dice Bravo.

Un piloto como hucha

'No hay un solo avión recuperable de nuestra historia comparable a la singularidad que presenta el Mosca', asegura el presidente de la Fundación Infante de Orleans. Y añade: 'El impacto que puede tener la compra sobre la opinión pública es tremendo'. La fundación comenzó el pasado 4 de febrero a recolectar fondos para la compra del aparato en su exhibición de aviones mensual. Entre las explicaciones que daba sobre las acrobacias se escuchaban las razones que justifican la adquisición de un avión así. Sobre la mesa donde controlan las entradas (un donativo de 500 pesetas) una hucha en forma de piloto y una foto del Polikarpov I- 16, con la esperanza de tocar la fibra sensible de algún forofo de la aviación.

Todavía no saben quién pilotará el Mosca. Bravo, que a su edad todavía pilota aviones de vez en cuando, tiene claro que no pilotará el Mosca en su regreso a Cuatro Vientos. 'Un compañero me dice que sí, que él se atrevería a pilotarlo, pero es un fantasmilla. Ni él ni ninguno de los siete u ocho pilotos de moscas que quedamos vivos podría', comenta este miembro de ADAR (Asociaciones de Aviadores de la República), que en estos momentos se enfrenta con otro reto: el ordenador, 'más pesado que pilotar un Polikarpov'.

Tres moscas de la Alpine Fight Collection de Nueva Zelanda.
Tres moscas de la Alpine Fight Collection de Nueva Zelanda.ULY MARTÍN

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