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Las maniobras internas de UCD desestabilizaron la situación política

Soledad Gallego-Díaz

Las maniobras para derribar a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, impulsadas vigorosamente desde dentro de su propio partido, Unión de Centro Democrático (UCD), y contempladas con satisfacción por los socialistas, ocuparon la actualidad española casi completamente desde finales de 1980 y fueron un elemento básico previo al golpe de Estado.

La conspiración interna de UCD alimentó una crisis política que se prolongó a lo largo de todo 1980 y principios de 1981, más importante incluso que los repetidos atentados terroristas de ETA o la situación económica, desastrosa, con un 14% de inflación y un paro que alcanzó ese año el 16,5%.

La lucha por el poder dentro de UCD adquirió tintes de auténtica batalla campal cuando personalidades como Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, Óscar Alzaga o Alfonso Osorio empezaron a participar en operaciones a varias bandas destinadas todas ellas a forzar la salida de Suárez. El presidente del Gobierno consiguió superar algunos ataques y remodeló su gabinete en septiembre de 1980 para dar entrada a algunos políticos 'clásicos' que le habían acompañado en los primeros momentos, como Rodolfo Martín Villa, pero la situación se hizo de nuevo rápidamente irrespirable para él.

Los socialistas, por su parte, habían cambiado su estrategia política a raíz de la moción de censura que presentaron, y perdieron, en mayo de 1980. A partir de ese momento, se abrieron a otras posibilidades. Una de ellas incluía una nueva moción de censura, pero esta vez de acuerdo con algunos de los sectores de UCD. La dificultad residía en encontrar la persona capaz de presidir ese Gobierno de 'concentración nacional'. En cualquier caso, el PSOE prosiguió con su política de acoso parlamentario a Suárez.

El inestable panorama político se completaba con incensantes rumores sobre la irritación que iban acumulando los militares a propósito, entre otras cosas, de los estatutos de autonomía (ya estaban en vigor los tres históricos). Existía además la certeza de que altos mandos militares, que habían ignorado el intento golpista conocido como Operación Galaxia (1979), estaban muy interesados, e influidos, por el golpe de Estado que había dado el 12 de septiembre de 1980 el jefe de Estado Mayor de Turquía, general Kenan Evren. Turquía no fue expulsada de la OTAN ni sufrió la ruptura de relaciones con otros países europeos o con Estados Unidos y la figura del general Evren y su 'golpe a la turca' empezó a llenar muchos análisis.

La situación política alcanzó sus peores momentos con la preparación del congreso de UCD, que debía celebrarse en Palma de Mallorca. A primeros de enero, en un Consejo de Ministros, el vicepresidente de Seguridad y Defensa, teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, llamó la atención a sus colegas. '¿No se dan cuenta de lo que está pasando?. Pues sepan ustedes que todo esto se puede ir a la mierda'.

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El congreso de Palma tuvo que aplazarse por una huelga de controladores aéreos. Suárez, que tenía previsto anunciar su dimisión con esa ocasión, decidió convocar a los barones de su partido en el palacio de la Moncloa el 26 de enero de 1981 y anunciarles su marcha. Allí mismo quedó claro que su sustituto sería Leopoldo Calvo-Sotelo.

Julen Guimón, dirigente de UCD en el País Vasco, resumiría años después en EL PAÍS su análisis de las circunstancias que rodearon el golpe: 'Desde un punto de vista político fuimos irresponsables o frívolos. Unos abonaron el terreno y otros hicieron la cosecha'.

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