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Reportaje:

El siglo de las Américas

Bush quiere promover la integración del continente, estimulado por el éxito de la asociación comercial establecida entre México y Estados Unidos

Juan Jesús Aznárez

La construcción del siglo de las Américas pretendida por el presidente estadounidense, George W. Bush, que el viernes visitó México en su primer viaje oficial al extranjero, viene determinada en buena medida por los buenos resultados del Tratado de Libre Comercio (TLC), en vigor desde 1994, entre Estados Unidos, México y Canadá. México desbancó a Japón como segundo socio comercial de Estados Unidos, y los intercambios comerciales se triplicaron hasta superar los 200.000 millones de dólares (unos 36 billones de pesetas), por detrás de Canadá, y castigando también a la Unión Europea.

Las ambiciones hemisféricas de Bush obligan primero a la pacífica vecindad con México, banco de pruebas de Washington de un proyecto de alcance continental observado por Brasil con recelo porque teme que el eje mexicano-estadounidense establezca una nueva metrópoli, modificando la correlación de fuerzas políticas y comerciales en la región.

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Brasilia sospecha que, además, Estados Unidos quiera sumar a su condición de gendarme mundial, la de patrón, en sintonía con el criterio hegemónico de los imperios en su enfoque de las relaciones internacionales. México, sin embargo, es pragmático y quiere aprovechar los 3.200 kilómetros de frontera común, para prosperar abriéndose política y económicamente.

'Algunos miran hacia el sur y ven problemas; yo veo oportunidades', declaró el jefe de Gobierno estadounidense. México miró hacia el norte durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y suscribió un polémico TLC, cuyas carencias han sido compensadas por sus beneficios, según la mayoría de los analistas. 'Estados Unidos necesita de México. Es increíble lo que podemos conseguir juntos', destacó Juan Hernández, responsable de la Oficina Presidencial de Migrantes Mexicanos. Ayudará en esa dirección la excelente relación personal entre Fox y Bush, puesta de manifiesto durante la cumbre de Guanajuato con un intercambio de piropos y enunciados compartidos, y la creación de una primera comisión ministerial contra el narcotráfico.

La asociación bilateral es ya fructífera en el flanco comercial, consecuencia de la sustancial reducción de los aranceles aduaneros aprobada hace seis años. México no es sólo petróleo, y las cadenas de montaje establecidas en la frontera, las maquiladoras, la mayoría de capital estadounidense, florecieron como hongos a partir de 1994, y pese a las denuncias sobre las leoninas condiciones laborales, 1.200.000 mexicanos encontraron trabajo en ellas. Se les atribuye el 48% de las exportaciones mexicanas y el 38% de las importaciones. Jorge Chabat, académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas, sostiene, sin embargo, que el problema de fondo es cómo lograr que la relación con Estados Unidos se traduzca en mayor bienestar para los mexicanos.

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De momento, su éxodo hacia el norte es masivo, como también lo es la progresiva penetración mexicana en Estados Unidos, a través de la integración automovilística, la influencia de Univisión, filial de Televisa, o de Cementos de México (Cemex), los 28.000 millones de dólares en impuestos de los inmigrantes, o la presencia de los 21 millones de nacionales, de nacimiento u origen, radicados en California, Tejas, Arizona o Illinois. Esa masiva comunidad, y las inversiones directas estadounidenses, que al concluir la década de los noventa suponían las dos terceras partes de la inversión total en México, han creado múltiples relaciones de dependencia oficial y social entre las dos naciones, y las condena a entenderse. La mitad de las exportaciones de Tejas, Estado del que fue gobernador Bush, se dirigen a México. 'George W. Bush puede que no sepa dónde está Chechenia, pero no dudo de que es muy consciente de dónde está Chihuahua', consideró Jorge I. Domínguez, académico de la Universidad de Harvard.

Pero el analista Robert Pastor alerta, en coincidencia con las conclusiones de la cumbre sostenida el viernes en el rancho presidencial, sobre la imposibilidad de reducir la brecha y diferencias entre los dos países ni solucionar los problemas migratorios, de narcotráfico o energéticos sin un mantenido y alto crecimiento en México. Por otra parte, el triunfo de Fox en las elecciones del 2 de julio, rompiendo la hegemonía de 71 años del cuestionado Partido Revolucionario Institucional (PRI), dotó a la nueva Administración de una legitimidad antes inexistente. También le insufla una mayor versatilidad y capacidad de iniciativa en la nueva etapa de unas relaciones complejas, marcadas por la asimetría económica, social, educativa y cultural.

