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Miles de presos se amotinan en el Estado brasileño de São Paulo

Juan Arias

La más espectacular de las 19 rebeliones tuvo lugar en la penitenciaría infernal de Carandiru, en el centro de la ciudad de São Paulo, donde se amasan más de diez mil presos (su capacidad es de 2.000). Se trata de la segunda cárcel más grande del mundo y la primera de América Latina. De ella, seguramente, salió la orden de rebelión conjunta a las otras 18 cárceles del Estado; orden lanzada por miembros del Primer Comando de la Capital (PCC).

Carandiru es un penal tristemente famoso porque en 1992, en una rebelión semejante, la policía entró a sangre y fuego dejando 112 muertos; ni uno de los agentes ha sido aún procesado. Los reclusos aprovecharon ayer la hora de visita para tomar a 5.000 rehenes, entre niños, familiares, policías internos, personal sanitario y de servicios y hasta decenas de capellanes y religiosos que trabajan en la prisión.

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Las imágenes tomadas desde un helicóptero eran impresionantes y mostraron a la policía de choque entrar a los patios de los pabellones y disparar contra los presos, que hacinaban colchones y todo tipo de objetos para impedir la entrada. La policía hablaba anoche de varios muertos y heridos, pero sin datos concretos. Finalmente, los presos agitaron sábanas blancas y comenzó la negociación.

El penal estuvo rodeado la tarde entera por policías a caballo y armados hasta las cejas. La orden era que si a las 16:15 de la tarde, hora local, los presos no dejaban libres a los rehenes, la policía de choque, ya dentro de parte de los edificios, sofocaría la rebelión a tiros. Anoche, sin embargo, aún no había empezado la liberación de rehenes y continuaban las negociaciones. En los otros penales, como los de Guaruhlos, Sorocaba, Araraquara, Hortolandia o Campinas, la situación era distinta. En algunos, los presos soltaron a los rehenes y el motín se dio por terminado. En otros se podían oír tiros en su interior.

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