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Columna
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14 de mayo (San Matías)

Por esos avatares de la vida, uno escribe justo al día siguiente. Qué se le va a hacer. Justo al día siguiente de la muerte anunciada del lehendakari Ibarretxe, al día siguiente de la convocatoria electoral que se anuncia para el día de Nuestra Señora de Fátima. De modo y manera que, adelantándome a los acontecimientos (usted me lo va a permitir), escribiré del día siguiente al domingo 13 de mayo; del 14 de mayo claro, día de San Matías, que sucedió a Judas Iscariote en el apostolado. Escribiré sobre lo que tocará lidiar a nuestra clase política una vez conocidos los resultados del domingo. Claro, que no sabemos lo que va a suceder el día de Fátima. Pero sí podemos establecer una aproximación. Y, sobre todo, sabemos lo que necesitamos. Necesitamos salir de una vez de esta pesadilla que nos retrotrae al siglo pasado, a nuestro lado más oscuro; afrontar de una vez el siglo XXI, abrir ventanas y congraciarnos con nuestros vecinos. Escribiré sobre ese día porque deben pensar en ello nuestros políticos (nuestros representantes para la cosa pública) a la hora de afrontar la campaña de los próximos días.

Lo peor que puede pasar el día de San Matías (del hombre que reemplazó a Judas), lunes de mayo de este mismo año, es que no pase nada; que todo siga igual, que continuemos en este impasse que nada bueno anuncia sino la autoinmolación. De modo que los estrategas de la política, quienes marcan los ritmos a los candidatos, deberán tener en cuenta ya que la ciudadanía, y el impulso que las cosas tienen, reclama un cambio. Esto vale para todo el mundo. Vale para el PNV, que habrá de ofrecer otra cosa que no sea Lizarra. Pero vale, también -y esto no se dice- para el PP, que deberá de dejar de hacer una política demoledora y ofertar un programa integrador. No lo tiene difícil. Ramón Rabanera, diputado general de Alava, lo ha practicado con notable éxito (y si no, mire usted ese 14 de mayo los resultados que el PP obtenga en Alava; aquí sí me mojo). Deberá cambiar el PSE-EE. Tampoco lo tiene difícil: basta con que sepa adónde va. Claro que eso es lo más complicado. El PSE, lo quiera o no, está en medio. Sea bisagra o no, tendrá que definirse, pues, al margen de los resultados que obtenga, jugará un papel decisivo en la configuración del próximo ejecutivo.

Y todo esto ¿para qué? Decía antes que necesitamos salir de una vez de esta pesadilla que nos retrotrae al siglo pasado y afrontar ya el siglo XXI, abrir ventanas y congraciarnos con nuestros vecinos. Esto debe marcar, desde luego, decisivamente la campaña de todos (tomen nota los estrategas). Si algún sentido profundo ha tenido la palabra diálogo, es éste: póngase, por lo que más quieran, de acuerdo y eliminen de una vez las muertes del escenario de la vida pública. Pero, añado, háganlo con dignidad: que no puedan decirnos nuestros hijos que nos rendimos, que vendimos su libertad por un plato de lentejas o de soberanía o de autoritarismo. La sociedad de este paisito (que guarde Dios) es más madura de lo que se cree; somos mucho más maduros. No tragaremos con ruedas de molino, vengan de donde vengan.

Y esto cuenta para la campaña (con la que nos amenazan). Dejar fuera al iracundo asesino, implica ponerse de acuerdo el resto. Una campaña agresiva (como la que se anuncia) entre demócratas, nadie la entenderá. Puede que el PP juegue la baza de la radicalización y el PNV se vea tentado a cuestionar el sistema mismo (¡qué disparate!, cuando se hizo para que se sintiera cómodo). Será un error grave. Puede que obtengan algún rédito electoral (mínimo), pero se habrán inmolado para San Matías, el día 14. Y, lo que es más grave, habrán roto el juguete. Llamados, como están, a entenderse, deberán atemperar sus campañas con ese sentir general, y cuidar que, lo que tanto nos ha contado conseguir -el actual sistema legal de libertad-, no se rompa.

Hace falta, finalmente, una fuerza moderadora. ¿Está el PSE-EE preparado para jugar ese papel? De lo que resulte, de la campaña que se haga (por el cambio y el entendimiento entre demócratas), podrá Matías sustituir a Judas (o ¿era al revés?).

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