Fox, según Alan Arias, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 'está en condiciones para modificar el tradicional discurso y la práctica desarrollados por los Gobiernos mexicanos [del PRI] en cuanto a la defensa y promoción de los derechos humanos, sin temer una contraofensiva en lo concerniente a la vigencia de la democracia'. No obstante, en la punta de las prioridades de México y Estados Unidos figura el fortalecimiento del Tratado de Libre Comercio, cuya entrada en vigor en 1994 sintió en sus carnes la Unión Europea con una caída de cerca de 3.000 millones de dólares en compras mexicanas en los dos años posteriores, progresivamente recuperadas.

Para evitar perder posiciones en un mercado de 100 millones de consumidores, suscribió el pasado año un acuerdo comercial con México, interesado también en diversificar una excesiva dependencia de Estados Unidos, cuyos mercados concentran el 88,7% de las exportaciones mexicanas. El presidente Fox se manifiesta tan audaz como su colega de Tejas, y sueña con el libre tránsito de personas y de mercancías con la metrópoli del norte, con unos nexos que habrán de ser enviados por toda la región. La primera meta más parece quimérica que probable pues llevará mucho tiempo solucionar las diferencias migratorias y organizar las entradas legales de 150.000 mexicanos que anualmente se aventuran por la divisoria.

Con la documentación en regla, transitan anualmente por sus puestos de control 300 millones de personas, 90 millones de coches y más de cuatro millones de camiones. Documentados, o a la brava, fugitivos de la pobreza o las recurrentes crisis económicas, una avalancha de peones o profesionales trata de emular desde el siglo XIX la suerte de los compatriotas domiciliados en Estados Unidos, que envían a sus familias ahorros anuales del orden de los 8.000 millones de dólares. El cálculo es que en los próximos seis años emigren otros seis millones. Norberto López, empleado en el rancho de la familia Fox, no ocultaba sus intenciones. 'Díganle a Bush que traiga un visado para mi hijo', comentaba a los periodistas.

El presidente estadounidense sopesa la concesión de más visados y también la ampliación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la constitución de un mercado de 700 millones de personas entre el Ártico y Cabo de Hornos. El asunto será abordado en la III Cumbre de las Américas, a celebrarse en abril en la ciudad canadiense de Quebec con asistencia de 34 jefes de Estado y de Gobierno.

No todos los países latinoamericanos parecen tan interesados en su incorporación como lo fue México a principios de la década de los noventa, y hoy lo está Chile, que en diciembre suspendió las conversaciones de entrada en el Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) para comunicar sus intenciones de sumarse al club de los grandes.

La Venezuela de Hugo Chávez es percibida como hostil, y Brasil siempre subordinó el TLC al fortalecimiento de la coalición sureña, el Mercosur, y encajó a disgusto el alejamiento de Chile. Los problemas políticos, la desconfianza mutua, y las diferencias de todo orden son aún enormes entre México y Estados Unidos, y en amplios sectores sociales latinoamericanos; pero aunque la pobreza es aún lacerante, los números certifican el funcionamiento del acuerdo comercial entre dos países con casi 50 millones de personas habitando en 11 ciudades de diferente nacionalidad pero prácticamente mancomunadas, como lo son Ciudad Juárez y El Paso, en los numerosos pasos de la frontera.

Los presidentes de EE UU, George W. Bush (izquierda), y de México, Vicente Fox, el viernes en el rancho de San Cristóbal.
Los presidentes de EE UU, George W. Bush (izquierda), y de México, Vicente Fox, el viernes en el rancho de San Cristóbal.

Unas relaciones turbulentas

Las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y México han sido turbulentas a lo largo de la historia, y algunas afrentas aún perduran en la mentalidad y comportamiento de políticos y funcionarios, consolidando a lo largo de los años en un nacionalismo extremo que el nuevo Gobierno mexicano de Vicente Fox pretende atemperar.Es la meta del presidente Fox: ganar negociando y revertir el sentido de la reflexión de Ramón López Velarde: 'Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos'.Aunque las estadísticas varían, las generalmente aceptadas calculan que el 88,7% de las exportaciones mexicanas, unos 135.616 millones de dólares en el año 2000, confluyeron en Estados Unidos, y 5.160 millones de dólares en Europa, apenas el 6% de su comercio total. La participación de la Unión Europea en el comercio exterior de México se redujo del 11% en 1990 al 6% en 1999.No obstante, las exportaciones europeas a México aumentaron en un 35%, y las de México a la Unión Europea, en un 55% entre enero y octubre de 1999 y el mismo periodo de 2000. Las exportaciones estadounidenses a México sumaron 102.800 millones de dólares, un 147% más que los 41.600 millones de 1993, un año antes de la entrada en vigor del TLC.

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