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Tribuna:MAGDALENA ÁLVAREZ Y LA LEY DE CAJAS
Tribuna
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De la constancia

Desde su primer teorizador en esta parte del mundo, Cicerón, a nuestros días, el delicado equilibrio entre lo posible y lo real es un desafío a los políticos en ejercicio. Y digo a los políticos en ejercicio y no a los teóricos de la política o a los sabios catedráticos que la imparten, sino a los que toman decisiones al hilo de los días. Ha habido y hay políticos que se inclinan ante la realpolitik como quien suspira. La gran coartada del momento oportuno, la espera de una nueva mayoría, la coyuntura, justificaría cualquier relajación del músculo decisorio, del impulso del atleta que duda en el momento del salto.

Afortunadamente, ahora hay muchas mujeres que compiten en los deportes y, con la misma fortuna, hay muchas mujeres dedicadas a la política, que también tiene un origen deportivo, como nos recordara Ortega y Gasset en inolvidable ensayo. Me enorgullezco de tener entre mis amistades a una mujer decidida y valiente, Magdalena Álvarez, que estos días compite con audacia y claridad por una Andalucía también más fuerte y más cohesionada. Y decía el sabio que la constancia es una de las virtudes subordinadas de la fortaleza. Sin entrar en el fondo del debate de las cajas andaluzas, sí que tengo que decir que la manera clara y sencilla de la consejera Álvarez en exponer el estado de la cuestión llega hasta los legos en la materia.

Sus razones llegan fácilmente a todos porque sin duda Magdalena tiene las ideas claras y huye de la jerga económica. A veces las palabras, en boca de los políticos, parecen servir para no entenderse, o para significar lo contrario de lo que los labios pronuncian. Recuerdo que, de adolescente, leyendo las viejas revistas que sobre la Guerra Mundial se guardaban en casa, aparecían comunicados del Estado Mayor nazi en los que se hablaba de 'avance elástico sobre la retaguardia'. Era un término para llamar 'avance' a una retirada, una máscara de la derrota, de la impotencia de aquellos a los que sólo les quedaban palabras de humo.

Es raro que la palabra se escuche limpia y clara, y que no se vuelva voluntariamente opaca y sin sentido. Siempre que he escuchado las intervenciones de la consejera Álvarez he podido comprobar que cuando uno se quiere hacer entender, aunque se sea político, puede hacerlo; que cuando un economista quiere que comprendamos de lo que se habla, se le entiende. Y vive Dios que a Magdalena la entienden hasta los sordos.

Hoy hay mujeres deportivas, mujeres economistas, mujeres políticas. Y también las hay listas y tontas. Casi tantas como hombres. Pero pocos hay, hombres o mujeres, que sean listos, políticos, competentes y economistas. Y es que esta Magdalena de la que hablamos, como aquella de Proust, es una magdalena con mucha miga.

Manuel Gutiérrez Aragón es director de cine.

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