La iniciativa del 'lehendakari'
Nadie puede negar al lehendahari Juan José Ibarretxe empeño y buena voluntad a la hora de intentar introducir sosiego en la cada vez más taquicárdica realidad política vasca. Bueno, lo de que nadie puede negarle al lehendakari empeño y buena voluntad es un decir. En los últimos compases de la legislatura estamos asistiendo, también, a demasiados ejemplos de oposición-basura. Desde hace tiempo hay quienes le niegan no sólo la buena voluntad, sino la legitimidad democrática, la palabra y no sé si hasta el saludo, en lo que se ha convertido en la mayor aberración institucional de nuestra historia democrática: afirmando defender las instituciones, hay quienes están sometiendo a la máxima representación institucional de los vascos a un irresponsable pimpampúm que, de continuar, se convertirá en una pesada herencia para cualquiera que tenga que asumir en el futuro esa representación. Sea quien sea el próximo lehendakari, que Dios y la oposición le cojan confesado.
Así pues, yo insisto en afirmar el empeño y la voluntad que el lehendakari Ibarretxe está poniendo para contribuir a serenar nuestra tierra. En los últimos días ha participado en la manifestación convocada por Gesto por la Paz, ha estado presente en el acto celebrado en la Universidad del País Vasco en defensa de la libertad, mostrando así su apoyo a todas las personas que en el ámbito universitario están sufriendo la amenaza de la violencia, y el sábado presentó en el Kursaal donostiarra su iniciativa por un compromiso social a favor de la no violencia y el diálogo. ¿Era este el momento oportuno para presentar una iniciativa que, según declara una y otra vez Juan José Ibarretxe, pretende ser de largo recorrido? ¿Era esta la manera apropiada de presentarla? Ya sé que rechazar una propuesta por cuestiones de tiempo o de procedimiento no pasa, en muchas ocasiones, de ser una fácil estratagema para no tener que entrar a discutir el contenido de esa propuesta. Pero no es menos cierto que, sea por razones de oportunidad, de forma o de fondo, una iniciativa rechazada es, casi siempre, una iniciativa quemada. Al menos en política. En la actual coyuntura era algo de sobra esperado que los partidos de la oposición rechazaran la iniciativa del lehendakari, como así han hecho. ¿Puede la sociedad vasca suplir ese rechazo? Yo creo que no, máxime cuando la propia representación social en el acto del Kursaal ha quedado demediada. Todo indica que esta iniciativa quedará inutilizada, como quedó inutilizada en su momento la propuesta presentada por el lehendakari Ardanza en la última reunión de la Mesa de Ajuria Enea.
Ambos documentos pasarán a la historia como dos oportunidades perdidas. Oportunidades perdidas, hay que aclararlo, primero y básicamente para el nacionalismo vasco. Tanto el texto de Ardanza ayer como el de Ibarretxe hoy parecen surgir, en el mejor de los casos, al margen del proceso político central que el nacionalismo vasco viene desarrollando. En marzo de 1998, la propuesta de Ardanza era difícilmente compatible con las conversaciones que por aquellos días estaban teniendo lugar entre PNV y HB para superar la violencia mediante la conformación de un acuerdo nacionalista que transformara el marco político. Hoy, la propuesta de Ibarretxe encuentra difícil encaje en la decisión de su partido de llevar a su programa electoral la cuestión del derecho de autodeterminación.
En fin. Estoy seguro de que habrá muchas personas que no estuvimos el sábado en el Kursaal y que, sin embargo, hubiéramos deseado estar. Tal vez en otro momento, tal vez de otra manera, lo hubiésemos hecho. En cualquier caso, que quede clara una cosa: la mayoría de los que no asistimos lo hicimos desde el máximo respeto a la persona del lehendakari y a la institución que representa. Que quede claro. Y tal vez sea esta actitud más importante incluso que el hecho de haber acudido, por lo que tiene de apoyo, no a una persona o a una propuesta concreta, sino a una institución que simboliza nuestra voluntad de autogobierno.
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