Hermann Hesse pintó como terapia contra el desconsuelo
Hermann Hesse, premio Nobel de Literatura, empleó la pintura como terapia contra el desconsuelo, para refugiarse de un mundo inmerso en la guerra y una familia llena de problemas, como descubre una amplia exposición de sus acuarelas en Apolda (Alemania).
La pequeña ciudad cercana a Weimar acoge más de 270 dibujos y pinturas del escritor europeo del siglo XX más leído y a través de las cuales se puede bucear en su personalidad.
Cuando tenía 39 años y ya había publicado novelas como Bajo las ruedas, Hesse tomó la paleta para superar una crisis nerviosa. El método fue tan efectivo que hasta su muerte lo utilizó para meditar y buscar consuelo.
Su vida no era fácil en la época que comenzó a pintar y dibujar: mientras Europa vivía inmersa en la guerra -un tremendo choque para su ideología pacifista-, su primera mujer, la fotógrafa suiza María Bernoulli, sufrió en 1916 su primer ataque maniaco-depresivo y su padre falleció.
Ahora, la galería Apolda Avandgarde ha reunido la mayor exposición pictórica de Hesse, cuyas obras se encuentran en diversos archivos y colecciones públicas y privadas, para acercar al lado más personal del autor de El lobo estepario.
El recorrido por sus salas da muestra del optimismo que Hesse quiso imprimir a sus acuarelas. En las piezas, en su mayoría de pequeño formato, el premio Nobel utilizó colores vivos, expresionistas, para reflejar paisajes y escenas idílicas. Las escenas se ambientan en Locarno o Montagnola, en la Suiza italiana, donde el autor de Damian vivió
Babelia
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