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Reportaje:

Pedazos de historia por los suelos

El Castillo de Aroche, en Huelva, sufre el derrumbe de una de sus torres ante el abandono de las administraciones

El Castillo de Aroche, localidad onubense de 3.500 habitantes, se cae a pedazos. Pero no figuradamente, como en la expresión popular, sino literalmente, a pedazos. El último, un pedazo de una de las torres del lienzo sur de su muralla. Por efecto de las abundantes lluvias, que habían erosionado mucho los materiales en los últimos meses, el pasado 2 de febrero se derrumbó parte del almenado y la pared de una de las torretas de la fortificación. El suceso pone de manifiesto el abandono que sufre el castillo, cuyos orígenes datan del siglo XI y que en 1802 fue reformado para ser utilizado como plaza de toros, función que todavía conserva.

Los miembros de la asociación cultural local Senabra han rebuscado en el tiempo para conocer a fondo la historia de su castillo. En el camino, han encontrado certezas sobre su papel en la guerra civil entre Enrique IV y los rebeldes, en el siglo XV, o sobre su resistencia a las tropas invasoras portuguesas en 1640 y 1668. También han encontrado auténticas barbaridades, algunas de las cuales incluso fluyen ya en Internet. Barbaridades como que el castillo ocupa el solar de un antiguo anfiteatro romano -falso- o que los actuales burladeros ocupan el lugar de las puertas por las que las fieras salían a comerse a sus víctimas en los espectáculos circenses -más falso todavía-.

El castillo, del siglo XI, fue reformado en 1802 para ser utilizado como plaza de toros

El lamentable estado de la construcción, que Senabra no deja de denunciar, se debe en gran parte a que las administraciones públicas no terminan de aclarar a quién corresponde la competencia de su protección. Para empezar, habría que aclararse sobre su propiedad, que aún hoy disputan el Ayuntamiento local y el de Sevilla.

Por partes. Esto de que el castillo sea propiedad de Sevilla, algo chocante así, en frío, tiene su explicación histórica. El de Aroche pertenece a un grupo de fortificaciones que en el siglo XIV formaron parte de un sistema defensivo de la ciudad. Junto a esta fortaleza, figuran las sevillanas de Alanís de la Sierra, Alcalá de Guadaíra, Constantina y Utrera; las de Cortegana, Almonaster la Real, Cumbres Mayores y Encinasola, en Huelva; e incluso la de Fregenal de la Sierra, en Badajoz.

En 1833, cuando España quedó dividida en provincias, los castillos no cambiaron de manos sino que siguieron perteneciendo al Ayuntamiento sevillano que, aún hoy, guarda orgulloso la titularidad de este patrimonio histórico. O de casi todo ese patrimonio. Mientras la mayoría de los municipios afectados soportan a regañadientes que estos tesoros histórico-artísticos, que consideran suyos, pertenezcan a Sevilla, aunque sólo sea en apariencia jurídica; el de Aroche es, o fue, más listo que nadie. El pleno de esta localidad serrana de Huelva decidió el 14 de junio de 1958 la inscripción del castillo a nombre del Ayuntamiento en el Registro de la Propiedad. Nadie protestó.

Así figura inscrito, con fecha 16 de junio de aquel año. Ya entonces el Consistorio consideraba que el estado de conservación del castillo era 'deficiente, sobre todo en las partes exteriores de almenas, a consecuencia de la erosión'. La construcción estaba tasada entonces en 100.000 pesetas y fue alquilada a un particular para su uso como cine por una renta anual de 2.000 pesetas.

Una vez que hay más luz (y algunas sombras) sobre la propiedad del inmueble, conviene volver al tema central: ¿quién debe remediar el abandono que sufre el monumento? El Ayuntamiento local esgrime que carece de recursos para darle al castillo el trato que merece y reclama a la delegación de la Consejería de Cultura en Huelva que financie una completa restauración.

Antonio Cuaresma, alcalde de Aroche, del PP, estima en unos 50 millones de pesetas el presupuesto mínimo para la recuperación del castillo, pero no tiene muchas esperanzas de lograr la colaboración de Cultura. Y tiene precedentes. 'En julio de 1999 presentamos un proyecto de conservación de la torre sur, la que ahora se ha caído, y pedimos una financiación de 10.455.000 pesetas pero sólo se nos contestó que, ante el riesgo de derrumbe, debíamos evacuar todas las casas que circundan la fortaleza', se lamenta.

Cuaresma descalifica la idea de Cultura ya que son muchas las casas del pueblo que tienen a la muralla del castillo como una más de sus paredes. 'Nosotros no podemos meterle mano a la obra del castillo, sólo tenemos 250 millones de pesetas de presupuesto. Pero, aunque pudiéramos, Cultura no nos dejaría porque todo el pueblo es conjunto histórico-artístico y hay que pedirles permiso antes de hacer nada', prosigue Cuaresma.

El alcalde baraja como último recurso la opción de recurrir al Ministerio de Fomento que, de cada obra que emprende, reserva el 1% del presupuesto para dedicarlo luego a 'manifestación cultural'. Unos fondos con los que ya se ha restaurado algún otro monumento de la zona.

Mientras alguien responsable se decide a poner dinero para la recuperación del castillo, los derruidos restos centenarios de la torre sur siguen esparcidos en el corral de una de las casas anejas a la fortaleza. Y eso que, gracias a Dios, ha dejado de llover.

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